Poemancia

Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

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Miradme bien

Miradme bien 

Yo no soy esa que conocéis,
que conocemos.
Que habla, discute, va, viene:
se queja, dice “sí”, “no”,
y a veces enloquece por cosas pasajeras.

No, no he sido nunca esa y, sin embargo,
he peinado con gracia sus cabellos.
He vestido su cuerpo, he sonreído,
he dicho “esto me gusta”;
y he sufrido por penas tan de ella…

Hoy mismo,
¡qué sorpresa al mirarme las manos!

Sus manos, su cintura,
y esos ojos donde luchan a un tiempo la burla y la tristeza.
Qué extraño y complicado…
O acaso tan sencillo que no puede explicarse.

YO quisiera fundirme en el río de la vida
y arqueando los brazos crear puentes,
unir orillas;
sentir vuestras pisadas en desfile compacto.

No sonriáis: ya sé que soy mujer.

Sólo podré tenderos puentes de esperanza,
de sonrisas, de amor;
puentes donde acunaros.

Concha Lagos (1907, Córdoba- 2007, Madrid, España), Los obstáculos, Ed. Ágora, 1955

El sueño

El sueño

La casa tenía pocos metros y los cristales rotos
por las ventanas heridas
se colaban la noche y los insectos

las ráfagas azules de la muerte
competían con la velita mínima
aquí alumbraba tan tímida la estancia

mientras dormías te repetía siempre en un susurro débil:
no te mueras ni por dios y por la patria
(ni por dioses)
(ni por patrias)

pero tú no me oías.

Mila Ramos (1961, Córdoba, España); 8000 razones para la memoria, Ed. Torremozas, 2004

Señales

Señales

A qué tanto preámbulo imposible
y marzo,
y tanto día diez,
tanto destiempo.

A qué este mes con lluvia,
este preludio
de puertas sin abril,
con picaporte
hiriente de no hablar,
de no mirarse.

De no ubicarse en pleno firmamento,
de no atreverse a devorar el mundo
o a devorar el labio al fin del día
sin más ni menos ansia que la angustia.

A qué este presentir
que yerra el signo,
a qué el párpado azul
y la caricia,
a qué la hora de menos
que no avanza.

Que no hay hambre de piel que nos acerque,
que nada hemos andado desde el duelo,
que poco es suficiente ante la duda,
que nos espera un tiempo sin señales.

Ana Delgado Cortés (1973, Madrid, España); Poemas del amor sumiso, Ed. Torremozas, 2008. XXV Premio Carmen Conde

Lo imposible

Lo imposible

De todas las formas de pedirte que te quedes,
a saber,
con los ojos abiertos, con un ramo
fresco en la mañana, con una frase a destiempo
que te convenza de que puedes sentarte al borde
de mis heridas sin miedo a hacerme daño;
es decir,
con la rodilla sobre el césped, la súplica en el dedo,
con la noche que se termina si no respondes a
mi urgencia, con esta valentía mía que promete
hacerte reina del castillo solo si te quedas,
solo si te pido que te quedes,
con esta soledad que llena de tu nombre y me dibuja
cien pájaros en la espalda del color de tus ojos hierba,
de todas estas formas, amor mío,
de pedirte que te quedes conmigo
escojo el silencio
que es el único que sabe cómo pedirte
lo imposible.

Elvira Sastre (1992, Segovia, España; La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida, Ed. Visor, 2014

Ítaca

Ítaca

¿Y quién alguna vez no estuvo en Ítaca?
¿Quién no conoce su áspero panorama,
el anillo de mar que la comprime,
la austera intimidad que nos impone,
el silencio de suma que nos traza?
Ítaca nos resume como un libro,
nos acompaña hacia nosotros mismos,
nos descubre el sonido de la espera.
Porque la espera suena:
mantiene el eco de voces que se han ido.
Ítaca nos denuncia el latido de la vida,
nos hace cómplices de la distancia,
ciegos vigías de una senda
que se va haciendo sin nosotros,
que no podremos olvidar porque
no existe olvido para la ignorancia.
Es doloroso despertar un día
y contemplar el mar que nos abraza,
que nos unge de sal y nos bautiza como nuevos hijos.
Recordamos los días del vino compartido,
las palabras, no el eco;
las manos, no el diluido gesto.
Veo el mar que me cerca,
el vago azul por el que te has perdido,
compruebo el horizonte con avidez extenuada,
dejo a los ojos un momento
cumplir su hermoso oficio;
luego, vuelvo la espalda
y encamino mis pasos hacia Ítaca.

Francisca Aguirre (1930-2019, Alicante, España), Ítaca, Ed. I. Cultura Hispánica, 1972 (Premio «Leopoldo Panero», 1971). Extraído de Mujeres de carne y verso: antología poética femenina en lengua española del siglo XX, Ed. La esfera de los libros, 2002

Canción

Canción

Nunca fue tan hermosa la mentira
como en tu boca, en medio
de pequeñas verdades banales
que eran todo
tu mundo que yo amaba,
mentira desprendida
sin afanes, cayendo
como lluvia
sobre la oscura tierra desolada.
Nunca tan dulce fue la mentirosa
palabra enamorada apenas dicha,
ni tan altos los sueños
ni tan fiero
el fuego esplendoroso que sembrara.
Nunca, tampoco,
tanto dolor se amotinó de golpe,
ni tan herida estuvo la esperanza.

