Esta es la gran tragedia del poeta

Esta es la gran tragedia del poeta:
el poema es el fósil de la poesía.
Ejemplo: ningún perro nos miró
jamás desde ningún verso.
Ejemplo: si se acerca la oreja al poema
comprobaremos que no respira.
Ejemplo: ni el mar ni las nubes leen.

Por eso las musas son espíritus
atravesados por un alfiler.
Y el poema, un amigo que te grita
desde la calle que salgas a jugar.
Es el billete de barco
que te promete salitre
y la posibilidad del delfín.

Diez años de poeta solo enseñan
que en los poemas no llueve.
Pero cuando afuera caiga la primera gota
tú, lector, la saludarás con familiaridad.
El poeta pretenderá que fue él
quien te presentó la lluvia.
Tú sabes que lo único que hizo
fue que desearas empaparte hasta los huesos.

Aunque luego seamos poeta y lector
de esos desagradecidos que usan paraguas.

Ana Pérez Cañamares (1968, Santa Cruz de Tenerife, España); La senda del cimarrón; Ed. Ya lo dijo Casimiro Parker, 2020

Secuencia

Secuencia

…Y si la verdadera patria del hombre es el idioma: las pausas, las curvas, sus ritmos informales, habré de callarme para recomenzar, frotarme las manos hasta que desaparezcan las huellas dactilares y en la explanada abierta de la palma poder sembrar carteles, opúsculos, las cadencias de mi sintaxis o la precocidad de un niño que, consciente de ser niño, muestra sus venas rotundas hacia el aire.

Marta Agudo (1971, Madrid, España); 28010, Ed. Calambur, 2011. Extraído de Sombras di-versas. Diecisiete poetas españolas actuales (1970-1991), Ed. Vaso Roto, 2017

La sombra sobre el papel

La sombra sobre el papel

Antes que el trazo,
la sombra sobre el papel,
como el cuerpo es amapola
antes que piel o carne
y el poema asombro, silencio, espacio
antes que palabra.

Qué frágiles,
absurdos, hermosos,
nosotros,
deseando perdurar en lo mutable,
en lo incierto y voraz,
definición de duda…
Así que amémonos,
dejemos al tiempo hacer lo suyo,
sólo somos pequeñas lumbres
al aire de la noche.

Esther Muntañola (1973, Madrid, España); Comiendo una granada, Bartleby Editores, 2017

Como un roce en sus labios

Como un roce en sus labios

Que alguien pase mis páginas, pues que debo perderme
en la oscura raíz de mi arboleda. Puedo
escuchar cómo gime el silencio, y ya soy
solo un roce en sus labios, aunque el escribidor
de versos solo sea alguien que habla de cosas que no entiende.
Que me recorra un soplo, y pueda yo alcanzar
—sin que quizás me entienda— a escribir cada día
una línea distinta para inventar la vida que me falta,
y me aprenda, y me olvide, pues me sé de memoria después de tantos años.
No deteriora el tiempo la belleza:
la perfecciona en otra manera de hermosura.

Mª Victoria Atencia (1931, Málaga); De pérdidas y adioses, Ed. Pre-Textos, 2005.

Confidencias

Confidencias

Incapaz de elegir un pétalo de la rosa,
mi forma de ser me incita
a recorrer todo el tallo
investigar qué hay detrás de cada espina.
Soy de dos maneras como mínimo
no puedo expresarme con una tendencia,
rozo el compromiso, bendigo la aventura
y si me atrapa el amor
en sus redes desnuda, me implico.
Venero al sol tanto como a la luna
y aplaudo al silencio lo mismo que al grito.
Me alimento de la lentitud como de la prisa
y me apoyo en los libros
igual que en el brazo de una amiga.

Gloria Bosch (1959, Barcelona, España);  Una llamada tuya bastará para sanarme, Ediciones Carena, 2003.

Palabras de papel

Palabras de papel

 Busco palabras,
nombrar este dolor
que se despeña
por un catálogo de voces mudas,
sentimientos de aceite que flotan en el agua
podrida que me anega.

Busco palabras,
nombrar la mariposa
que vuela lejos, lejos de estas páginas
reales y eruditas,
frías como el papel
que me hace cortes en los dedos.

Busco palabras que te invoquen,
palabras que
huelan a ti,
suenen a ti,
sepan a ti,
pero las letras se hacen humo
y el fuego quema tanto
que no sé si la bruja que crepita
tendrá tu rostro
o el mío.

Gerardo Rodríguez Salas (1976, Granada, España); Anacronía, Valparaíso Ediciones, 2020

Indemne

Indemne

Descanso tendida a la orilla del mar.
La luz parece no cambiar nunca, atraviesa el viento
apenas sin moverse. Su mano ligera, descarnada,
se agarra al frío erizado de mi piel.
Nace en mi cuerpo la vida, y permanece.
Miro, sin embargo, lo que queda al retirarse cada ola:
pequeñas conchas rotas, algas frágiles,
un trozo de junco partido y seco.
Presencias de que algo ha terminado.
Alguna vez seré simplemente eso, me digo.

Cierro los ojos: alguna vez seré simplemente eso.

Marta López Vilar (1978, Madrid, España); Del alma a la boca. 13 poetas madrileña, Ed. Huerga & Fierro, 2018