Si me permites

Si me permites

Si me permites
no te llamaré por tu nombre,
procuraré otros atajos
que me sepan conducir
al sitio donde las palabras amanecen,
al recodo donde las historias
se reconocen inútiles
y el azar pacta
a riesgo de sus mejores apuestas.
Si me permites
te desearé simplemente
como si invocara la lluvia
en la estación más seca,
aquella que queda
sin balbuceos
más allá de la aridez
del recuerdo
de lo que no fue.
Si me permites,
si hay un lugar donde yo pueda,
me haré cómplice en tu piel
y como un devoto feligrés,
fiel a los caprichos del deseo
te haré mía sin nombres
sin palabras, sin promesas.

Arturo Gutiérrez Plaza (1962, Venezuela); El cangrejo ermitaño. Antología poética, Ed. Visor, 2020

Adiós a la niñez

Adiós a la niñez

Adiós Peter Pan,
se aleja mi niñez
dando pasos de gigante
y tu sombra soy yo
convertida en mujer.

La tierra en donde vives
no me puede acoger
porque ahora sueño
que eres agua salada
mojándome la piel,
que eres un niño grande
bebiéndose mi sed.

Ya no puede volar
porque mi boca
ha aprendido a morder
con dientes de deseo,
y he dejado de ser
la niña que encontraba
respuestas en los libros.
Ahora salgo a buscar
las piezas perdidas de mi alma
en los ojos cerrados de la noche.

En tu almohada
he guardado los tebeos
que leía de niña,
el pedazo de cielo de viñeta
que no podré alcanzar
por querer ser tu amante.

Adiós Peter Pan,
el eco de los niños
que no quieren crecer
y sólo juegan
me ha hecho recordar
que tuve sueños
que nunca jamás podrán cumplirse.

Ana Merino (1971, Madrid, España), Juegos de niños, Ed. Visor, 2003. (I Premio Fray Luis de León)

Ítaca no existe

Ítaca no existe

Tres vueltas de llave y un olor a silencio,
la luz súbitamente estrangulada en el lecho sin fondo
y la humedad de quince o más otoños
y esta locura
y esta oscura gangrena de embriagada penumbra,
tres o cuatro macetas con esquejes de olvido
o esa vela gastada en noche de tormenta.

Las puertas columpian el llanto de sus goznes.
Hace ya tiempo que no hay golondrinas al borde del tejado.

Asciendo lentamente
                                     aquella escalera de los sueños freudianos,
subo a los altares mínimos
                                              de mi propia insuficiencia.

¡Cuánto ayer empozado,
cuánta breve mortaja,
cuánto leve recuerdo!

Sobre la cal de esta pared escribo un verso:

He regresado y nada me esperaba.

Quizá se vuelve como a la patria o al padre
con un algo de herida
y esa ansiedad de no reconocerse en los viejos espejos.
Quizá se vuelve tarde,
se vuelve ya sin tiempo.
Desde el suelo
una muñeca muerta me contempla,
                                            -una muñeca serenamente muerta-
Me alejo
con la desagradable sensación de haber profanado una tumba.

Amalia Iglesias Serna (1962, Palencia, España), Un lugar para el fuego, Ed. Rialp, 1985. Este poemario ganó el Premio Adonáis en 1984

Dejé de transmitir sus señales e interpreté las mías

Dejé de transmitir sus señales e interpreté las mías

Cuando las gaviotas se lo coman todo
y en los esqueletos de los barcos proliferen
los insectos,
seguirás preguntándote qué hice contigo
después de recordarte.

Porque después del recuerdo vienen otras cosas
que no conociste,
que tampoco conocí porque desaparecían
al ritmo ligero de lo no deseado.
Pequeñas rozaduras que envejecían el instinto
de retenerte
y que no hacían daño, como ahora las gaviotas.

Todavía no, pero las veo gordas
sobre sus patas tiesas de aferrarse a los ahogados
y comerles los ojos
sin movimiento.

Porque no opone resistencia la carroña
engordarán tranquilas.

Pero todavía no,
aunque las vea.

