Antes

Antes (poema a la manera de mi padre para mi padre)


Antes
de la música vino tu risa.
Antes
de los sueños vinieron tus cuentos,
las noches sin dormir,
la historia de tu vida
que terminó acunando la mía.

Antes
de la calma vino tu voz,
antesala del descanso,
arrulladora como la espuma del mar,
justa como las divisiones exactas,
pacífica como quien camina abrazado
–bandera blanca entre batalla de gruñidos–.

Antes
del miedo vino tu verdad,
tu empujón tranquilo sin ruedines,
tu experiencia de vida sin edulcorar
que te llevó a tener esa dulzura tan propia
y única que envuelve tu alma.

Antes
de la pena vinieron tus ojos tristes
a enseñarme la belleza del sufrimiento,
a mostrarme que el silencio puede ser un ruido aterrador
o la composición más delicada,
a señalarme que en la ausencia
se encuentra el recuerdo
–y eso es a menudo
la mayor presencia de alguien–.

Antes
de la poesía vinieron tus manos,
tu rostro en mi espejo,
tu letra en mi mesilla de noche,
tus libros en mis ojos,
tu conocimiento sobre mi almohada.

Antes
de la felicidad vino tu caricia
tu orgullo hecho nudo en la garganta,
tus brazos gigantes y pequeños
que protegen sin querer
y salvan queriendo
a cualquiera que se cruce en tu cariño.

Antes
del amor viniste tú con mamá,
con la abuela, con tu hermana, con tu hija,
y con esa manera de tratar a todo lo que amas
como si cada persona fuera un latido
y tú el corazón más inmenso de la familia.
Antes
de mí, del mundo que conozco,
de la vida que he escogido,
de la gente que amo y olvido
en pasado, presente y futuro,
del camino en que me pararé a descansar
y aquel del cual me saldré,
de las dudas, los miedos, mis sueños;

antes
de todo lo venga durante y después de mí
estás tú
porque empapas mis virtudes
y nunca has disimulado mis defectos,
porque la admiración y el amor se han hecho uno
cuando alguien me pregunta por ti,
porque tu mérito no es haberme dado la vida
sino haberme enseñado a vivir.

Porque quiero amar de la manera que tú amas.
Porque te amo de la manera que tú me amas.

Elvira Sastre (1991, Segovia, España; Ya nadie baila, Valparaíso Ediciones, 2015

Sé que poseo

Sé que poseo algunas cosas,
¡ay mi pequeño afán coleccionista!,
la caja desatada de los truenos,
un oscuro baúl para las lágrimas,
alicates y un dedo de agua de algún sitio,
la precisión exhaustiva de los ríos que no cantan,
un demonio pequeño sin poder contra la muerte,
fotos de amigos perdidos y no sé cómo,
recodos del camino,
indecencia del camino,
su color, su dolor,
más fotos de amigos,
una torre de aire para los relámpagos,
el peso innoble de las palabras que no se dicen,
las nubes de Morón y su sombra temprana,
hasta el ojo huracanado del que se termina hablando siempre,
y total para qué,
si yo lo que quería,
en el fondo, e interminablemente,
era la voz hondísima de Julio.

Mª Ángeles Pérez López (1967, Valladolid, España); Tratado sobre la geografía del desastre,  Ed. Verdehalago, 1997

Presa fácil

Presa fácil

Tu sueño forma un quieto remolino
que absorbe lo que cae en su constante
girar sobre sí mismo y lo conduce al centro
de su propia espiral vertiginosa.
Sobre la superficie de tu cuerpo
dormido, hay un abismo a flor de piel.
Eres materia, forma resaltada,
pero, a la vez, lejos de ti te ahondas.
Así te quiero, intensa cifra oscura
de ese misterio que te sobrepasa,
imagen fiel de la contradicción,
aire y plomada, horizonte y roca.
Detrás, detrás del indefenso aspecto
de tu belleza hay el mayor peligro
al que unos ojos pueden asomarse:
pareces presa fácil, cazadora.
Ya he caído en tu trampa, sobre el borde
del mirador que eres, sólo veo
tu vértigo, los círculos que trazas
en tomo a mí, tus envolventes órbitas.

