Más razones para la escritura

Más razones para la escritura

Qué inmensa la tristeza de un cuerpo que has amado,
qué abandono tan cruel su peso entre las sábanas
señalando inequívoco las ausencias futuras:
la muerte, el desamor, la enfermedad, el tiempo.
Perfecto en su belleza de un instante. Inasible.
No hay modo
de retenerlo así. Ni las palabras
podrían suspender esa condena
de la fugacidad: escribe y calla.
Que un verso lo sostenga en el vacío,
que milagrosamente se eternice
cuanto vas a perder.
No es suficiente
que hayas amado mucho y hasta el fondo.
Antes de que la luz se apague, escribe.
Escribe, escribe, simplemente escribe.

Josefa Parra (1965, Cádiz, España); La hora azul, Ed. Visor, 2007. Extraído de (TRAS)LÚCIDAS. Poesía escrita por mujeres (1980-2016), Bartleby Editores, 2016

Un viejo poema para un año nuevo

Un viejo poema para un año nuevo

Otro año que se va. Los tantos que se fueron
nos dejaron un verbo repetido
con significados diferentes
y el mapa de un tesoro que no está en ningún mapa,
conversaciones lentas y el silencio,
y luces que se apagan y sombras que se encienden,
y el vagar de alma en pena por el alma
de lo que no supimos expresar.

Otro año, mi vida. Y nosotros buscando
la llave que nos cierre la puerta del pasado
para estar en el tiempo,
que nunca es el ayer sino el enigma,
que nunca es regresar sino perderse.

Felipe Benítez Reyes (Rota, Cádiz, 25 de febrero de 1960), La misma luna, 2006

Paisaje con figuras

Paisaje con figuras

Para Francisco Brines

El frío va más allá de nuestra mirada.
No habla de sí. Llega. Delimita la tierra.
El frío es un cuadro de Goya
en el que nunca habrá refugio,
sobre el que siempre soplará el viento
y ni siquiera las piedras podrán cobijarse.
Es una mirada cerca de la muerte.
Es como no tener tu cuerpo,
es hacerse pedazos.
Es este abandono en el corazón,
que cae la tarde sola, sin resquicios,
y no hay palabras, ni ingenio, ni siquiera tormenta.
El frío es no amar. Acudir a tus ojos y no hallarlos.
Apenas tiene color. No sabe a nada.
Se pega a los miembros, al alma, a la corteza de Dios.
El hombre que sabe del frío intenta quitarse sus cristales.
La mujer, descalza, desnuda sobre el suelo húmedo
cuando el frío está ya dentro. No se ven.
Y cerca de la muerte, el frío es su mirada.

Esther Muntañola (1973, Madrid, España); En favor del aire, LF ediciones, El Árbol Espiral, 2003

Helado de chocolate

Helado de chocolate

Hay cosas que no tienen sentido como ir
a recitales donde todo se escucha mal. Ves a los músicos
flacos y con el pelo grasoso bailando y moviendo sus pelvis.
Ir a esas cosas en vivo me parecía medio tonto pero
me llené de calor viendo al cantante este fin de semana.
Eso era lo que tendría que haber sentido a los 15
con los chicos o a los 21, también. Los deseos de besar
alguien bonito y dibujarle ochos o infinitos en la espalda.
En un cuento de terror dos fans se comen los restos
de su músico favorito. Los fanáticos me parecen
la evolución negativa de la especie humana.
Es como que toda su potencia física llega al extremo
con los gritos, saliva, sudor, el cuerpo en éxtasis
pero la mente apagada. Nunca supe
cuál cantante me gustaba o cuál era mi canción favorita.
Pero me encanta decir que el chocolate
no me gusta y que mi gusto favorito de helado
es el de chocolate. Es igual a cuando te gusta
mucho una persona y te hace daño, entonces,
consumís todo lo que la rodea tipo los amigos
y sus bares o cafés pero odias cruzártela
o que te cuenten cosas de ella. La idea es vivir
cerca pero no encima.
Conocer cuando va a llover no es lo mismo
que salir con paraguas.

Sofía de la Vega (1993, Argentina), La idea es vivir cerca, pero no encima, Ed. Liliputienses, 2019.

El momento que más amo

El momento que más amo

El momento que más amo
es la escena final en que te quedas
sonriendo, sin rencor,
ante la dicha inalcanzable.
El momento que más amo
es cuando dices a la joven ciega
¿”Ya puedes ver?” y ella descubre
en el tacto de tu mano al mendigo,
al caballero, a su benefactor desconocido.
De pronto, es como si te quisieras
ir, pero, al cabo, no te vas,
y ella te pide como perdón
con los ojos, y tú le devuelves
la mirada, aceptándote en tu real
miseria, los dos retirándose y quedándose
a la vez, cristalinamente mirándose
en una breve, interminable, doble piedad,
ese increíble dúo de amor,
esa pena de no amarte que tú
–el infeliz— tan delicadamente
sonriendo, consuelas.

Fina García Marruz (1923, Cuba), Catedral sumergida: poesía cubana contemporánea escrita por mujeres, Ed. Letras Cubanas, 2013

Tablón de anuncios

Tablón de anuncios

Ya sé que éste es un libro que habla de ti y de mi;
que aquí no hay sitio
para la usura,
el hambre,
los desahucios,
el miedo,
que ser feliz no es cerrar los ojos
ni las sábanas son lo opuesto a las banderas.

