Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

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Un gotear incesante en el perfil de la noche 

Un gotear incesante en el perfil de la noche 

Una caída lenta.
Un hondo, denso
caer
sin asideros,
sin refugio,
sin voz.
Un indeciso estar cayendo
en lo oscuro.
Como una gota,
como un gotear incesante
en el perfil de la noche. Llueve
la noche y entra por los huecos,
las zanjas.
Hunde
En su oquedad la tristeza
y la infinitud.
Una bóveda inmensa y negra, unas estrellas;
su apaciguada luz.

Coral Bracho (1951, México), La voluntad de ámbar, Ed. ERA, 1998

El amor te protege de la noche

El amor te protege de la noche
—no lo olvides—
con el paraguas blanco abre sus alas

si despierta
y del torrente bebe esa frescura

la más triste cosecha la anega
su caudal
detenido

no hay camino más cierto

—estás ausente
debajo de aquel manto—

aunque marches a tientas en la niebla
por senderos oscuros

Esperanza Ortega (1953, Palencia, España), Mudanza, Ed. Ave del Paraíso ,1994. Extraído de Lo que va a ser de ti, Ed. Plaza & Janés, 1999

Vivirás en mi verso

Vivirás en mi verso

Vivirás en mi verso cuando la luz se acabe,
por eso yo te canto germinal y sencillo,
descubriéndote el alma cuando el cielo está quieto
y el silencio se puebla de planetas sin nombre.
Mientras los otros duermen mi luz está encendida,
voy siguiendo el camino que iniciamos entonces,
desde aquel viejo mar, primitivo y solemne,
tan fresco y tan azul, tan blanco de veleros,
desde aquella esbeltez que tenían los chopos
aleteando leves en la luz de la tarde,
desde aquel mirador cubierto por la yedra,
abierto a la esperanza de otros mundos distintos.
No puedo alzar la voz para alegrar la brisa.
Mi mano está escribiendo el color del recuerdo.
Perdona que te escriba mientras los otros duermen.
También yo estoy llorando con los ojos abiertos.

Mariluz Escribano Pueo (1935-2019, Granada, España); Umbrales de otoño, Ed. Hiperión, 2014. Premio Andalucía de la crítica en 2014.

Nightingale

Nightingale

«Cada palabra es una herida mortal.
Debo tener cuidado».
Jorge Díaz

Noche, palabra mía henchida de sucesos
La aflicción, el vacío, la muerte, la tiniebla
avivan en tus sílabas sus temores y ansias.
Extenuado nombre, fatigada corola,
para caer de ti como cansino pétalo,
o hundirse en tus confines, abiertos, afilados,
beso ardiente, última sensación,
locura extrema.
Noche, noche, amor mío,
¿es que acaso me atreveré a saltar
traspasada de ti hasta la muerte?
Lengua: nupcial espada.
Apenas te mencione, convocadas estrellas
insistirán solícitas mostrando el desvarío
de tus ojos vibrátiles.
Oh noche, qué incitante, qué turbadora eres;
madre devoradora, acercas tu regazo,
y cómo quiero huir, cómo desertar quiero
de tus lágrimas ávidas, cómo intento esconderme
de tus manos, oh noche, mi tristeza.
Y quizás seas la única, la palabra final
que todo amor explique. Y el estremecimiento.
Y el magnífico instante que ni aún la memoria
más fiel y enamorada consiente en repetir.
Noche, tristeza mía, todavía es posible
que te llame, y me abreve en el láudano amargo
que destilan tus letras. Que a tu herida entregue
y a tu abismo, mi tristeza, mi noche,
todavía es posible.
Oh noche mía, acaso… acaso te amaría.

A James Forestal, que se arrojó al
vacío antes de terminar de escribir
la palabra “ruiseñor”, es decir,”NIGHTingale”

Ana Rossetti (1950, Cádiz, España), Indicios vehementes (Poesía 1979-1984), Ed. Hiperión, 1998

El río no medita su cauce

El río no medita su cauce

Va la corriente al encuentro de su desembocadura,
nadie puede apagar su voz cuando se aleja.
Los labios dicen al viento en su cascada
que algún enigma a veces se desnuda en tus poros,
pero la ausencia no quiere
descifrar su emblema en un solo abrazo.

Aún escribo tu nombre con prisa
en las paredes del sueño,
y aunque la lluvia se empeñe otra vez en borrarlo,
queda el poso que el tiempo
no ha visto entre las grietas.

El fuego no piensa en la ceniza.
El camino no sabe del viajero.
La noche desconoce que siempre huye del día.
La distancia no pregunta dónde está el horizonte.

Amalia Iglesias (1962, Palencia, España), Dados y dudas, Ed. Pre-Textos, 1996

Ya es de noche en algún lugar

Ya es de noche en algún lugar

Ya es de noche en algún lugar,
alguien está sacándose las medias,
metiéndose en la cama,
tomando el último vaso de coca del día,
fumando la última seca del día
antes de lavarse los dientes,
sacándole la correa a su perro
después de llevarlo a pasear
por lo menos una vuelta a la manzana,
apagando el teléfono
o enchufándolo,
mandando un buenas noches
un te quiero mucho
un te extraño
un nos vemos mañana
un me gustaría dormir con vos
un tu lado de la cama está frío.
Ya es de noche en algún lugar,
alguien está cocinando para
la persona que más quiere
en el mundo,
partiendo los fideos
por la mitad
para que entren en la cacerola
mientras la salsa burbujea
en la otra hornalla.
Ya es de noche en algún lugar,
alguien está escribiendo un poema
para que oscurezca más rápido,
más temprano.

Valentina Varas (1991, Argentina);  De todas las cosas que nunca entendí siempre vas a ser mi favorita; Ed. Liliputienses, 2018.

La visión

La visión 

Caminábamos lejos de la noche,
citando versos al azar,
no muy lejos del mar.
Cruzábamos de vez en cuando un coche. 

Había un eucalipto, un pino oscuro
y las huellas de un carro
donde el cemento se volvía barro.
Cruzábamos de vez en cuando un muro. 

Íbamos a ninguna parte, es cierto,
y estábamos perdidos: no importaba.
La calle nos llevaba
junto a un caballo negro casi muerto. 

Era de noche -esto será mentira.
Tal vez, pero en mis versos es verdad-.
Una arcana deidad
casi siempre nocturna que nos mira 

vio que nos deteníamos y el día
suspendió sus fanáticos honores,
clausuró sus colores
pues también el caballo nos veía. 

No digas que no es cierto: nos miraba.
Con la atónita piedra de sus ojos,
bajo los astros rojos,
nos vio como los dioses que esperaba.

Silvina Ocampo (1903-1994, Argentina), Poesía completa, Ed. Emecé, 2010

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