Elegía del recuerdo imposible

Elegía del recuerdo imposible

Qué no daría yo por la memoria
de una calle de tierra con tapias bajas
y de un alto jinete llenando el alba
(largo y raído el poncho)
en uno de los días de la llanura,
en un día sin fecha.
Qué no daría yo por la memoria
de mi madre mirando la mañana
en la estancia de Santa Irene,
sin saber que su nombre iba a ser Borges.
Qué no daría yo por la memoria
de haber combatido en Cepeda
y de haber visto a Estanislao del Campo
saludando la primer bala
con la alegría del coraje.
Qué no daría yo por la memoria
de un portón de quinta secreta
que mi padre empujaba cada noche
antes de perderse en el sueño
y que empujó por última vez
el 14 de febrero del 38.
Qué no daría yo por la memoria
de las barcas de Hengist,
zarpando de la arena de Dinamarca
para debelar una isla
que aún no era Inglaterra.
Qué no daría yo por la memoria
(la tuve y la he perdido)
de una tela de oro de Turner,
vasta como la música.
Qué no daría yo por la memoria
de haber oído a Sócrates
que, en la tarde la cicuta,
examinó serenamente el problema
de la inmortalidad,
alternando los mitos y las razones
mientras la muerte azul iba subiendo
desde los pies ya fríos.
Qué no daría yo por la memoria
de que me hubieras dicho que me querías
y de no haber dormido hasta la aurora,
desgarrado y feliz.

Jorge Luis Borges, La moneda de hierro, 1976

La vida breve

La vida breve

La percusión del tiempo es una fragua
al final del pasillo,
ya no la escuchan más los hijos del herrero,
tan solo la perciben cuando cesa:
cuando el tiempo descansa
ellos paran también,
por si acaso al sacarle a la prisa ventaja
solo encuentran la muerte.

Las nubes de la tarde
resuenan en la lluvia de esta noche.

Los gritos de la casa
tiemblan en el eco de un llavero que cae
en el salón vacío.

En el ruido metálico de un andamio
se quejan las reformas
de lo que ya no existe.

El invierno te grita en el deshielo,
el verano que cruje en las hojas que pisas
ahora ya es octubre,
fue entonces cuando alguien pensó en ti,
y hoy susurra una carta debajo de la puerta.

Si se escucha un disparo,
hay redoble de lágrimas
en el cuarto del huérfano
y un suspiro entre sueños
despierta al asesino.

 En este llanto estallan nuestros sueños,
y no llora el pasado,
el futuro se queja de no ser quien creía.

 La prisa nunca prometió ventaja,
el tiempo de la música no es tuyo todavía.

Paula Bozalongo (1991, Granada, España) Diciembre y nos besamos, Ed. Hiperión, 2014 (XXIX Premio Hiperión de Poesía)

Metro de madrid informa

Metro de Madrid informa

Siete de cada diez pasajeros de este vagón no apartan sus miradas del teléfono móvil.
Uno de diez mira al frente sin mirar nada.
Uno de diez duerme,
se despierta casualmente en su parada, o no.
Yo, voy leyendo
o en su ausencia, escribiendo.
Escribo cartas de amor para olvidarme de él,
algún borrador del que luego sacaré un poema comercial,
canciones con la letra cambiada,
insultos muy logrados hacia todo aquel a quien odio
y razones para llorar.
Voy escribiendo de todo lo que veo,
acaba convirtiéndose en todo lo que me importa.
Las niñas sacan cuadernos y lápiz,
se hacen un moño,
se cruzan de piernas o se sientan en el suelo.
Sus madres
miran el móvil.
Yo las miro a ellas.

Pero hoy no escribo,
hoy leo.

Voy riéndome sola,
llorándome sola.
Uno de diez me mira pero no me ve.
Algunas veces yo soy ese uno de diez que mira
pero mira sabiendo.
Me enamoro de personas,
en ocasiones acabo tomando con alguna una cerveza,
sonrío como en películas americanas de un noviazgo nacido por la casualidad.
Cuando miro, penetro
y siempre
me acuerdo de las caras.
Algunas veces me miran a mí,
esa parte ya es más complicada.

Hoy me miran mientras leo,
hoy, me ve una señora.

Y hoy, una mañana de Julio de 2017, voy llorando en el metro
por unan madrugada de Agosto de 1936.
Leer de tu fusilamiento me destroza este alma de poeta que creemos tener.

Leer tu historia, de nuevo,
y desear llegar al final de esa biografía
con la gloria de siemprevivas en tus costados.
Desear un final diferente
como cruz de vida y oliendo Andalucía.

El metro de Madrid llora romances
y no sabe por qué.

Que si lloro por un hombre ­me dice­.
No, señora.
Lloro por el Romancero gitano.
Lloro por la amistad que no me brindó Dalí.
Lloro por Cadaqués y Granada,
por las palabras que quisiera mías
y porque me quedado sin voz al leerte.
Lloro por ellas,
por doña Rosita,
por Adela,
por La novia,
por Yerma.

El metro de Madrid llora.
Llora el metro de Nueva York y los hijos que se fueron.

No, señora, no lloro por un hombre.
Lloro por los más de cien mil asesinados por el franquismo que
siguen abandonados en cunetas y fosas comunes.

Finalmente sólo digo:
Sí, señora.
Lloro por un hombre.
Lloro por Federico.

