Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

amor (Página 8 de 19)

Cuando espero

Cuando espero

Cuando espero,
se adueñan de mí los ruidos de la escalera.

Parezco un perro que levanta las orejas
y se incorpora al escuchar
el silbido de un pastor en la distancia.

Me gustaría vivir en una casa vestida de colina
solitaria
y tener ventanales inmensos
y que fuesen mis ojos los cristales.

Quedarme en casa…
Quedarme en casa,
sumergida en los pliegues de las horas,
y no esperar a nadie.

Que los ojos escuchen
y se olviden del mundo.

Que me arrope el silencio
y respire en mi nuca
su suave indiferencia.

Que vivir sea esto,
sin palabras de aguja
ni rodillas de llanto,

con el tiempo desnudo al borde de la cama
y mi boca dormida en su tímido beso.

Ana Merino (1971, Madrid, España); Los días gemelos, Ed. Visor, 1997

Los insectos son los besos del sol

Los insectos son los besos del sol

yo, que arriesgando mi propia vida
salvé insectos diminutos de morir ahogados
capaz de escuchar el temblor de sus antenas
bajo mi seco aliento
capaz de insuflar vida
capaz de detener la lluvia
con solo desearlo
capaz de hacer girar el sol
alrededor de tu boca
porque tu boca
siempre será el centro del universo
yo, que tenía superpoderes
que era inmortal y lo sabía
ahora no sé nada
ha llegado junio
y no sé nada

Isabel Bono (1964, Málaga, España); Extraído de (TRAS)LÚCIDAS. Poesía escrita por mujeres (1980-2016), Bartleby editores, 2016

Quizás llovía

Quizás llovía

La calle anochecida se agrupaba
alrededor de la farola.
De la boca del club salía,
sincopado, el ronquido
de un saxo. Era el aliento, la respiración
oscura de la noche.
Quizás llovía. Desde
la misma entrada me iba hundiendo
en una ciénaga de alcohol y sudorosa
transpiración y luces
parpadeantes.

¿Qué hacías allí? Tu desnudez
resplandecía contra un fondo
de risas y de copas y de manos
ansiosas por tocarte.
Yo conocía todos los rincones,
volcanes, valles, escabrosidades
de aquel cuerpo encendido.
Estabas sola ante las fauces
del mundo.
Pero
¿eras tú? ¿Era yo, que, en ese mismo instante,
estaba entrando en casa,
quizás llovía, y traes cara
de cansancio, hoy tenemos
para cenar algo que a ti te gusta,
y la tibieza del hogar,
y el beso apresurado, ve cambiándote,
pero no te entretengas, voy
a poner ya la mesa?

Rafael Guillén (1933-2023, Granada); Últimos poemas (Lo que nunca sabré decirte); Ed. Fundación José Manuel Lara, 2019

Lluvia

Lluvia

Llueve otra vez. Llueve de nuevo. Llueve:
siempre el amor me llega con la lluvia.
Sobre la calle una llovizna breve
y aquí en mi corazón, cómo diluvia…
Llueve. Y el agua cae sin relieve
sobre las piedras, ávidas de lluvia.
Aquí en mi corazón, cómo remueve;
aquí en mi corazón, cómo diluvia.
Siempre el amor me llega así. Sin ruido,
con silencioso paso estremecido:
niebla menuda que después diluvia.
Siempre el amor me llega así, callado,
con silencioso andar desesperado…
Y no sé dónde estás. Y está la lluvia.

Julia Prilutzky (1912, Ucrania-2002, Argentina), Antología del amor, Ed. Plus Ultra, 1977

Cosas que haría de vez en cuando

Cosas que haría de vez en cuando

Te envolvería para regalo todos los domingos que me quedan
le daría una patada en el culo al mundo
para que girara hacia ti
cambiaría el nombre de las cosas
llamaría azul a los lunes
oleaje a los martes
y puede que llamara cometa al despertador.
Sobornaría a la gravedad cuando saltaras
gritaría tu adolescencia en los cementerios
plantaría una bandera en el corazón de un ministro
con una foto de tu cara
haría perfume con tu cintura
escribiría cien canciones sobre el hecho de mirarte
tomaría el pulso de tu falda en tus talones
devolvería el llanto que solté por todas las anteriores
mediría por suspiros las semanas
formularía una hipótesis sobre el resto de nuestras vidas
y eso que eres una desconocida.

Marwan (1979, Madrid, España); La triste historia de tu cuerpo sobre el mío, Ed. Noviembre, 2012

Quiero hacer contigo todo lo que la poesía aún no ha escrito

Quiero hacer contigo todo lo que la poesía aún no ha escrito
Cualquiera diría al verte
que los catastrofistas fallaron:
no era el fin del mundo lo que venía,
eras tú.

Te veo venir por el pasillo
como quien camina dos centímetros por encima del aire
pensando que nadie le ve.
Entras en mi casa
—en mi vida—
con las cartas y el ombligo boca arriba,
con los brazos abiertos
como si esta noche
me ofrecieras barra libre de poesía en tu pecho,
con las manos tan llenas de tanto
que me haces sentir que es el mundo el que me toca
y no la chica más guapa del barrio.

Te sientas
y lo primero que haces es avisarme:
No llevo ropa interior
pero a mi piel le viste una armadura.
Te miro
y te contesto:
Me gustan tanto los hoy
como miedo me dan los mañana.

Y yo sonrío
y te beso la espalda
y te empaño los párpados
y tu escudo termina donde terminan las protecciones:
arrugado en el cubo de la basura.
Y tú sonríes
y descubres el hormigueo de mi espalda
y me dices que una vida sin valentía
es un infinito camino de vuelta,
y mi miedo se quita las bragas
y se lanza a bailar con todos los semáforos en rojo.

