El sueño de la muerte

El sueño de la muerte

I
Despiértame de este sueño de la muerte,
príncipe de mis días,
acércate,
encuéntrame tendida en este sueño de la muerte.

Tan bella como pueda serlo
aquella que ha cruzado huyendo un bosque
y se ha rendido,

así soy yo de bella. 

Muerta y llorada por pequeños amigos.

II
Despiértame de este sueño de la muerte.
Atiende toda señal del camino
y presta oídos al rumor de los árboles.
Ellos te guiarán.
Ábrete paso, príncipe de mis días,
encuéntrame aquí bella y dormida
y bésame.

Tanto
como puedas besar a aquella
que ha cruzado huyendo un bosque
perseguida y sin culpa
hasta perderse.

Así de bella soy.

Luisa Castro (1966, Lugo, España), De mí haré una estatua ecuestre, Ed. Hiperión, 1997

Sinusoide

Sinusoide

Soy mujer
no podía ser otra cosa
si tengo un cuerpo sinusoide,
vagina y pechos
con los que amamanté a la vida
igual que hizo mi madre;
si tengo piernas y manos
con las que me teñí el pelo de rojo,
hice esferas con las olas,
puse lazos, termómetros,
el primer trece en las urnas
y defendí mis axiomas de mujer,
mis dogmas.

Tengo ojos,  boca,
algunos juguetes rotos,
muchas noches sin dormir
y cuentos en el bolsillo.
Tengo los labios pintados
y las uñas,
con ellas escribiré
cuando se acabe la tinta.

Entre canas y arrugas,
miedos, risas, fiebre,
voz y letras
no podía ser otra cosa.

Soy mujer.

Consuelo de la Torre (1959, Jaén, España); Ángulos, Ed. Nazarí, 2017

Canción de arcilla

CANCIÓN DE ARCILLA

Mi cuerpo está hecho de ríos.
Tiene las curvas
del caudal de tus manos
de agua;
las huellas que tú has ido labrando
con tu paso.
Y en mis márgenes de espuma
crece el romero
y la salicaria.
Has ido tendiendo puentes
sobre mi espuma
y turbulencia,
sobre el mágico misterio de sentirse río
latente.

Me has amasado con el barro de la orilla,
pequeño alfarero,
con tus grandes manos tiernas.
Por mis ojos de vasija
mana toda la luz
del agua.

Mercedes Escolano, (Cádiz, 15 de febrero de 1964), Marejada, Ed. Salesianos, 1982

Meditación en el umbral

Meditación en el umbral

No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoi
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila
la visita del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas,
contando las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.

Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.

Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.

Rosario Castellanos (1925-1974, México); Otros poemas; Ed. Fondo de Cultura Económica, 1972

Aviso de correos

Aviso de Correos

Llamarán a tu puerta una tarde cualquiera.
Y no se sabe quién habrá dejado
en el suelo un paquete para ti.
MUY FRÁGIL, dice al dorso. Lo remite Pandora.
Albergue de montaña en el Olimpo.
Grecia la Vieja.
Sí, parece su otra caja,
la caja fascinante, la olvidada,
la que nunca abrió nadie,
la que escondía el Tiempo en algún zulo,
la que cruzara intacta por los mitos,
la que nunca extrajeron los viejos arqueólogos
ni indagaron los más serios poetas
y que -mira por dónde-
aparece en tu puerta, inesperada.
Contiene la mordaza, ya suelta, de Pandora,
venenos para dar a las palabras
que usurparon el trono tantos siglos,
ese brillo del no,
el cinismo de Hermes,
hondas para romper los espejismos
de las formas dañinas del amor
y palabras vibrantes y fresquísimas
dispuestas a pisar, como gacelas,
las lenguas gangrenadas e inservibles.
(Algo queda en el fondo. No lo mires.
Cuídate de Pandora: es el olvido).
Si llaman a tu puerta cualquier día,
si traen un mensaje de muy lejos,
mira la dirección del remitente
porque a veces los dioses, caprichosos,
rectifican el mundo en cajas nuevas.

Aurora Luque (1962, Almería, España), Carpe noctem, Ed. Visor, 1993

Pedimos perdón

Pedimos perdón por los mares que no hemos descubierto, por los libros que no hemos leído, por las flores que no hemos observado.
Pedimos perdón por las sopas que no hemos calentado, por las despensas que no hemos repintado, por los cabellos que no hemos peinado.
Pedimos perdón por las mesas que no hemos ocupado, por las conversaciones en las que no hemos intervenido, por la historia en la que no hemos aparecido.
Pedimos perdón por nuestra ausencia en los asuntos importantes y por nuestra falta en los sucesos y por nuestra desaparición en los homenajes.
Pedimos perdón por los vestidos que hemos dejado de vestir y por las personas que hemos dejado de admirar.
Pedimos perdón por no haber medido el viento, no haber contado los granos de trigo, no haber memorizado la historia y no haber hecho inventario del vacío en ningún almacén.
Pero si no hiciéramos surf, ¿quién haría nada con la energía sin materia?
Hemos estado tan absortas atando cordones a las olas.
Pedimos perdón por no tener otra ocupación más práctica que bordar el filo del agua.
Pedimos perdón por no haber estudiado más palabras en los diccionarios para expresar mejor el estruendo de fondo.
Pedimos perdón pues es grave tanto vacío de acción.
Pero no pedimos perdón por lo que hemos hecho, por lo que sí hemos realizado.
Mejor estar en la orilla de los sucesos que en una tempestad que no nos corresponde.

