Mutaciones poéticas

Mutaciones poéticas

En mi familia no hay poetas.

Pero mi abuelo Gregorio,
cuando regaba el huerto en Belinchón,
se quedó tantas tardes
velando las acequias, murmurando:
No bebemos
el agua: es ella quien nos bebe.
El agua
es
la mujer.

No, en mi familia no hay poetas.

Pero una vez, muy niña, encontré cáscaras
de huevo azul
a los pies del almendruco.
Se las mostré a mi padre y mi padre, silencioso,
me enseñó a hacerles un nido
con ramaje;
y me enseñó por qué: hay pedazos de vida
que son
sueños enteros.

En mi familia, os digo, no hay poetas.

Pero cuando mi bisabuela
Asunción
contempló por vez primera el mar
-la primera y la única-,
me cuentan que se quedó muy seria, muy callada,
durante un ancho rato, hasta que dijo:
Gracias
por
los ojos.

No sé de dónde salgo. En mi familia
no hay poetas
malos.

Martha Asunción Alonso (1986, Madrid, España), Wendy, Ed. Pre-Textos, 2015. Este poemario ganó el Premio de Poesía Joven RNE (2015). Además, la poeta tiene el Nacional de Poesía Joven (otorgado por el Ministerio de Cultura, 2011), el Adonáis (2012), y el Premio Carmen Conde de Poesía Joven (2018)

Currículum vitae

Currículum vitae

Lo que el hombre no dice
son las noches en vela,
las batallas perdidas y las puertas cerradas

Lo que el hombre no cuenta
son sus sucias costumbres,
su mal genio los lunes,
sus manías, sus tristes
cicatrices antiguas.

Lo que el hombre se calla
cuando eleva su copa
son los besos no dados,
los poemas no escritos,
las preguntas dobladas
en oscuros cajones.

Son las tres de la tarde
y los ángeles llenan
estas calles de octubre
y, extrañados, contemplan
lo que el hombre señala:
todo cuanto ha logrado.
Y los ángeles lloran
y bostezan y ríen
y se miran sabiendo
lo que el hombre no sabe.
Son las tres de la tarde
y hace frío en sus alas.

Lo que el hombre aún ignora,
lo que el hombre no sabe
es que todos los hombres
y mujeres que miran
su callar silencioso,
su nombrar bagatelas,
todos ellos a un tiempo
también tapan sus rotos,
también callan su historia.

David Hernández Sevillano (1977, Segovia, España); El reloj de Mallory, Ed. Visor, 2020. XVIII Premio Emilio Alarcos

Abrazar

abrazar
                   la cicatriz

                                  :      puente de hueso

                   esperma
de polvo

vislumbrar el poema {cómo cicatriza / la posibilidad de coser
alas a un pájaro / y / desaparecer al instante / en la puntada}

Sonia Bueno (1976, Melilla, España); Aral, Editorial Amargord, 2016,

He venido para ver

He venido para ver

He venido para ver semblantes
Amables como viejas escobas,
He venido para ver las sombras
Que desde lejos me sonríen.
He venido para ver los muros
En el suelo o en pie indistintamente,
He venido para ver las cosas,
Las cosas soñolientas por aquí.
He venido para ver los mares
Dormidos en cestillo italiano,
He venido para ver las puertas,
El trabajo, los tejados, las virtudes
De color amarillo ya caduco.
He venido para ver la muerte
Y su graciosa red de cazar mariposas,
He venido para esperarte
Con los brazos un tanto en el aire,
He venido no sé por qué;
Un día abrí los ojos: he venido.
Por ello quiero saludar sin insistencia
A tantas cosas más que amables:
Los amigos de color celeste,
Los días de color variable,
La libertad del color de mis ojos;
Los niñitos de seda tan clara,
Los entierros aburridos como piedras,
La seguridad, ese insecto
Que anida en los volantes de la luz.
Adiós, dulces amantes invisibles,
Siento no haber dormido en vuestros brazos.
Vine por esos besos solamente;
Guardad los labios por si vuelvo.

Luis Cernuda (Sevilla, 1904 – Ciudad de México, 1963)

Invitación

Invitación

Me gustaría
que me oyeras la voz y yo pudiera
oír la tuya.
Sí, sí. Hablo contigo
mirada silenciosa
que recorre estas líneas.
Y repruebas, tal vez, este imposible
deseo de salirse del papel y la tinta.
¿Qué nos diríamos?
No sé, pero siempre mejor
que el conversar a solas
dando vuelta a las frases, a sonidos
(el poner y el sacar paréntesis y al rato
colocarlos de nuevo).
Si tu voz irrumpiera
y quebrara esta misma
línea… ¡Adelante!
Ya te esperaba. Pasa.
Vamos al fondo. Hay algunos frutales.
Ya verás. Entra.

