Where is my man

Where is my man

Nunca te tengo tanto como cuando te busco
sabiendo de antemano que no puedo encontrarte.
Sólo entonces consiento estar enamorada.
Sólo entonces me pierdo en la esmaltada jungla
de coches o tiovivos, cafés abarrotados,
lunas de escaparates, laberintos de parques
o de espejos, pues corro tras de todo
lo que se te parece.
De continuo te acecho.
El alquitrán derrite su azabache,
es la calle movible taracea
de camisas y niquis, sus colores comparo
con el azul celeste o el verde malaquita
que por tu pecho yo desabrochaba.
Deliciosa congoja si creo reconocerte
me hace desfallecer: toda mi piel nombrándote,
toda mi piel alerta, pendiente de mis ojos.
Indaga mi pupila, todo atisbo comprueba,
todo indicio que me conduzca a ti,
que te introduzca al ámbito donde sólo tu imagen
prevalece y te coincida y funda,
te acerque, te inaugure y para siempre estés.

Ana Rossetti (1950, Cádiz, España), Yesterday, Ed. Torremozas, 2000

Llegaba el verano

Llegaba el verano
y todos mis amigos se marchaban
de vacaciones a sus pueblos.
Allí les esperaban primos, vacas
cigarros, perros, pozas
futbolines, parras y bicis.
Después de atravesar mesetas de calor
la sombra del olmo en la plaza.

Pero no mi familia.
Mi familia se quedaba en Madrid
o se iba a un hotel barato
en el que no conocíamos a nadie
o de camping junto a un río
sin niños; aunque al menos
había ranas y cabañas de hojas.

Nosotros no teníamos pueblo.
O mejor dicho: habíamos tenido
y nos lo habían quitado.
La guerra se quedó el patio
los colchones de lana
las verbenas
las lápidas de los muertos
las culebras
los baúles del desván
las telarañas.

Cuando fui mayor
mis padres me llevaron
a sus pueblos
para que supiera que nosotros
también habíamos tenido uno.
Mi madre me enseñó su casa encalada
con la parra en el patio;
la casa donde habían nacido
sus hermanos y ella
y en la que ahora vivían
los que habían tenido dinero
para comprársela.

Mi padre me mostró su casilla
junto a la vía del tren
la habitación húmeda
donde la pulmonía
acabó con su madre
el camino que a lo lejos
se perdía hacia el colegio.
La cochiquera para el burro
para el cerdo y las gallinas.

A los pueblos de mis padres
se los tragó la guerra.
Yacen en la corriente de mi sangre
como otros pueblos duermen
bajo pantanos.
En el fondo de mis venas
aún se atisban muros
levantados con adobe
de sangre y nostalgia.

Ana Pérez Cañamares (1968, Santa Cruz de Tenerife, España); De Las sumas y los restos, Ed. Ya lo dijo Casimiro Parker, 2019

Indemne

Indemne

Descanso tendida a la orilla del mar.
La luz parece no cambiar nunca, atraviesa el viento
apenas sin moverse. Su mano ligera, descarnada,
se agarra al frío erizado de mi piel.
Nace en mi cuerpo la vida, y permanece.
Miro, sin embargo, lo que queda al retirarse cada ola:
pequeñas conchas rotas, algas frágiles,
un trozo de junco partido y seco.
Presencias de que algo ha terminado.
Alguna vez seré simplemente eso, me digo.

Cierro los ojos: alguna vez seré simplemente eso.

Marta López Vilar (1978, Madrid, España); Del alma a la boca. 13 poetas madrileña, Ed. Huerga & Fierro, 2018

Y cómo resistirse

Y cómo resistirse
al hombre acicalado
que se quita el sombrero
y te saca a bailar
y te dice
que quiere amanecer en tu sonrisa.

Quién podría negarse
a las salvas de honor de aquel artificiero
que te llena de pájaros la noche.

(Y después,
cómo no conformarse
y ocupar el lugar de la querida.
Que estudien tus hermanos,
que la vida desprenda su perfume
de nardos y promesas
                         contra el plato vacío).

Acaban de apagarse las últimas bombillas.
La orquesta ya no toca.