Luisa Castro (1966, Lugo, España), Los hábitos del astillero, Ed. Visor, 1989 (IV Premio Internacional de Poesía Rey Juan Carlos)

Justicia poética

Justicia poética    

Quiero conocer a todas mis madres
reconstruir mi linaje y mi conciencia
a partir de los versos las renuncias
las huellas de todas las mujeres
que he sido al mismo tiempo.
Quiero una larga estirpe de mujeres valientes
que han escrito poemas
después de hacer la cena
y han vivido el exilio
dentro del dormitorio.
Reconocerlas libres brillantes y caóticas
retratando monarcas
sublevando las formas
componiendo sonetos
en una Europa en llamas.
Quiero sobrellevar la carga de la historia
convertirme en relevo
nombrarlas
sin esfuerzo.
Pronunciar con propiedad
el término familia.

Rosa Berbel (1997, Sevilla, España) Supernova, Bandaàparte Editores, 2016

Tópico

Tópico

Ya no atrapes el día —no se deja,
no es tan fácil ser dueño del presente,
persistir en la dicha o detenerla
para el trámite mínimo
de asignarle palabras.
Y ni al acariciar
las sienes o los pómulos o el pecho
que con furia deseas, cuando la luz parece
palparse con las yemas de los dedos,
estás lejos al fin de los vampiros:
la Utopía, el Vacío, la Memoria.
Amas para escribirlo solamente,
la dicha pide a gritos que un recuerdo
del futuro la abrace y la duplique.
No corras tras el día. Si no lo acosas puede
que se tienda sumiso
de noche en tu regazo.

Aurora Luque (1962, Almería, España), Problemas de doblaje, Ed. Rialp, 1990

Pequeños accidentes caseros

Pequeños accidentes caseros

Me hice un tajo en un dedo cuando cocinaba.
Luego me despellejé otro dedo al abrir una botella.
Hoy me he raspado la pierna con el pico de la mesita.
Así que me he puesto seria:
he reunido en asamblea a todos los objetos de mi casa
y les he dicho que ya sé
que me muero de la pena,
que tengo el corazón en carne viva,
que ya sé
que no soy más que una herida que sangra tristeza,
que hasta respirar me duele porque él no me ama
como le amo yo;
en fin: que no hace ninguna falta, les he dicho,
que me lo recuerden también ellos
cada día.

Berna Wang (1957, Madrid, España); extraído de La escritura plural. 33 poetas entre la dispersión y la continuidad de una cultura. Antología actual de poesía española, Ed. Ars poetica, 2019

Para hablar contigo

Para hablar contigo

De aquellos borradores que perdí
o que olvidé
o que se fueron,
qué parte de mí misma se salvó,
cuánto dejé de ser
escapando al abismo de unos versos.
Hasta dónde pudieron conducirme
tantos caminos inexplorados,
tantas lianas rotas en un bosque
cargado de silencios.
Y de tantas palabras que busqué,
la sola condición de mi existencia,
cuáles no confluyeron
en esta oscuridad de luna nueva
y estrellas que se fugan por el cielo.
La tierra es un lugar para vivir
pero los versos son la propia vida.
Sé que soy yo
pues me escribí en lo negro de tus ojos.

Ángeles Mora (1952, Córdoba, España); Contradicciones, pájaros, Ed. Visor, 2001.

Precuela

Precuela

En aquel tiempo extraño,
los amigos se habían mudado lejos,
los lugares antiguos de la infancia
se habían transformado para siempre
con la prisa salvaje de los años perdidos.
Dejábamos de usar los verbos en plural
por pereza de ser ya demasiados.
De nada nos sirvieron los recuerdos,
heredados y antiguos,
sonriendo de verdad o de mentira,
porque nada supimos de los otros.
En aquel tiempo extraño y fariseo,
tuvimos muchos hijos
a los que no quisimos poner nombre.
Aunque quizá todo esto
ahora no nos baste.
Pero en aquel momento,
tan niños y tan sabios,
esperábamos ya la plenitud
de agosto, y de las playas llenas,
las discusiones tristes,
los besos de puntillas,
de este futuro que era impermeable.

Rosa Berbel (1997, España), Las niñas siempre dicen la verdad, (ganador por unanimidad de la XXI edición del Premio de Poesía Joven «Antonio Carvajal»), Ed. Hiperión, 2018

No os diré nunca adiós

No os diré nunca adiós
viejas palabras malgastadas
amigos fiestas
proyectos incumplidos

y esta alegría de palomas
a punto siempre de partir

países
que desaparecieron de nuestra geografía

no os diré nunca adiós
porque en vosotros
está más cerca el paraíso

Esperanza Ortega (1953, Palencia, España), Algún día, Ediciones Portuguesas, 1988. Extraído de Lo que va a ser de ti, Ed. Plaza & Janés, 1999