Otoño y jardín

Otoño y jardín

Señora: Es el crepúsculo. No importa si un retoño
se ha abierto en los rosales del jardín, todavía:
Ya ha llegado el terrible crepúsculo de otoño,
que es decir un crepúsculo que dura todo el día.
Señora: Es el otoño… Vuestras últimas rosas
las está deshojando no sé qué desaliento.
Y es que existe un otoño para todas las cosas,
y el amor y la vida se nos van en el viento.
Comprendedlo, señora: Nada podrá el rocío,
ni siquiera las lágrimas. Ya todo será en vano;
pues no hay nada más triste que un retoño tardío,
y el amor es un poco de ceniza en la mano…

José Ángel Buesa

Presencia del otoño

Presencia del otoño

Debí decir te amo.
Pero estaba el otoño haciendo señas,
clavándome sus puertas en el alma.
Amada, tú, recíbelo.
Vete por él, transporta tu dulzura
por su dulzura madre.
Vete por él, por él, otoño duro,
otoño suave en quien reclino mi aire.
Vete por él, amada.
No soy yo el que te ama este minuto.
Es él en mí, su invento.
Un lento asesinato de ternura.

Juan Gelman, El juego en el que andamos, 1956—58

Lluvia de otoño

Lluvia de otoño

(Con Verlaine)

(Llueve, llueve dulcemente…)
…El agua lava la yedra;
rompe el agua verdinegra;
el agua lava la piedra…
Y en mi corazón ardiente,
llueve, llueve dulcemente

Esté el horizonte triste;
¿el paisaje ya no existe?;
un día rosa persiste
en el pálido poniente…
Llueve, llueve dulcemente.

Mi frente cae en mi mano
¡Ni una mujer, ni un hermano!
¡Mi juventud pasa en vano!
—Mi mano deja mi frente… —
¡Llueve, llueve dulcemente!

¡Tarde, llueve; tarde, llora;
que, aunque hubiera un sol de aurora
no llegará mi hora
luminosa y floreciente!
¡Llueve, llora dulcemente!

Juan Ramón Jiménez (1981, Huelva, España); de Olvidanzas / Olvidanzas del moguereño (1901-1907); extraído de Juan Ramón Jiménez: Edición del centenario; Ed. Taurus, 1981.

Ha llegado el otoño

Ha llegado el otoño con su frío cambiante
y una alfombra de hojas despeina las aceras.
Caminamos del brazo por crujidos de ámbar
pero apenas miramos la desnudez del árbol,
las pulpas sobre el suelo o las pieles polares.
Nuestros ojos no enfocan la realidad del resto,
son arpones de luz que descienden al fondo
de las constelaciones para que no estéis solos,
para daros vigor en la vida que empieza.
Retumba en la galaxia donde flotáis dormidos
la canción muscular que os acuna en la noche.
Por su ritmo constante adquiriréis muy pronto
una nueva firmeza bajo el espacio líquido.
Nos alegra pensar que al fin habéis venido
al bosque de planetas que con pacientes dedos
colgamos en la cumbre de la ilusión más pura.
Abrid los ojos, ved: las vitrinas de estrellas
os alumbran el surco que conduce a nosotras.
Tras el último giro os aguardan dos madres
que no se cansan nunca de nombraros y hablaros;
que han encendido un fuego, con abundante leña,
que os mantenga calientes a este lado del mundo,
y que ahuyente a las bestias en las noches de invierno.

Ariadna G. García (1977, Madrid, España); Ciudad sumergida, Ed. Hiperión, 2018

Se acostumbra el oído al murmullo

Se acostumbra el oído al murmullo
del agua y, con el tiempo, si sigues
a su lado es como si el manantial
callase. Y así entiendes, aún mejor,
el trabajoso verde de los pinos
del arenal, allá lejos. Hojas
que flotan en la pila, octubre se destiñe
en la arboleda. Van cruzando
la tarde los graznidos de los grajos
y en el pinar se oyen voces. No callan.

Fermín Herrero (1963, Soria, España); De la letra menuda; Ediciones Cálamo, 2009

En el silencio de los pueblos se desmoronan
las paredes de adobe. Qué se podría hacer,
todo, todos se fueron, se fueron yendo
a la ciudad y todas sus muertes juntas
siguen aquí. Y también sigue aquí el castaño
y la fuente, la iglesia, los olmos muertos, los cerros
y la loma. Y también un ramal del nublado
que se volvió, cargado de pedrisco, y el gancho
que arrastraba hasta el banco de matar
a las cochinas. No debo interpretar sus silencios.

Fermín Herrero (1963, Soria, España); De la letra menuda; Ediciones Cálamo, 2009

Balada de otoño

Balada de otoño

Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados,
sobre los campos, llueve.

Pintaron de gris el cielo
y el suelo
se fue abrigando con hojas,
se fue vistiendo de otoño.
La tarde que se adormece
parece
un niño que el viento mece
con su balada en otoño.

Una balada en otoño,
un canto triste de melancolía,
que nace al morir el día.
Una balada en otoño,
a veces como un murmullo,
y a veces como un lamento
y a veces viento.

Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados
sobre los campos, llueve.

Te podría contar
que esta quemándose mi último leño en el hogar,
que soy muy pobre hoy,
que por una sonrisa doy
todo lo que soy,
porque estoy solo
y tengo miedo.

Si tú fueras capaz
de ver los ojos tristes de una lámpara y hablar
con esa porcelana que descubrí ayer
y que por un momento se ha vuelto mujer.

Entonces, olvidando
mi mañana y tu pasado
volverías a mi lado.

Se va la tarde y me deja
la queja
que mañana será vieja
de una balada en otoño.

Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados…

Juan Manuel Serrat (1943, Barcelona, España); Álbum La Paloma ℗ 2000 BMG Music Spain, S.A.