Vuestro coche atraviesa,
                         como un jinete frío,
                                       la explanada vacía.

Rosana Acquaroni (1964, Madrid, España); La casa grande, Ed. Bartleby, 2018

Se penso come ho speso male il mio tempo

Se penso come ho speso male il mio tempo…
(Si pienso cómo he malgastado mi tiempo…)

Le envié mensajeros
con gardenias, bombones
y libros de poemas; telegramas
diciéndole: te quiero,
y todos los domingos, cuando se despertaba,
hice sonar su disco favorito.
Yo creí muy romántico ocultar mi remite,
y que el desinterés una fórmula fuera
de amar refinadísima
–y quizá, dado el caso, la única posible–.
¡Qué pérdida de tiempo!
Alguien con él comparte
mis ramos, mis pasteles y mis rimas,
y no me extrañaría –puesto que son anónimos–
que encima se jactara de elegir mis envíos
y pagarlos.
Ahora cada domingo,
me sé de sobra cuándo se despiertan
y no pongo la música.
Bajo a la portería, pulso el timbre
y no paro hasta que los interrumpo.

Ana Rosetti (1950, Cádiz, España), Yesterday, Ed. Torremozas, 1988

La sibila

La sibila

                                      ¿Habrá otro nombre para el lugar
                                      donde no hay recuerdo tuyo?
                                               Eugénio de Andrade

-¿Habrá otro nombre para un lugar vacío,
para la sombra cayendo en las ciudades,
para el vino derramado, para el corazón
latiendo en mi memoria?

-Será un lugar desnudo, cerrado
por el tiempo, donde el invierno
florece anónimo y mezclado
entre tus manos.

-¿Habrá otro nombre para su recuerdo,
para la nieve iluminada cada tarde?

-Será tu muerte, tu pérdida dormida sobre el frío,
la palabra esperada imitando tu alimento,
el desierto, los surcos de su voz,
su compañía.

Marta López Vilar (1978, Madrid, España); La palabra esperada, Ed. Hiperión, 2008. Premio “Arte Joven de Poesía”.

Rupturas disimuladas tras una carita sonriente

Rupturas disimuladas tras una carita sonriente

Siempre detecto un gesto
de incredulidad
cuando hablo acerca de los frágiles mecanismos
ocultos tras una apariencia infantil.

Como no crees en ellos, lo dejaste
caer y me miraste victorioso
al ver su superficie intacta a pesar del impacto.

Imagina lo que sentí al recogerlo
y escuchar esa pieza suelta en su interior.

Sandra Santana (1978, Madrid, España); Es el verbo tan fácil, Ed. Pre-Textos., 2008. Extraído de La cuarta persona del plural. Antología de poesía española contemporánea (1978-2015), Ed. Vaso Roto, 2016

Antes de escribir el poema

Antes de escribir el poema…

Antes de escribir el poema,
con el lápiz en la mano
y el silencio hecho palabra
me pregunto a quién demonios
interesa si este mar
ya no es azul ni si mi vida
de hoy es la que antes era.
Y si es lamento
o violín lo que suena
ahora en mi casa.
O a quién irán estos versos
y quién se aventurará conmigo
buscando esa luz inútil
que conduzca a una salida.
Este es un viaje
sin más brújula que el viento
ni más compañía
que este miedo y esta noche.

Ana María Navales (1939, Zaragoza, España), Contra las palabras, Ed. Quaderni de la Valle, 2000

Esto que ves aquí no es

Esto que ves aquí no es

Esto que ves aquí no es.
Alguien te oculta una pieza.
Es el fragmento
que da el sentido. Es la palabra
que altera el orden
del furtivo universo. El eje
oculto
sobre el que gira. Este recuerdo
que articulas
no es. Falta el espacio
que ajusta
el caos.
Alguien jala los hilos. Alguien
te incita a actuar. Cambia los escenarios,
los reacomoda. Sustrae objetos.
Cruzas de nuevo
el laberinto a oscuras. El hilo
que en él te dan
no te ayuda a salir.

Coral Bracho (1951, México), La voluntad de ámbar, Ed. ERA, 1998