Deshora

Deshora

«polvo serán, mas polvo enamorado»
Francisco de Quevedo

La cercanía infranqueable entre sus cuerpos.
Un puente de miradas donde se cruzan
y se separan.
En sus labios:
un vaivén de palabras
o de silencios
—no la lenta fragua del beso.
No el hondo goce
ni la dicha tersa
de las desnudeces enlazadas:
sólo el roce eléctrico
de los muslos que se adivinan.

Sólo el asombro de conocerse
en la esquina
de los tardíos encuentros.

Y el sueño donde quizá se poseen
al lado
de otro cuerpo que duerme.

Y el carbón del deseo
que ha de volverse sin duda
puro diamante

al precio de no haber sido nunca
los dos el mismo leño
la húmeda llama
en el lecho
de esta única vida.

Eduardo Mitre, Líneas de otoño, 1993

Esta imagen de ti

Esta imagen de ti

Estabas a mi lado
y más próxima a mí que mis sentidos.

Hablabas desde dentro del amor,
armada de su luz.
Nunca palabras
de amor más puras respirara.

Estaba tu cabeza suavemente
inclinada hacia mí.
Tu largo pelo
y tu alegre cintura.
Hablabas desde el centro del amor,
armada de su luz,
en una tarde gris de cualquier día.

Memoria de tu voz y de tu cuerpo
mi juventud y mis palabras sean
y esta imagen de ti me sobreviva.

José Ángel Valente

Lo dijo el policía

Lo dijo el policía

Las memorias se venden bien, pero su precio oscila.
Depende de si guardan árboles, lagos, travesuras de infancia,
columpios o lunas, algo que se llamó ideales
y también amores, abuelas tiernas, huesos, frutas.
Sí: los sueños ya suben mucho, y sobre todo algunos.
Y para poco gasto tenemos las de algunos que sólo cuentan
tiempos perdidos y que a lo sumo fingen
llagas de sombra con rostros de tarde o de tortuga.
Nada es. Pero alcanza a cualquier bolsillo.
Yo ya siempre lo había dicho: las memorias
de los poetas castrados
nunca valdrán un duro.

Santiago Montobbio, Poemas sueltos

Et labora

Et labora

Guardar memoria de lo que para otra persona
nunca fue recuerdo, creer haber hundido un rostro
y al volver de una mañana darse cuenta
de que sigue inundando nuestro adentro;
aventurarse ingenuo en las piruetas
por fingir que puede desterrarse
la espantosa verdad de los sonidos
u otra vez descubrir, en el envés del tiempo,
que todo lo que pude ser tan sólo era
ser contigo:
estos son
los trabajos del amor, aquel extraño mar
que vivir nos fue haciendo lejanísimo.

Santiago Montobbio, Ética confirmada, 1990

El amor es un género literario

El amor es un género literario

(que le da sentido a la vida y a la literatura)

¿Qué recuerdo de ti?
La noche inevitable que arde como un rito,
la norma temeraria de castigar los límites
y el negro maltratado de tus ojos.

¿Qué recuerdas de mí?
La noche inevitable que arde como un rito,
la norma temeraria de castigar los límites
y el negro maltratado de mis ojos.

¿Qué sabrán de nosotros?
La noche interminable que ardía como un rito,
la norma temeraria de castigar los límites
y el negro maltratado de los ojos.

Luis García Montero, Un invierno propio, 2011

Siempre lo que quieras

Siempre lo que quieras

Cuando tengas dinero regálame un anillo,
cuando no tengas nada dame una esquina de tu boca,
cuando no sepas qué hacer vente conmigo
—pero luego no digas que no sabes lo que haces.

Haces haces de leña en las mañanas
y se te vuelven flores en los brazos.
Yo te sostengo asida por los pétalos,
como te muevas te arrancaré el aroma.

Pero ya te lo dije:
Cuando quieras marcharte ésta es la puerta:
se llama Ángel y conduce al llanto.

Ángel González, Breves acotaciones para una biografía, 1969

Toda historia

Toda historia

Toda historia es simple y se me olvida.
Quizá me fui a tomar café, quizá la amaba
y me perdí entre jardines de piernas esmaltadas
que fueron juncos trenzados de palabras
y después retama que mi lengua de trapo
había hecho trizas. Quizá fue el amor,
quizá el café, tal vez la noche. El recinto
sin madrugadas, con sangre y lunas rotas,
el recinto, el barranco de dientes oxidados
o el valle de hojas de afeitar dulcísimas
no hería o no existía. Quizá fue el café
o fueron sus piernas, o quizá la amaba.
Toda historia es simple y se me olvida
en las axilas de mi ciudad tristísima.
Sabedlo ya: mis ojos no se acuerdan de qué miran.

Santiago Montobbio, Poemas sueltos

Contra mi oficio

Contra mi oficio

Afirmo que el amor son las palabras.
Que no existe el amor si no se dice.
Afirmo, de igual modo, que al cantar
los días los dejamos ya engastados
en una forma extraña de sintaxis
que no puedo expresar con otro nombre
distinto del amor.

Y afirmo lo contrario.
Que nunca las palabras bastarán
para dejar constancia de las cosas
que puede un hombre amar y, de hecho, ama.
Que está la vida fuera de estas líneas.
Que, si jamás deseo alguno me brotase
de decir lo que aquí digo, seguiría
viviendo en lo que aquí no he pronunciado,
amando en lo que aquí no halla lenguaje
ni quiero que lo halle por si un día
vosotros me buscáis entre mis nombres.

La vida es tan hermosa porque nada
la puede hacer hablar si ella no quiere.
Vivir es siempre más que darse cuenta.
Amor es siempre amor porque no sabe
de amor quien no se pierde en el distinto
misterio de otra carne incomprensible.

Y necio yo sería si pensara
que porque un día mis palabras engendraron
amor,
amé yo más,
vivir,
tuve la vida.

Antonio Praena, Actos de amor, 2011