Circe Maia (1932, Uruguay); publicado en Cambios, permanencias en 1978. Extraído de Transparencias. Antología poética, Ed. Visor, 2018

No te he querido nunca como debiera

No te he querido nunca como debiera, te acompaño
en la alegría y te deseo mucho y a veces
te acaricio, es verdad, con ternura, e incluso
te echo en falta a menudo, en cuanto estás
lejos o no te veo y necesito reunir a tu lado
mi silencio, que es nuestro silencio. Me encuentro
a gusto entre tus brazos, tus manías, tal
y como van las cosas. También estás en mí secreta
y aun así sé que no te he querido como tendría
que quererte, que no seré capaz de hacerlo.

Fermín Herrero (1963, Soria España); Nunca será bastante (poemas casi de amor), Ed. La Garúa, 2019.

Excusatio non petita

Excusatio non petita

Te avergüenza decir que eres poeta

la gente te mira raro
como si fueras un ser de otro mundo
que vive en un estado de permanente tormento

por eso te justificas inmediatamente después:
pero estoy terminando una novela
añades

todo parece volver a su sitio.

Itziar Mínguez Arnaiz (1972, Bilbao, España), Que viene el lobo, Ed. Sistolá, 2016 (I Premio de Poesía Nicanor Parra)

Poesía para

Poesía para…
(letanía a modo de poética)

Poesía para desnudar la palabra.
Poesía para que se encienda la piel.
Poesía para conjurar el miedo.
Poesía para interpretar el caos.
Poesía para razonar los sueños.
Poesía para hacer exacta la alucinación.
Poesía para ver lo invisible.
Poesía inútil.
Poesía para la belleza.
Poesía contra la estupidez.
Poesía frente a la intemperie.
Poesía para llegar al día siguiente.
Poesía para tener tema de conversación.
Poesía para respirar.
Poesía para sustituir al grito.
Poesía para follarnos al lector.
Poesía para que el poema nos folle.
Poesía porque es lo único que sé hacer.
Poesía para que la oscuridad sea luz y la luz, oscuridad.
Poesía para vivir más.
Poesía para decir “te quiero”.
Poesía para eyacular.
Poesía sin poéticas.
Poesía para la revolución.
Poesía para la nada.
Poesía para todas las palabras.
Poesía en silencio.
Poesía para que no nos engañen.
Poesía porque no se vende.
Poesía para el poema.
Poesía para ser libre.
Poesía para los amigos (y los enemigos).
Poesía de lo inverosímil y de lo cotidiano.
Poesía para crear otra realidad.
Poesía porque de algo hay que morir.
Poesía para no pensar en la muerte.
Poesía porque es divertido.
Poesía para llevar la contraria.
Poesía para tener razón.
Poesía porque no me da la gana escribir prosa.
Poesía porque no sé escribir prosa.
Poesía para rezar.
Poesía para que nos quieran más.
Poesía para preservar el espíritu.
Poesía por facilidad de palabra.
Poesía porque suena bien.
Poesía para que la palabra diga lo que dice.
Poesía para que la palabra diga lo que no dice.
Poesía para comprenderme.
Poesía para convivir con la contradicción.
Poesía para vencer al pudor.
Poesía para olvidar el tiempo.
Poesía para sentirnos diferentes.
Poesía para que nos pregunten: ¿Qué ha querido Ud. decir con…?”
Poesía porque no rima.
Poesía para recordar.
Poesía por imitación.
Poesía para tener algo que hacer los fines de semana.
Poesía como prótesis.
Poesía como consuelo.
Poesía para entretener la espera.
Poesía para seguir escribiendo “poesía para…”
Poesía por vanidad.
Poesía poro.
Poesía para que se nos ocurran versos al acostarnos (y no los recordemos al despertarnos).
Poesía para que nos deseen las mujeres (o los hombres).
Poesía para que nuestro padre nos apruebe.
Poesía para que nuestro padre nos repruebe.
Poesía para cagarnos en alguien.
Poesía, siempre, para la emoción.
Poesía porque poesía.

Eduardo Moga (Barcelona, 1962), Revista “La sombra del membrillo” (2003-2012)