Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

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Palabras de papel

Palabras de papel

 Busco palabras,
nombrar este dolor
que se despeña
por un catálogo de voces mudas,
sentimientos de aceite que flotan en el agua
podrida que me anega.

Busco palabras,
nombrar la mariposa
que vuela lejos, lejos de estas páginas
reales y eruditas,
frías como el papel
que me hace cortes en los dedos.

Busco palabras que te invoquen,
palabras que
huelan a ti,
suenen a ti,
sepan a ti,
pero las letras se hacen humo
y el fuego quema tanto
que no sé si la bruja que crepita
tendrá tu rostro
o el mío.

Gerardo Rodríguez Salas (1976, Granada, España); Anacronía, Valparaíso Ediciones, 2020

Indemne

Indemne

Descanso tendida a la orilla del mar.
La luz parece no cambiar nunca, atraviesa el viento
apenas sin moverse. Su mano ligera, descarnada,
se agarra al frío erizado de mi piel.
Nace en mi cuerpo la vida, y permanece.
Miro, sin embargo, lo que queda al retirarse cada ola:
pequeñas conchas rotas, algas frágiles,
un trozo de junco partido y seco.
Presencias de que algo ha terminado.
Alguna vez seré simplemente eso, me digo.

Cierro los ojos: alguna vez seré simplemente eso.

Marta López Vilar (1978, Madrid, España); Del alma a la boca. 13 poetas madrileña, Ed. Huerga & Fierro, 2018

Antes de escribir el poema

Antes de escribir el poema…

Antes de escribir el poema,
con el lápiz en la mano
y el silencio hecho palabra
me pregunto a quién demonios
interesa si este mar
ya no es azul ni si mi vida
de hoy es la que antes era.
Y si es lamento
o violín lo que suena
ahora en mi casa.
O a quién irán estos versos
y quién se aventurará conmigo
buscando esa luz inútil
que conduzca a una salida.
Este es un viaje
sin más brújula que el viento
ni más compañía
que este miedo y esta noche.

Ana María Navales (1939, Zaragoza, España), Contra las palabras, Ed. Quaderni de la Valle, 2000

Vivirás en mi verso

Vivirás en mi verso

Vivirás en mi verso cuando la luz se acabe,
por eso yo te canto germinal y sencillo,
descubriéndote el alma cuando el cielo está quieto
y el silencio se puebla de planetas sin nombre.
Mientras los otros duermen mi luz está encendida,
voy siguiendo el camino que iniciamos entonces,
desde aquel viejo mar, primitivo y solemne,
tan fresco y tan azul, tan blanco de veleros,
desde aquella esbeltez que tenían los chopos
aleteando leves en la luz de la tarde,
desde aquel mirador cubierto por la yedra,
abierto a la esperanza de otros mundos distintos.
No puedo alzar la voz para alegrar la brisa.
Mi mano está escribiendo el color del recuerdo.
Perdona que te escriba mientras los otros duermen.
También yo estoy llorando con los ojos abiertos.

Mariluz Escribano Pueo (1935-2019, Granada, España); Umbrales de otoño, Ed. Hiperión, 2014. Premio Andalucía de la crítica en 2014.

En el principio

En el principio

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

Blas de Otero (1916, Bilbao- 1979, Madrid), Pido la paz y la palabra (1955), extraído de Poesía española (1900-2010), Ed. Castalia, 2012

Para sobrevivir lo cotidiano

Para sobrevivir lo cotidiano

Al bajar al sótano mi ropa sucia
olvidé que guardaba un puñado de ideas
en el bolsillo de atrás del pantalón,
y al sacar la ropa limpia de la lavadora
las descubrí desperdigadas
en trozos de papel totalmente ilegibles.

Desde ese momento
el alma de las cosas susurra que estoy loca
porque rezo al revés a un dios que ya no existe,
y me salen estigmas en las manos
y me vienen a ver desconocidos
que se quedan conmigo por las noches.

Se ahogaron mis palabras en agua enjabonada
y no pude encontrar su rastro en mi cabeza.

Las letras que surgieron de mis dedos
que anoté en los papeles que guardé en mi bolsillo
eran mi dirección, mi nombre,
el título de un libro,
los idiomas que hablo, las cosas que no digo.

Eran formulas mágicas para sobrevivir lo cotidiano,
cómo abrir el buzón y dar los buenos días,
cómo no abrir la puerta al hombre seductor
que nunca se refleja en los espejos.

Todo lo que anotaba eran pequeñas pistas que seguía
para recomponer las piezas de mi cuerpo,
para no equivocarme y saber quién soy
sin tener que pensármelo dos veces.

Ana Merino (1971, Madrid, España), Juegos de niños, Ed. Visor, 2003. (I Premio Fray Luis de León)

Mi vida con el volcán

Mi vida con el volcán

Como yo, el volcán despierta de noche.
De día, él y yo intentamos descansar,
               sin mucha suerte.
Por eso andamos turulatos.

Cuando ya se juraría que no servimos para cualquier cosa,
escupimos nuestra bocanada nocturna
sobre la irritante luz feroz del pleno día.

Esta que aquí se ve entre letras
es la mía. 

Carmen Boullosa (1954, México); La aguja en el pajar, Ed. Visor, 2019. XIX Premio Casa de América de Poesía Americana.

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