Las preposiciones no siempre se ajustan deberían tener gomas en las esquinas como las sábanas bajeras para aguantar en su sitio las convulsiones de un cuerpo. Cuando dices que piensas en mí no piensas en mí piensas acerca de mí pero desde lejos.
Miriam Reyes (1974, Orense, España), Haz lo que te digo, Bartleby Editores, 2015
Tu luz era fuente de gozo aquellos días. No importaba más la piel dura de las sombras, ni el rasgado sol de aquel otoño incipiente impedía aún el rojo de la tarde.
Entonces era más joven y escribí poemas remilgados. Inventé para ti paisajes tiernos y la esperanza de aquel que desconoce, iluminaba mi rostro y transformaba el presente en un futuro favorable.
Quisiera ahora, sin embargo, nimiedades. Verte dudar junto al estante de los yogures, mirarte hervir las patatas, sacudir de tu hombro las gotas algún día en que, al salir del cine, nos sorprendiese la lluvia y su fragancia.
María Paz Otero (1995, Madrid, España); Nimiedades. Ed. Hiperión, 2021. Ganadora del III Premio de Poesía Joven Tino Barriuso.
Una percha olvidada y la lámpara vieja los niños se despidieron del caballo blanco se sostenía muda tu casa apoyada en el aire de la claraboya donde el amor creció invisible tierno como un racimo asombro de gentiles fantasmas descuidados sin embargo el otoño cayó sobre la casa y la cubrió de sombras amarillas
En las ventanas de casa los años centellean. Yo aún recuerdo tus manos temblando en ese primer regalo que me hiciste, cuando eras un hombre que hoy dices que está muerto. Recuerdo tus manos y tus ojos, recuerdo Barcelona dentro de un taxi, recuerdo las cosas que dijiste, todas las palabras. Recuerdo las sillas de ese café, la mesa con patas de aluminio, la dulzura salada de tus besos y mis nervios aflorando como árboles al darte la mano. Somos más viejos pero somos los mismos, y todo lo que tengamos que hacer lo haremos juntos. No pienses demasiado y ponme el abrigo; y no dejes que se enfríe el pastel de manzana que siempre compartimos.
Noemí Trujillo (1976, Barcelona, España); La muchacha de los ojos tristes. Poemas, homenajes y estrés; Parnasse Ediciones, 2011
Nos gustaba impulsarnos de la mano y salpicarnos todo el eros de política. Como en aquella foto movida y entusiasta que nos hicieron saltando en multitud. Sólo después supimos adónde: cada salto inventaba su lugar.
¿Y si rompemos esto –nos decíamos– y luego lo volvemos dulcemente a construir? Estábamos desnudos, estábamos furiosos y queríamos llevarnos las sobras a casa.
Con el paso del tiempo nuestros cuerpos detenidos transparentaron el paisaje, o nos caímos de la fotografía por un agujero que nadie esperaba.
De lo que hicimos queda el lugar, un aire eufórico y algo hecho añicos que aún respira. La historia cruje. Y la hostigamos. Amor es una escala de violencia.
Estoy en casa sola, escucho jazz, una canción que me habla de la lluvia mientras las gotas, aún lentas, caen desconcertadas sobre este cristal que me hace ver la noche y tu recuerdo.
Es la canción de las cosas perdidas, que regresan en noches de verano igual que una tormenta inesperada.
Y bailo enloquecida con tu ausencia, y se calman la lluvia y el desgarro, y suave es la canción, como la noche.
Los amores difíciles están en la canción y en esta lluvia que ahora cae fina en la ventana.
Y las gotas de nuevo se deslizan lentas sobre el cristal con su promesa de imposible regreso de las cosas perdidas.
La canción terminó y voy a la cama, mientras la lluvia fuera me susurra —no sé si es un consuelo o una advertencia todo se alcanza al fin, pero a destiempo.
Ioana Gruia (1978, Rumanía); La luz que enciende el cuerpo, Ed. Visor, 2021. Premio Hermanos Argensola 2021
Cuando yo no te amaba todavía -oh verdad del amor, quien lo creyera- para mi sed no había ninguna preferencia verdadera. Ya no recuerdo el tiempo de la espera con esa niebla en la memoria mía: ¿El mundo cómo era cuando yo no te amaba todavía? Total belleza que el amor inventa ahora que es tan pura su navidad, para que yo la sienta. Y sé que no era cierta la dulzura, que nunca amanecía cuando yo no te amaba todavía.
Mª Elena Walsh (1930-2011, Argentina), Poemas y canciones, Ed. Alfaguara, 20014
Mojó la lluvia mi cuaderno de versos. Se emborronaron todas las palabras: solo quedó poesía. Así tu nombre, deslavazado ahora por las lágrimas que vierten su orfandad sobre esta página en blanco de mi vida.
José Zúñiga (1949-2011, Cantabria, España); Tiempo a destiempo; Ed. Poesía Eres Tú, 2009.
«y yo me iré y se quedarán los pájaros cantando.» J.R.J.
Y yo me iré, y tú te quedarás pensando en otra espera tigre en celo. Y yo me iré con la mar en borrasca rebuscando el camino sin la luz de tu estrella, y quedarán sangrantes desgarrones de vida en la reja del puerto. Tu corazón y el mío habrán bebido todas las nuevas alegrías, y tú te quedarás con mi recuerdo clavado en las pupilas mirándolo crecer.
Marina Romero Serrano, (1908-2001, Madrid, España), Poemas de Ida y Vuelta. Ed. Torremozas, 1999