(Lorenzo Oliván, Puntos de fuga  1996-2000)

Misterios

Misterios

Alguien abre una puerta
y recibe el amor
en carne viva.
Alguien dormido a ciegas,
a sordas, a sabiendas,
encuentra entre su sueño,
centelleante,
un signo rastreado en vano
en la vigilia.
Entre desconocidas calles iba,
bajo cielos de luz inesperada.
Miró, vio el mar
y tuvo a quién mostrarlo.
Esperábamos algo:
y bajó la alegría,
como una escala prevenida.

Ida Vitale (1923, Uruguay), Poesía reunida, Ed. Tusquets, 2017.

Estarás a la intemperie

estarás a la intemperie
que es lo que queda
lejos del poder
y de sus focos

sólo ahí se es libre
y también desgraciado
(no conozco yo aún
premio sin herida)

contigo crecerán
tus cicatrices
ámalas
cuídalas
porque serán
el mapa que te explica

en ellas florecerá la luz
de quien te quiera

Carmen Beltrán (1981, Logroño, España); La meteoróloga de sí misma (Antología personal 2004 – 2014), Ed. La cabaña del loco, 2018

Oyes esa música

Oyes esa música…

¿Oyes esa música
que cruza como luz la oscuridad
mientras la oscuridad gira
y yo con ella?
¡Con qué fuerza
se abre paso
y llega incluso
a mi lugar más remoto
cercado también de sombras!
Pero el latido
que brota allí
nadie lo oye.
Nadie, como yo, sabe
que existo
y creceré
y amaré
como aman estos brazos
que me sostienen
porque no sé andar aún…
Pero escucha, escucha:
todos los árboles se mecen
en la música.
Y en mi interior,
donde un secreto sol
me hace adivinar
el sol secreto
de la oscuridad. 

Clara Janés (1940, Madrid); Libro de las alienaciones, Ed. Ayuso, 1983

Entonces me besaste

Entonces me besaste

Por celebrar el cuerpo, tan hecho de presente,
por estirar sus márgenes y unirlos
al círculo infinito de la savia
nos buscamos a tientas los contornos
para fundir la piel deshabitada
con el rumor sagrado de la vida.

Tú me mirabas colmado de cuanto forja el goce,
volcándome la sangre hacia el origen
y las ganas tomadas hasta el fondo.

No existe conjunción más verdadera
ni mayor claridad en la sustancia
de que estamos creados.
Esta fusión bendita hecha de entrañas,
la arteria permanente de la estirpe.

Solo quien ha besado sabe que es inmortal.

Raquel Lanseros (1973, Cádiz, España); Croniria, Ed. Hiperión, 2009.

Without you

Without you

Tan fácil olvidarte como que Abril no exista.
Tan fácil amainar,
en el panal de tul de los visillos,
la súbita fragancia de la noche
como atajar tu piel; como retrocederla
hasta el peldaño último del último recuerdo.
Sustraerme, tan fácil, de este anhelante gozo
al descubrir tu olor en el tabaco,
la pana, o la vainilla.
Aminorar, tan fácil, de mi sangre el incendio.
Tan fácil olvidarte.
Tan fácil impedir que los magnolios nieven.

Ana Rossetti (1950, Cádiz, España), Indicios vehementes (Poesía 1979-1984), Ed. Hiperión, 1998

El tacto de esta ola

El tacto de esta ola
en otra orilla
posible de añoranza…
Tan ignorado
ese segundo roce,
esa incógnita caricia
caldeada de soles meridianos
acunada de noches
inquietas de sal,
enlazada en anillos
latentes de distancia.
Esa ola,
monótona de ires
y venires,
huyéndose,
encontrándose,
esa ola exacta
me besará los labios
algún día.

Marina Romero Serrano, (1908-2001, España), Poemas de Ida y Vuelta. Ed. Torremozas, 1999