Beso
uno a uno
todos los segundos que te quedas en mi cama
para tener al reloj de nuestra parte;
hacemos de las despedidas
media vuelta al mundo
para que aunque tardemos
queramos volver;
entras y sales siendo cualquiera
pero por dentro eres la única;
te gusta mi libertad
y a mí me gusta sentirme libre a tu lado;
me gusta tu verdad
y a ti te gusta volverte cierta a mi lado.

Tienes el pelo más bonito del mundo
para colgarme de él hasta el invierno que viene;
gastas unos ojos que hablan mejor que tu boca
y una boca que me mira mejor que tus ojos;
guardas un despertar que alumbra las paredes
antes que la propia luz del sol;
posees una risa capaz de rescatar al país
y la mirada de los que saben soñar con los ojos abiertos.

Y de repente pasa,
sin esperarlo ha pasado.
No te has ido y ya te echo de menos,
te acabo de besar
y mi saliva se multiplica queriendo más,
cruzas la puerta
y ya me relamo los dedos para guardarte,
paseo por Madrid
y te quiero conmigo en cada esquina.

Si la palabra es acción
entonces ven a contarme el amor,
que quiero hacer contigo
todo lo que la poesía aún no ha escrito.

Elvira Sastre (1992, Segovia, España), Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo; Ed. Lapsus Calami, 2014

Antes

Antes (poema a la manera de mi padre para mi padre)


Antes
de la música vino tu risa.
Antes
de los sueños vinieron tus cuentos,
las noches sin dormir,
la historia de tu vida
que terminó acunando la mía.

Antes
de la calma vino tu voz,
antesala del descanso,
arrulladora como la espuma del mar,
justa como las divisiones exactas,
pacífica como quien camina abrazado
–bandera blanca entre batalla de gruñidos–.

Antes
del miedo vino tu verdad,
tu empujón tranquilo sin ruedines,
tu experiencia de vida sin edulcorar
que te llevó a tener esa dulzura tan propia
y única que envuelve tu alma.

Antes
de la pena vinieron tus ojos tristes
a enseñarme la belleza del sufrimiento,
a mostrarme que el silencio puede ser un ruido aterrador
o la composición más delicada,
a señalarme que en la ausencia
se encuentra el recuerdo
–y eso es a menudo
la mayor presencia de alguien–.

Antes
de la poesía vinieron tus manos,
tu rostro en mi espejo,
tu letra en mi mesilla de noche,
tus libros en mis ojos,
tu conocimiento sobre mi almohada.

Antes
de la felicidad vino tu caricia
tu orgullo hecho nudo en la garganta,
tus brazos gigantes y pequeños
que protegen sin querer
y salvan queriendo
a cualquiera que se cruce en tu cariño.

Antes
del amor viniste tú con mamá,
con la abuela, con tu hermana, con tu hija,
y con esa manera de tratar a todo lo que amas
como si cada persona fuera un latido
y tú el corazón más inmenso de la familia.
Antes
de mí, del mundo que conozco,
de la vida que he escogido,
de la gente que amo y olvido
en pasado, presente y futuro,
del camino en que me pararé a descansar
y aquel del cual me saldré,
de las dudas, los miedos, mis sueños;

antes
de todo lo venga durante y después de mí
estás tú
porque empapas mis virtudes
y nunca has disimulado mis defectos,
porque la admiración y el amor se han hecho uno
cuando alguien me pregunta por ti,
porque tu mérito no es haberme dado la vida
sino haberme enseñado a vivir.

Porque quiero amar de la manera que tú amas.
Porque te amo de la manera que tú me amas.

Elvira Sastre (1991, Segovia, España; Ya nadie baila, Valparaíso Ediciones, 2015

Sé que poseo

Sé que poseo algunas cosas,
¡ay mi pequeño afán coleccionista!,
la caja desatada de los truenos,
un oscuro baúl para las lágrimas,
alicates y un dedo de agua de algún sitio,
la precisión exhaustiva de los ríos que no cantan,
un demonio pequeño sin poder contra la muerte,
fotos de amigos perdidos y no sé cómo,
recodos del camino,
indecencia del camino,
su color, su dolor,
más fotos de amigos,
una torre de aire para los relámpagos,
el peso innoble de las palabras que no se dicen,
las nubes de Morón y su sombra temprana,
hasta el ojo huracanado del que se termina hablando siempre,
y total para qué,
si yo lo que quería,
en el fondo, e interminablemente,
era la voz hondísima de Julio.

Mª Ángeles Pérez López (1967, Valladolid, España); Tratado sobre la geografía del desastre,  Ed. Verdehalago, 1997

Presa fácil

Presa fácil

Tu sueño forma un quieto remolino
que absorbe lo que cae en su constante
girar sobre sí mismo y lo conduce al centro
de su propia espiral vertiginosa.
Sobre la superficie de tu cuerpo
dormido, hay un abismo a flor de piel.
Eres materia, forma resaltada,
pero, a la vez, lejos de ti te ahondas.
Así te quiero, intensa cifra oscura
de ese misterio que te sobrepasa,
imagen fiel de la contradicción,
aire y plomada, horizonte y roca.
Detrás, detrás del indefenso aspecto
de tu belleza hay el mayor peligro
al que unos ojos pueden asomarse:
pareces presa fácil, cazadora.
Ya he caído en tu trampa, sobre el borde
del mirador que eres, sólo veo
tu vértigo, los círculos que trazas
en tomo a mí, tus envolventes órbitas.

(Lorenzo Oliván, Puntos de fuga  1996-2000)

« Entradas anteriores Entradas siguientes »

© 2025 Poemancia

Tema por Anders NorenArriba ↑