Nimiedades

NIMIEDADES

Tu luz era fuente de gozo aquellos días.
No importaba más
la piel dura de las sombras,
ni el rasgado sol de aquel otoño incipiente
impedía aún el rojo de la tarde.

Entonces era más joven y escribí
poemas remilgados. Inventé para ti paisajes tiernos
y la esperanza
de aquel que desconoce,
iluminaba mi rostro y transformaba el presente
en un futuro favorable.

Quisiera ahora, sin embargo, nimiedades.
Verte dudar junto al estante de los yogures,
mirarte hervir las patatas,
sacudir de tu hombro las gotas
algún día en que, al salir del cine,
nos sorprendiese la lluvia y su fragancia.

María Paz Otero (1995, Madrid, España); Nimiedades. Ed. Hiperión, 2021. Ganadora del III Premio de Poesía Joven Tino Barriuso.

Del transcurso

Del transcurso

Miro hacia atrás, hacia los años, lejos,
y se me ahonda tanta perspectiva
que del confín apenas sigue viva
la vaga imagen sobre mis espejos.

Aún vuelan, sin embargo, los vencejos
en torno de unas torres, y allá arriba
persiste mi niñez contemplativa.
ya son buen vino mis viñedos viejos.

Fortuna adversa o próspera no auguro,
por ahora me ahínco en mi presente,
p aunque sé lo que sé, mi afán no taso.

Ante mis ojos, mientras, el futuro
se me adelgaza delicadamente,
más difícil, más frágil, más escaso.

Jorge Guillén (1893, Valladolid-1984, Málaga); Clamor, Ed. Sudamericana, 1957-1963.

Una percha olvidada

Una percha olvidada
y la lámpara vieja
los niños
se despidieron del caballo blanco
se sostenía muda
tu casa
apoyada en el aire de la claraboya
donde el amor creció invisible
tierno como un racimo
asombro
de gentiles fantasmas descuidados
sin embargo el otoño
cayó sobre la casa
y la cubrió de sombras amarillas

Esperanza Ortega (1953, Palencia, España), Mudanza, Ed. Ave del Paraíso ,1994

En las ventanas de casa

En las ventanas de casa
los años centellean.
Yo aún recuerdo tus manos
temblando
en ese primer regalo
que me hiciste,
cuando eras un hombre
que hoy dices que está muerto.
Recuerdo tus manos y tus ojos,
recuerdo Barcelona dentro de un taxi,
recuerdo las cosas que dijiste,
todas las palabras.
Recuerdo las sillas de ese café,
la mesa con patas de aluminio,
la dulzura salada de tus besos
y mis nervios aflorando
como árboles
al darte la mano.
Somos más viejos
pero somos los mismos,
y todo lo que tengamos que hacer
lo haremos juntos.
No pienses demasiado
y ponme el abrigo;
y no dejes que se enfríe
el pastel de manzana
que siempre compartimos.

Noemí Trujillo (1976, Barcelona, España); La muchacha de los ojos tristes. Poemas, homenajes y estrés; Parnasse Ediciones, 2011

Lugares que se inventan de camino

Lugares que se inventan de camino

Nos gustaba impulsarnos de la mano
y salpicarnos todo el eros de política.
Como en aquella foto movida y entusiasta
que nos hicieron saltando en multitud.
Sólo después supimos adónde:
cada salto inventaba su lugar.

¿Y si rompemos esto –nos decíamos–
y luego lo volvemos dulcemente a construir?
Estábamos desnudos, estábamos furiosos
y queríamos llevarnos las sobras a casa.

Con el paso del tiempo
nuestros cuerpos detenidos
transparentaron el paisaje,
o nos caímos de la fotografía
por un agujero que nadie esperaba.

De lo que hicimos
queda el lugar, un aire eufórico
y algo hecho añicos que aún respira.
La historia cruje. Y la hostigamos.
Amor es una escala de violencia.

Erika Martínez (1979, Granada, España); Chocar con algo, Ed. Pre-Textos, 2017

La canción de las cosas perdidas

La canción de las cosas perdidas

Estoy en casa sola, escucho jazz,
una canción que me habla de la lluvia
mientras las gotas, aún lentas, caen
desconcertadas sobre este cristal
que me hace ver la noche y tu recuerdo.

Es la canción de las cosas perdidas,
que regresan en noches de verano
igual que una tormenta inesperada.

Y bailo enloquecida con tu ausencia,
y se calman la lluvia y el desgarro,
y suave es la canción, como la noche.

Los amores difíciles
están en la canción y en esta lluvia
que ahora cae fina en la ventana.

Y las gotas de nuevo se deslizan
lentas sobre el cristal con su promesa
de imposible regreso de las cosas perdidas.

La canción terminó y voy a la cama,
mientras la lluvia fuera me susurra
—no sé si es un consuelo o una advertencia
todo se alcanza al fin, pero a destiempo.

Ioana Gruia (1978, Rumanía); La luz que enciende el cuerpo, Ed. Visor, 2021. Premio Hermanos Argensola 2021

Entonces

Entonces

Cuando yo no te amaba todavía
-oh verdad del amor, quien lo creyera-
para mi sed no había
ninguna preferencia verdadera.
Ya no recuerdo el tiempo de la espera
con esa niebla en la memoria mía:
¿El mundo cómo era
cuando yo no te amaba todavía?
Total belleza que el amor inventa
ahora que es tan pura
su navidad, para que yo la sienta.
Y sé que no era cierta la dulzura,
que nunca amanecía
cuando yo no te amaba todavía.

Mª Elena Walsh (1930-2011, Argentina), Poemas y canciones, Ed. Alfaguara, 20014

Y yo me iré

Y yo me iré

«y yo me iré
  y se quedarán los pájaros cantando.»
      J.R.J.

Y yo me iré,
y tú te quedarás
pensando en otra espera
tigre en celo.
Y yo me iré
con la mar en borrasca
rebuscando el camino
sin la luz de tu estrella,
y quedarán sangrantes
desgarrones de vida
en la reja del puerto.
Tu corazón y el mío
habrán bebido todas
las nuevas alegrías,
y tú te quedarás
con mi recuerdo
clavado en las pupilas
mirándolo crecer.

Marina Romero Serrano, (1908-2001, Madrid, España), Poemas de Ida y Vuelta. Ed. Torremozas, 1999