Susana Barragués Sainz (1979, Bilbao, España); Surfing ecstasy, Ediciones Leteo, 2016

Corte sirena

Corte sirena

Yo sé que hablamos de mi ansiedad femenina
y de plumplum, no de hacer el amor.
Pero vos no sabés que escribo poemas
sobre científicos y pienso cómo la sintaxis
te hace jugártela tan poco.
A todos los chicos que conozco les gusta el fútbol y lo juegan mal
menos mi papá que me dice siempre
peor es nada.
Yo creo que nada es mejor
pero los mensajitos van y vienen
sé que hay compromisos. Nada
nos detiene ni las razones que te dan a pensar
que algo quiero pescar.
Saber que no es fácil llegar me recuerda
todos los diálogos que tengo de noche
con los chicos de mi adolescencia
que nunca pude decirles no.
Quiero ser miss universo Perú
salir en la televisión
con un vestido blanco y negro
corte sirena diciendo:
Soy
Sofía de la Vega
Vengo de Tucumán
Mis medidas son:
las veces que me dijeron qué lindos son tus poemas
y vos contestaste se quieren acostar con vos.
No quiero escribir sobre cómo me dañás
sólo sobre cómo decís no saber manejar
tu baja autoestima.
Los autos se manejan nene, no las nenas.
Vos no escuchás
no pensás no interpretás.
Sé que estás dando lo mejor de vos
pero ya es tarde.
Las selfies se van amontonando
yo estoy muy atrapada entre vos y mi casa

Sofía de la Vega (1993, Argentina), extraído de CELOFÁN. Revista de poesía, 2016 (celofanpoesia.blogspot.com)

Adiós a la niñez

Adiós a la niñez

Adiós Peter Pan,
se aleja mi niñez
dando pasos de gigante
y tu sombra soy yo
convertida en mujer.

La tierra en donde vives
no me puede acoger
porque ahora sueño
que eres agua salada
mojándome la piel,
que eres un niño grande
bebiéndose mi sed.

Ya no puede volar
porque mi boca
ha aprendido a morder
con dientes de deseo,
y he dejado de ser
la niña que encontraba
respuestas en los libros.
Ahora salgo a buscar
las piezas perdidas de mi alma
en los ojos cerrados de la noche.

En tu almohada
he guardado los tebeos
que leía de niña,
el pedazo de cielo de viñeta
que no podré alcanzar
por querer ser tu amante.

Adiós Peter Pan,
el eco de los niños
que no quieren crecer
y sólo juegan
me ha hecho recordar
que tuve sueños
que nunca jamás podrán cumplirse.

Ana Merino (1971, Madrid, España), Juegos de niños, Ed. Visor, 2003. (I Premio Fray Luis de León)

Entelequia

Entelequia

Hubo magia. Eso dicen,
pero yo estaba fuera,
en el día siguiente:
el 7 de enero.
En mí habita el horror de los regalos.
La muñeca sin párpados,
la caja vacía,
las pilas descargadas.
Estoy en la fractura de las muñecas rotas.
En mí, el caramelo envenenado,
la barba postiza.
Soy lo que sobra,
lo que no se recicla, lo que se amontona,
la basura:
una mujer, no joven.
Nadie.
El despojo de este país,
otro olvido,
un tumor social.
En realidad no existo: soy una invención
basada en hechos reales.
De mí habla la mitad de un telediario,
titulares, cifras, porcentajes.
Pero soy un número goloso,
venid a lamerme, perritos,
chupad mis lamentos,
jugad con ellos entre ministros.
Os dejo la desesperación:
haced un buen caldo con mis miserias.
Sois unos cabrones.

Eva Vaz (1972, Huelva, España). Ruido de venenos, Ed. Crecida, 2013.

Bambalinas

Bambalinas

Conocen el color de tus ojos,
habrá quien se atreva a decir que te ha visto llorar
como quien cuenta que ha visto una nube
con forma de dragón o un accidente
en la carretera camino del trabajo.

Saben con certeza de qué color es tu voz
y me consuela:
de ti solo podrán tener tu aire que ya no existe, que
ya es eco,
un recuerdo
que viene y va como el verano.

Te ven bailar entre dientes llenos
de colores.
Aquel sabe de sobra cómo continuar tu trazo, aquella
no desconoce el puñal afilado de tu garganta, aquellos
aplauden tu presencia como el que celebra una fiesta
que aún no ha comenzado.

Ignorantes, aves sin alas, pequeños
trozos de palabras que buscan rima en la arena de
una playa abarrotada…

Yo sigo aquí después de tu risa,
encuentro tu razón cuando tú pierdes todo lo demás
y amo todo lo que está de menos.
Yo abro las ventanas cuando lloras y procuro que atardezca
solo para volver a tus lágrimas fuego
-recuérdalo: es el paisaje el que te mira a ti-.

Yo llevo en la boca tu calma
y sé sonreír sin peso en los hombros porque la música
no es más que
tu voz llevando el tempo.

Yo te he visto caer en el suelo derrotada como una flor
marchita a punto de ver partirse el cielo en dos mitades
siempre distintas.

Yo te he escuchado preguntándote por qué la vida
es a veces todo lo contrario a su nombre,
tus manos murmurando algo de un alto al fuego,
tus pies
hiriendo los relojes para que no pasen las horas
que te mantienen lejos de tus árboles.

Yo, en un abrazo infinito de suerte,
te he visto quedarte después de las pesadillas.

Yo he dormido contigo entre bastidores, he limpiado
tus ojos negros, tus labios rojos, te he quitado la piel
que te envuelve las noches de gala y he lamido tu piel
sin perfumar.

Ellos solo te aprenden.

Yo
te

virgen
y
en
bruto.

Elvira Sastre (1991, Segovia, España; Ya nadie baila, Valparaíso Ediciones, 2015