La mujer herida

La mujer herida 

Solamente si alguna vez amaste
               con uñas y con dientes
                sin red
                 sin salvavidas
aciertes a entender el vértigo insondable
que se extiende a los pies del desengaño.

Ella creyó encontrar la fuente del principio
cuando lo conoció, en medio de la tierra,
                  sin más escudo que su piel de hombre
          bruñida por el sol igual que el oro viejo.

Lo amó sin precipicios ni preguntas
tiernamente, en silencio
   con esa gratitud voluptuosa
      que provoca la lluvia en primavera.

Todo era tan sencillo.

Los versos inflamados de poetas infinitos
parecían seguirla a todas partes
   como si el corazón se hubiera convertido
                                en un fiel animal domesticado.

Porque no existe nada que perdure
una noche aprendió, como tantos lo hicieran
antes y después de ella,
que el amor es un río con cataratas propias
                                                  y remansos ajenos
que siempre desemboca en el océano.

Míralo de este modo: la vida te ha enseñado
siguiendo su costumbre de incansable maestra
   cómo el alma dibuja
       serenas cicatrices sobre viejas heridas.

Raquel Lanseros (1973, Cádiz, España); Los ojos de la niebla, Ed. Visor, 2008

Alguna vez pensé

Alguna vez pensé
que se puede rehacer la vida,
lentamente,
y volver a ilusionarse
como la primera vez.

Pero no se puede.

Porque la segunda vez
el pasado es una zona de plagas,
donde el monstruo de Leviatán
se come
el corazón de la medianoche.

La segunda vez,
aunque quieras, no eres virgen;
hay separación de bienes
y palacios de noche,
ídolos caídos
y algunos escarmientos.

La segunda vez
la hierba crece
más despacio,
las noches están llenas
de discursos ingenuos
y Alicia ya no viene
a visitarte
cuando te miras
en el espejo.

La segunda vez
hay hijos que no son tuyos
y luz de viento entre los pinos.

La segunda vez
todo está hecho,
esperas más
y sueñas menos
y la música huye
con colmillos de lobo.

La segunda vez,
no sabes qué hacer
con el miedo.

Noemí Trujillo (1976, Barcelona, España); Un lugar con nieve. Antología Poética (2008-2015), Ed. Playa de Ákaba, 2015

La forma de querer tú

La forma de querer tú
es dejarme que te quiera.
El sí con que te me rindes
es el silencio. Tus besos
son ofrecerme los labios
para que los bese yo.
Jamás palabras, abrazos,
me dirán que tú existías,
que me quisiste: jamás.
Me lo dicen hojas blancas,
mapas, augurios, teléfonos;
tú, no.
Y estoy abrazado a ti
sin preguntarte, de miedo
a que no sea verdad
que tú vives y me quieres.
Y estoy abrazado a ti
sin mirar y sin tocarte.
No vaya a ser que descubra
con preguntas, con caricias,
esa soledad inmensa
de quererte sólo yo.

Pedro Salinas, La voz a ti debida, (Versos 1385 a 1406)

Primer ensayo

Primer ensayo

Son dos niños besados por el sol,
su único amigo.
Por él curtidos,
por él alzados hasta la sonrisa,
hasta el gozo de ser
canción de luz para el pincel amante.
dos niños sonriendo,
ignorando este instante de su gracia,
ignorando
la sombra que proyecta su destino.
Gitanillos al sol de la mañana
ensayando piruetas
para el salto mortal
de un circo errante,
de una pista de hierro son aplausos.
Niños ausentes siempre y olvidados
de todas las escuelas de la tierra.
Hombres para el mañana
borrados de la ciencia y de la gloria,
afiliados sin tregua a la derrota,
militantes del hambre y la fatiga
sembrando de ilusiones los senderos,
condenados desde el primer latido
por el pecado atávico
de amar la libertad y la alegría.
Cuando la vida borre vuestra infancia,
vuestra sonrisa abierta como un lirio,
sobre los pies sangrantes
del camino infinito,
sobre el terrible círculo cerrado
del hielo y de la noche,
vosotros
veréis amanecer antes que nadie
y el sol os besará como a ninguno
con su primera luz, con la más pura:
el sol, vuestro amigo de siempre,
el sol, vuestro único amigo.

Acacia Uceta (1925-2003, Madrid,España); extraído de Mujer que soy. La voz femenina en la poesía social y testimonial de los años cincuenta, Bartleby editores, 2006.

La más fermosa

La más fermosa

Ese rostro que ves en el espejo
no es el tuyo.
Mírate bien:
búscate más allá del perfume barato
de la cara pintada,
del afán de agradar;
encuéntrate detrás de las ojeras,
del ojo hinchado,
de la mirada opaca
envejecida antes de tiempo,
de las palabras que arrancaron a tiras
la piel del corazón.

Una vez que te hayas descubierto
abrázate como si fueras la madre de ti misma,
el amante soñado desde la juventud,
el dios que siempre te ve hermosa.