Piedad Bonnett (1951, Colombia); De círculo y ceniza, Ediciones Uniandes, 1989

Ahora sólo tienes una vida

Ahora sólo tienes una vida

bajas las escaleras
agitas tu pregunta como un pañuelo blanco
quedan sobre el tablero
peones poco ágiles y fichas sin valor

has desmigado el pan
lias dejado que el agua te escurra entre los dedos
¿te das cuenta?
ahora sólo tienes una vida

vuelves a oír la voz del visitante
no la dejes morir
abre la puertecilla de tu jaula
permite que acompañe a la bandada de los estorninos
la belleza
asoma en las rendijas de este gesto imposible
su rastro es tortuoso y su fulgor
alumbra hasta el abismo sin lámpara ni estrella

pero toda ella cabe
en el cielo minúsculo
de tus manos vacías

Esperanza Ortega (1953, Palencia, España), Mudanza, Ed. Ave del Paraíso ,1994. Extraído de Lo que va a ser de ti, Ed. Plaza & Janés, 1999.

Estamos realizando obras en el exterior

Estamos realizando obras en el exterior
No utilizar esta puerta excepto en caso de emergencia

Madurar
era esto:
no caer al suelo, chocar contra el suelo, contemplar el pudrirse de la piel
igual que un fruto antiguo.
Colchón justo para los dos; años que chocan la lengua contra los dientes una y otra vez que
se tambalean en la boca
años
del sentido incorrecto.
Con tres hilos de cabeza he tejido mi tiempo:
piensa en vosotros a mi edad, piensa en tres hilos de cabeza, qué te falta, qué te queda;
piensa en tres hilos. Quizá
eso, madurar:
quizá Ulises boca abajo, quizá la orilla boca arriba,
eso que queréis me esperará diez años. Pensad en diez caídas; pensad en
diez hilos de cabeza. ¿Aquello? ¿La madurez? ¿Márchate, olor a lavavajillas, déjame con mi
sueño?
¿O quizá en la boca uvas para el postre del color
de la rodilla que cae al suelo,
de la rodilla que choca contra el suelo? Me tambaleo. Y era yo el zumo en la garganta, y era
yo el frío, era yo
las uñas y el estómago, quién era yo en mis años
con tres, en mi tiempo con diez hilos de cabeza. Hasta mi habitación
por la escalera de incendios un hombre
y su sentido contrario. Diez hilos de cabeza, veinte hilos de su pecho atados a mi pecho,
juro que amé
los golpes de sus piernas. Digo que
madurar era esto: que no pude negarme, digo que mis tres hilos de nada entre los dedos, y
juré chocar y el suelo
lo juré. Pensé al suelo la caída
y el choque contra el suelo. Pensé el aliento pensé dije
tres hilos de cabeza: tambaleo.
Pensé en mi edad y pensé en vosotros y pensé
que nadie me avisó de madurar así, junto a la vida y el frío en el cajón
de la fruta que se pudre.

Elena Medel (1985, Córdoba, España), Chatterton , Ed. Visor, 2014

Receta para hacer una naranja

Receta para hacer una naranja

Contrátese a la primavera
para que diseñe los azahares,
es tan imaginativa la modista en velos nupciales,
solo que trabaja unos días al año.
Los dedos de la lluvia
          esparzan dos cucharaditas de azúcar,
esponje el aire los gajos de la cúpula,
se desentienda el sol de todo el universo
para teñirle la piel con sus pinceles
         especializados en rojos,
añádase el barniz del otoño para sellar los poros,
qué envidia el pop-art y las naturalezas muertas.
         No toques aún esta naranja,
ponte primero de rodillas y adora como los
       ángeles,
fue hecha para ti en exclusiva,
       para nadie más,
como un pequeño inmenso amor
      que se cae de maduro
      que se entrega redondo.

Joaquín Antonio Peñalosa (1922-1999, México); Todavía hay primavera. Todavía.  Antología poética. Ediciones Rialp. Adonáis, 2019

Un gotear incesante en el perfil de la noche 

Un gotear incesante en el perfil de la noche 

Una caída lenta.
Un hondo, denso
caer
sin asideros,
sin refugio,
sin voz.
Un indeciso estar cayendo
en lo oscuro.
Como una gota,
como un gotear incesante
en el perfil de la noche. Llueve
la noche y entra por los huecos,
las zanjas.
Hunde
En su oquedad la tristeza
y la infinitud.
Una bóveda inmensa y negra, unas estrellas;
su apaciguada luz.

Coral Bracho (1951, México), La voluntad de ámbar, Ed. ERA, 1998

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