Alejandra Martínez de Miguel (1994, Madrid, España); Báilatelo sola, Ed. Plan B, 2019

Tiempo de mar

Tiempo de mar 

El mar me pertenece
lo hago pasar entero
entre mis manos ávidas.
Lo acaricio le doy
la única mirada
sencilla que me queda
la que aún no han manchado
ni el miedo ni la muerte.

Mar limpio entre mis dedos
goteando esperanzas
porque sostiene aún
un velamen con brisa.

Mar de todos los mares
hoy contemplo en su espuma
otros mares antiguos:
aquel de mi primer
contacto con las playas
y el de aquellas lecturas
codiciosas e incómodas
bajo algún tamarindo.
y aquel otro del trópico
sin huellas de turistas
con esa pulpa tierna
que ofrece el cocotero.
Quiero olvidar aquí
lo que sucedió anoche.
el mar no tiene culpa.
Es dócil, mío, puro,
es un lebrel que lame
mis plantas mansamente.

Ernestina de Champourcín (Vitoria, 1905 – Madrid, 1999) Primer exilio, Ed. Rialp, 1978)

No me interesa lo que

No me interesa lo que
dicen los disidentes de la dictadura.
Pero confieso que me gustaban los chocolates Toblerone
que mi tía me traía en Navidad.

No creo en los presos políticos,
ni me impresionan los niños descalzos
que les muestran los dientes a las máquinas Minolta
de los turistas italianos.

No voy a pedir asilo.
Desconozco los avances
o retrocesos económicos de mi país.
Ya he hablado de Drácula lo bastante.
Ya he recogido fresas en Andalucía.
Ya he sido gitana, ya he sido puta.
No necesitan volver a preguntármelo.

Lo que me preocupa —y, eso, sí puede ser relevante
para el fin de la historia— es saber
cuándo fue que me transformé,
yo que era una loba solitaria,
en este caniche de apartamento que les habla ahora.


Não me interessa o que
dizem os dissidentes da ditadura.
Mas confesso que gostava dos chocolates Toblerone
que a minha tia me trazia no Natal.

Não acredito nos detidos políticos,
nem me impressionam os miúdos descalços
que mostram os dentes para as máquinas Minolta
dos turistas italianos.

Não vou pedir asilo.
Desconheço os avanços
ou retrocessos económicos do meu país.
Já falei de Drácula que chegue.
Já apanhei morangos na Andaluzia.
Já fui cigana, já fui puta.
Escusam de mo perguntar outra vez.

O que me preocupa – e isso, sim, pode ser relevante
para o fim da história – é saber
quando é que me transformei,
eu que era uma loba solitária,
neste caniche de apartamento que vos fala agora?

Golgona Anghel (1979, Rumanía); Vine porque me pagaban, Killer71 Ediciones, 2019. Edición bilingüe / traducción de Aníbal Cristobo

Agujero negro

Agujero negro

Olvidándome voy en este vago cuerpo
Luis Cernuda

¿A dónde va el deseo
cuando no sabe dónde posarse?
¿Qué rumbo toma
después de estar girando como cometa loca
que no renuncia al cielo
ni quiere desprenderse de la tierra?
A alguna parte habrá de ir con su brío de guerra,
con su sed y su dulce quemadura.
A otro ha de encontrar para incendiarlo,
y enceguecerlo,
y dejarlo como una estrella muerta que en su médula lleva
(como una maldición)
el destello de luz de la memoria.

Piedad Bonnett (1951, Colombia); Las herencias, Ed. Visor, 2008

Imprevisible materia

Imprevisible materia

Es siempre la memoria amarga copa
que promete consuelo y todo quema
tan pronto como roza nuestros labios.
Amor, verdad, locura. Imprevisible
materia de la vida y de los sueños
que levanta castillos en el aire
y traza laberintos infinitos
sobre el mapa de nuestro corazón.
En la insaciable sed de la nostalgia,
Todos los fuegos son el primer fuego.

Victoria León (1981, Sevilla, España); Secreta Luz, Ed. Fundación José Manuel Lara, 2019 (Premio Iberoamericano Hermanos Machado)

Cavar una fosa

Cavar una fosa.

Cavar una fosa.
Edificar una casa.
Sobre las ruinas de las ruinas,
ahora y siempre por los siglos de los siglos,
la vida siempre en obras.
Un basurero atesora
la indiferente memoria de los días.
Quién reciclará nuestros despojos,
quién regalará fascículos
con nuestra colección de instantes,
qué teletipos darán noticia
de la simulación de un sueño,
quién archivará cuidadosamente nuestros nombres
y hará el penúltimo inventario,
en qué autopista o hiperespacio habitaremos.

Qué Internet hacia Dios por si lo escucha.

Entre derribo y derribo,
cavar una casa,
edificar una fosa.


Amalia Iglesias (1962, España), Dados y dudas, Ed. Pre-Textos, 1996

Lágrimas en la lluvia

Lágrimas en la lluvia

¿Detrás de qué torcida curva del camino
se perdieron los días azules?
En este tiempo de lluvia y huracanes
el sol de la infancia

.
He despertado he vivido el día
y el agua sigue cayendo terca sobre la casa.
Uno ama la lluvia y recuerda cuando ella venía
con sus pequeñas manos a pintar el verde tras el verano
ahora en cambio se queda como huésped indeseable
se emborracha de sí misma y nos agrede a manotazos.

Ya no hay quien silencie
la estrepitosa rebelión del paisaje bucólico
el fin de los días azules
el sol relegado
a la memoria de la infancia.

Gioconda Belli (1948, Nicaragua); Estos días azules y este sol de la infancia. Poemas para Antonio Machado, Ed. Visor, 2018.