Y rompe los espejos.

Lilliam Moro Núñez (1946, Cuba- marzo 2020, EEUU) extraído de No Resignación (Poetas del mundo por la no violencia contra la mujer). Antología de Salamanca”, Edita Ayuntamiento de Salamanca, 2016

No sabe nombrar las cosas

Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva ni te espere.
Idea Vilariño

No sabe nombrar las cosas

Destejo cada noche el telar
en movimientos similares
al abrazo de un contorno
que está borrando el tiempo.

No quiere nombrar las cosas.

Yo hilo mil palabras a puntadas,
revelo con vocales la pena,
con consonantes los besos
que no conocen ya su destino.

No puede nombrar las cosas.

Nos separan incontables pasos
que ya por fin se descubren,
no son los kilómetros la razón:
nuestras diferencias son insalvables.

Clara C. Scribá (1992, Madrid, España); Ya no, Ed. Huerga & Fierro, 2018

El mundo sin palabras

El mundo sin palabras

Deshagamos las palabras hasta sacarles la médula
y arrojemos los desperdicios al olvido.
Quitémosles las letras, los acentos,
todo rastro de gramática
que se les haya quedado adherido.

Empecemos por aporrear los verbos,
pasemos a cuchillo los sustantivos,
para eliminar toda acción,
para que nada ni nadie tenga nombre.
Ni tú ni yo debemos
perdonar a los pronombres,
neguemos hasta la última persona del verbo vivo.
Destrocemos también los adjetivos,
las preposiciones, los nexos, todas las partículas.

Si las palabras están en un verso,
tirémoslo al suelo desde un piso alto
y disfrutemos del espectáculo
de verlo hacerse añicos y desparramarse
por el suelo.

Matemos siempre, nunca,
mientras, ya, todavía,
a toda la perversa cohorte de los adverbios
y enterrémolos muy profundamente
en mitad de un desierto.

Cuando ya nada quede, cuando sea imposible
imaginar ningún concepto,
en el momento en que nadie
pueda articular o escribir
signos que otro entienda,
cuando no acudan a mí, a nosotros,
las malditas palabras y se nos esfume la vida
en una sucesión de instantes
que no serán más que presente,
aún entonces, nos quedará una palabra.

Aunque, y esto es no es sencillo de explicar,
tampoco entonces sabremos cuál es
ni cómo llamarla.

Francisco Pérez (Granada, 1965)

Para quien pretenda conocer a un poeta

Para quien pretenda conocer a un poeta

Es difícil conocer el corazón de un poeta.
A primera vista resulta fácil doblegarlo por la vanidad
ensalzarle y hasta aprenderse de memoria unas cuantas líneas suyas.
Caminar a su lado y sostener el mar con la mirada,
hablar de ciudades irreales,
adivinar su amor y sus costumbres,
su vida cotidiana, sus odios y rencores.
Penetrar el secreto de su técnica,
llegar a sus orígenes.
Pero ¿quién, bajo lluvia, es capaz, sabe realmente
cómo es por dentro ese cuerpo tembloroso, amoroso,
maldito, blasfemo o perseguido de un poeta?

Thelma Nava (México, 1932); El primer animal. Poesía reunida (1964-1995), Ed. Conaculta, 2000

Carta de presentación

Carta de presentación

Mi razón de ser es sencilla:
no tengo sangre ni ademanes de princesa
tan sólo una ventana detrás de mi almohada
por donde miro el mundo
y un tesauro de reliquias léxicas
cuyos conceptos desembocan en la hondura de tu nombre.

Desconozco la magia de la lengua de oc
no llego a las alturas de la gaya ciencia
no abrigo artificios de dolce stil nuovo
pero de cuando en cuando garabateo versos
cifro el signáculo de la abeja que izan abril y mayo.

Me consumen ciertas patologías de luna amarga
pueriles lloriqueos de cierva herida
pero a menudo me ronda una sonrisa tibia
y trato, con más amor que rudimentos,
de hacerle frente a las hienas que me impiden el camino.

Salgo a tu encuentro y vuelo,
no pido prestadas las alas a un ángel
no preciso alondras, clavileños ni pegasos
distingo el signo de tus huellas en los mapas del aire.

Me gusta el regaliz si lo imagino en tu boca
prefiero la monja alférez a barbarella
creo en la fotosíntesis más que en los juramentos
me pone triste asomarme al catalejo de mis días
y divisar tu ausencia en los huecos del alba.

No he visto maravillas más allá de este cuarto
pero pensar en ti me calma el desasosiego
tú eres el mandala que interpreta mi esperanza
y en fin, te amo, no encuentro más referencias.

Te amo son todas mis credenciales.
Cuanto siento es cuanto tengo

no hay más cera.

Tina Suárez Rojas (1971, Las Palmas de Gran Canaria, España), Las cosas no tienen mamá, Ediciones Idea, 2008