Horizonte por venir

Horizonte por venir

Mira, los árboles están, las casas
que habitamos existen todavía. Solo nosotros pasamos
como un etéreo intercambio por delante de los seres.
Rainer María Rilke

Nadie puede retener tus ojos porque nadie existe verdaderamente.

Ellos caminan hacia ese espacio llamado hogar, donde alguien les espera con la luz encendida.

Avanzan con un fin: no quieren estar solos, no saben, no celebran la soledad del pentagrama, del libro por besar, de las uñas mordidas.

La soledad no es una asignatura que se enseñe en las escuelas; hay que memorizar la lista de las preposiciones.

Solo los niños raros permanecen solos a la hora del recreo mirando desde lejos el columpio vacío.

Nadie puede retener en sus ojos otros ojos porque tienen miedo de la piel cuando arde y es frontera.

Yo amo la extrañeza de los seres que son incendio y son delirio y cuyos pasos tropiezan, seducen al andar por su terca valentía.

Gema Palacios (1992, Zaragoza, España), “Estación Poesía” Nº 8, Editado por Secretariado de Publicaciones Universidad de Sevilla, 2016.

En el principio

En el principio

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

Blas de Otero (1916, Bilbao- 1979, Madrid), Pido la paz y la palabra (1955), extraído de Poesía española (1900-2010), Ed. Castalia, 2012

No hay palabras

No hay palabras

No hay palabras que calienten
la comida de la miseria.

No hay miradas que abarquen
el vacío de la infinita soledad.

No hay manos que ahoguen
el dolor de la injusticia.

No hay ríos que laven
el olor a este agotador ruido
que nos invade.

No hay nada que yo pueda dejar
de sentir para no sentirme
así de absurda.



Non hai palabras

Non hai palabras que quenten
a comida da miseria.

Non hai miradas que abrangan
o baleiro da infinida soidade.

Non hai mans que afoguen
a dor da inxustiza.

Non hai ríos que laven
o cheiro deste esgotador ruído
que nos invade.

Non hai nada que eu poida deixar
de sentir para non sentirme
así de absurda.

Montserrat Villar González (1969, Ourense, España); Sumergir el sueño – Sulagar o soño, Ed. Lastura, 2019

Para sobrevivir lo cotidiano

Para sobrevivir lo cotidiano

Al bajar al sótano mi ropa sucia
olvidé que guardaba un puñado de ideas
en el bolsillo de atrás del pantalón,
y al sacar la ropa limpia de la lavadora
las descubrí desperdigadas
en trozos de papel totalmente ilegibles.

Desde ese momento
el alma de las cosas susurra que estoy loca
porque rezo al revés a un dios que ya no existe,
y me salen estigmas en las manos
y me vienen a ver desconocidos
que se quedan conmigo por las noches.

Se ahogaron mis palabras en agua enjabonada
y no pude encontrar su rastro en mi cabeza.

Las letras que surgieron de mis dedos
que anoté en los papeles que guardé en mi bolsillo
eran mi dirección, mi nombre,
el título de un libro,
los idiomas que hablo, las cosas que no digo.

Eran formulas mágicas para sobrevivir lo cotidiano,
cómo abrir el buzón y dar los buenos días,
cómo no abrir la puerta al hombre seductor
que nunca se refleja en los espejos.

Todo lo que anotaba eran pequeñas pistas que seguía
para recomponer las piezas de mi cuerpo,
para no equivocarme y saber quién soy
sin tener que pensármelo dos veces.

Ana Merino (1971, Madrid, España), Juegos de niños, Ed. Visor, 2003. (I Premio Fray Luis de León)

Volver

Volver

Llegué a mi casa con frío y lluvia y quise
calentarme los pies. Me puse
las medias grises con flores rosas
que tengo desde los 12. Mi perra
vieja se acercó y pensé que su calor era el mejor
pero estaba sucia. Es blanca
y peluda. Tiene 15 años, una abuela
en años humanos. Nunca se me murió
una mascota todavía,
no sé cómo sería el duelo.
Tengo 23, son más años con ella
que sin ella. A veces se queja porque le duelen
los dientitos. Al igual que yo me molestaba
cuando íbamos de vacaciones
a Tafí del Valle y se iba en busca
de perros petizos y cuadrados.
Pasaba horas buscándola,
Ella volvía con su pelaje lleno de abrojos
y yo de sangre por cruzar
los alambrados de púas
de hermosas casas de veraneo.
Con ella todo parece un constante regreso
y una constante espera.
Vuelve para que podamos mirarnos
y saber que todo va a estar bien.
Todavía estamos tiradas al sol en este departamento.

Sofía de la Vega (1993, Argentina), La idea es vivir cerca, pero no encima, Ed. Liliputienses, 2019.

Post it

Post it

Perdón por el amor que a veces no sé darte y se evapora.
Perdón por recordarte que el silencio existe,
que la mentira es un artículo de moda,
que tus lágrimas son lluvia destilada.
Perdón por enredarme en el ovillo del orgullo
y descuidar la calma y la ternura.
Perdón por no encontrar la frase exacta
que nos salve del frío y la tristeza.
Perdón por destapar el tarro de los miedos
y dejar que aleteen en tus ojos.
Perdón por no creer en el mercurio y en los puzzles,
por los condicionales simples y compuestos,
por el amor de encargo,
por el miedo al presente y al futuro,
por no traer el pan esta mañana,
por olvidar el día de tu cumpleaños,
por soñar a escondidas.
Perdón por no llamar a tiempo.
Perdón por levantar el tono.
Perdón por mi descuido y mi torpeza.
Perdón por no decir perdón.

Raúl Vacas (1971, Salamanca, España); Consumir preferentemente, Ed. Anaya, 2006

Mi vida con el volcán

Mi vida con el volcán

Como yo, el volcán despierta de noche.
De día, él y yo intentamos descansar,
               sin mucha suerte.
Por eso andamos turulatos.

Cuando ya se juraría que no servimos para cualquier cosa,
escupimos nuestra bocanada nocturna
sobre la irritante luz feroz del pleno día.

Esta que aquí se ve entre letras
es la mía. 

Carmen Boullosa (1954, México); La aguja en el pajar, Ed. Visor, 2019. XIX Premio Casa de América de Poesía Americana.

El lugar que tú ocupas

El lugar que tú ocupas

Por suerte,
existes.

Y por suerte, también,
no solo existes,
sino que te colocas aquí,
justo al lado de todo lo que está lejos
para estar cerca.

Y por suerte, aún más,
no solo existes
y te colocas aquí,
sino que es en ese exacto lugar
en el que me haces pensar
que merezco habitarlo,
conocer los rincones que lo atajan
y saber mirarte también
cuando cierro los ojos.

Como un sueño.

Como el sueño que aparece
en el momento preciso
en el lugar que tú ocupas.

Elvira Sastre (1992, Segovia, España); Re-generación. Antología de poesía española (2000-2015); Ed. Valparíso, 2016