Pero mira esa gente sin trabajo,
el dolor,
la injusticia,
las guerras,
el expolio,
la opresión,
el cinismo,
los pactos de silencio…
Mira cómo funciona
el negocio de la desigualdad:
para que sigan llenas algunas cajas fuertes,
tiene que haber millones de neveras vacías.

Ya sé que este es un libro de amor,
pero sus páginas
están abiertas para los que sufren,
para los ilegales,
para los desterrados,
para esos cuyo único problema
es que no tienen nada que sumar.

Les ofrezco mi voz para que nunca olviden
que ningún muro se alza ni se derriba sólo,
que juntar los pedazos de las promesas rotas
no les va a rescatar de la mentira.

Aquí tienen mis manos.

Si la verdad quisiera ser contada
pongo este poema a su disposición.

Benjamín Prado (1961, Madrid, España); Ya no es tarde, Ed. Visor, 2014

Modo de empleo

Modo de empleo

Estuve al borde del cinismo.
Afilé mis palabras,
cultivé alusiones,
desgrané tristezas.
Casi pensé
que era importante un gesto impenetrable
y hacer como si el dolor fuera asunto de risa.

Pero no.

Hay que acariciarse los ojos.

También nosotros necesitamos amor para ser valientes.

Laura Casielles (1986, Asturias, España) Los idiomas comunes, Ed. Hiperión, 2010 (Este libro ganó el XIII Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal y el Premio de Poesía Joven Miguel Hernández en 2011)

La mujer herida

La mujer herida 

Solamente si alguna vez amaste
               con uñas y con dientes
                sin red
                 sin salvavidas
aciertes a entender el vértigo insondable
que se extiende a los pies del desengaño.

Ella creyó encontrar la fuente del principio
cuando lo conoció, en medio de la tierra,
                  sin más escudo que su piel de hombre
          bruñida por el sol igual que el oro viejo.

Lo amó sin precipicios ni preguntas
tiernamente, en silencio
   con esa gratitud voluptuosa
      que provoca la lluvia en primavera.

Todo era tan sencillo.

Los versos inflamados de poetas infinitos
parecían seguirla a todas partes
   como si el corazón se hubiera convertido
                                en un fiel animal domesticado.

Porque no existe nada que perdure
una noche aprendió, como tantos lo hicieran
antes y después de ella,
que el amor es un río con cataratas propias
                                                  y remansos ajenos
que siempre desemboca en el océano.

Míralo de este modo: la vida te ha enseñado
siguiendo su costumbre de incansable maestra
   cómo el alma dibuja
       serenas cicatrices sobre viejas heridas.

Raquel Lanseros (1973, Cádiz, España); Los ojos de la niebla, Ed. Visor, 2008

No sabe nombrar las cosas

Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva ni te espere.
Idea Vilariño

No sabe nombrar las cosas

Destejo cada noche el telar
en movimientos similares
al abrazo de un contorno
que está borrando el tiempo.

No quiere nombrar las cosas.

Yo hilo mil palabras a puntadas,
revelo con vocales la pena,
con consonantes los besos
que no conocen ya su destino.

No puede nombrar las cosas.

Nos separan incontables pasos
que ya por fin se descubren,
no son los kilómetros la razón:
nuestras diferencias son insalvables.

Clara C. Scribá (1992, Madrid, España); Ya no, Ed. Huerga & Fierro, 2018

Carta de presentación

Carta de presentación

Mi razón de ser es sencilla:
no tengo sangre ni ademanes de princesa
tan sólo una ventana detrás de mi almohada
por donde miro el mundo
y un tesauro de reliquias léxicas
cuyos conceptos desembocan en la hondura de tu nombre.

Desconozco la magia de la lengua de oc
no llego a las alturas de la gaya ciencia
no abrigo artificios de dolce stil nuovo
pero de cuando en cuando garabateo versos
cifro el signáculo de la abeja que izan abril y mayo.

Me consumen ciertas patologías de luna amarga
pueriles lloriqueos de cierva herida
pero a menudo me ronda una sonrisa tibia
y trato, con más amor que rudimentos,
de hacerle frente a las hienas que me impiden el camino.

Salgo a tu encuentro y vuelo,
no pido prestadas las alas a un ángel
no preciso alondras, clavileños ni pegasos
distingo el signo de tus huellas en los mapas del aire.

Me gusta el regaliz si lo imagino en tu boca
prefiero la monja alférez a barbarella
creo en la fotosíntesis más que en los juramentos
me pone triste asomarme al catalejo de mis días
y divisar tu ausencia en los huecos del alba.

No he visto maravillas más allá de este cuarto
pero pensar en ti me calma el desasosiego
tú eres el mandala que interpreta mi esperanza
y en fin, te amo, no encuentro más referencias.

Te amo son todas mis credenciales.
Cuanto siento es cuanto tengo

no hay más cera.

Tina Suárez Rojas (1971, Las Palmas de Gran Canaria, España), Las cosas no tienen mamá, Ediciones Idea, 2008