Infancia

Infancia

Soñaba el corazón…
¡Oh sueños de la escuela!
Concha Méndez

Calles estrechas,
balón,
cristales rotos,
la rodilla escociendo sobre el suelo,
última fila en clase,
solitarias vocales buscando consonantes,
los números en serie bajo las uñas sucias
y un nombre escrito en todos los cuadernos,
en todas las paredes,
sobre tu propio aliento en el espejo,
tu mano en el alféizar alimenta a los pájaros
mientras repites
que España limita al norte con el mar Cantábrico
y alguien te clava espigas
en el jersey de lana.

Irene Sánchez Carrón (1967, Cáceres, España); Ningún mensaje nuevo, Ed. Hiperión, 2008. XII Premio Internacional de Poesía “Antonio Machado”, Baeza

Planchando las camisas del invierno

Planchando las camisas del invierno

Cuando la primavera dio su tercer aviso,
ya en junio.
Cuando los días se volvieron
definitivamente azules
y la luz dulce se expandió
interminable
como las margaritas del jardín,
salpicando en el césped las manchas
amarillas y blancas de su vestido limpio.
Cuando la primavera vino para quedarse
y la sierra se desnudó a lo lejos,
ella
estaba en el salón, abierta la ventana,
respirando cierta tristeza,
como quien gana y pierde al mismo tiempo,
viendo brillar la tarde, al paso de los años,
antes de que el verano nos aplaste,
suavemente estirando las arrugas
del corazón,
planchando las camisas del invierno.

Ángeles Mora (1952, Córdoba, España), Ficciones para una autobiografía; Bartleby Editores, 2015

Invocación

Invocación

Que no crezca jamás en mis entrañas
esa calma aparente llamada escepticismo.
Huya yo del resabio,
del cinismo,
de la imparcialidad de hombros encogidos.
Crea yo siempre en la vida
crea yo siempre
en las mil infinitas posibilidades.
Engáñenme los cantos de sirenas,
tenga mi alma siempre un pellizco de ingenua.
Que nunca se parezca mi epidermis
a la piel de un paquidermo inconmovible,
helado.
Llore yo todavía
por sueños imposibles
por amores prohibidos
por fantasías de niña hechas añicos.
Huya yo del realismo encorsetado.
Consérvense en mis labios las canciones,
muchas y muy ruidosas y con muchos acordes.

Por si vinieran tiempos de silencio.

Raquel Lanseros (1973, Cádiz, España); Diario de un destello, Ed. Rialp, 2006. Extraído de 20 con 20. Diálogos con poetas españolas actuales; Ed. Huerga & Fierro, 2016

El Olvido

El Olvido

Recorro mi cuerpo abierto,
a medio vaciar, de arriba abajo.
Curiosa, interrogante:
dónde, dónde.
Sé de hormonas que sirven para todo:
para enfrentar peligros,
para hacerse más alta,
para gozar de buenas digestiones,
para ofrecer cruenta resistencia a invasores,
para partir las células como si fuesen pan
y hasta para soñar cuando llega el momento.

Sin embargo, nada de eso me sirve.
Yo rebusco en mí misma en pos de algo:
un órgano, un fluido, una maldita glándula
del sistema endocrino
que libere la hormona del olvido
en grandes cantidades:
Quiero verme parada en el buzón
observando tu nombre en una carta
con el ceño fruncido
y preguntando: ¿Quién diablos sería…?

Por ahora El Olvido es sólo un restaurante
donde juntos degustamos mis despojos.

Care Santos (1970, Barcelona, España); Disección, Ed. Torremozas, 2007

Cuando espero

Cuando espero

Cuando espero,
se adueñan de mí los ruidos de la escalera.

Parezco un perro que levanta las orejas
y se incorpora al escuchar
el silbido de un pastor en la distancia.

Me gustaría vivir en una casa vestida de colina
solitaria
y tener ventanales inmensos
y que fuesen mis ojos los cristales.

Quedarme en casa…
Quedarme en casa,
sumergida en los pliegues de las horas,
y no esperar a nadie.

Que los ojos escuchen
y se olviden del mundo.

Que me arrope el silencio
y respire en mi nuca
su suave indiferencia.

Que vivir sea esto,
sin palabras de aguja
ni rodillas de llanto,

con el tiempo desnudo al borde de la cama
y mi boca dormida en su tímido beso.

Ana Merino (1971, Madrid, España); Los días gemelos, Ed. Visor, 1997

En la tarde hechizada de silencio fue

En la tarde hechizada de silencio fue
en principio un tamborileo tenue, un crepitar
a ritmo de los pastos, fragancias despertando
y mezclándose, honestas. Al arreciar se impuso
el olor de la paja en los rastrojos. El aire
se volvió, un retemblar de rayos y un pavor
de relámpagos. Se perdió el horizonte. Unas horas
después, qué estruendo la avalancha y un turbión
de lodo que no dan abasto los ojos del puente, donde
estuviste a cubierto, al empezar a caer, creyéndote seguro.

Fermín Herrero (1963, Soria, España); En la tierra desolada; Ed. Hiperión, 2021.

Cielo arriba

Cielo arriba

Y qué gozosamente, con qué brío
uno se da de bruces con el mundo
y antes de comprenderlo ya lo ama.
Y qué fascinación la del principio
por descubrir el barro originario
y encontrarlo en las ranas en su charco
croando las verdades inmutables
y en el ámbar goloso de la cidra
que imita en su dulzor el sueño mismo.
En busca de lo grande que supone
contener lo pequeño uno se embarca luego
que la fortuna obliga y el sendero
no deja de tentar al caminante.
Y va haciéndose hora y los paisajes
se despliegan y vibran con asombro
y los rostros desfilan y la lucha
renueva su silueta milenaria
y la rueda del mundo gira y gira
y va cambiando fuerza por cansancio
pero el encantamiento no termina
y uno se siente vivo porque sabe
que todo está en primicia eternamente.
Y se recuesta al borde del destino
para beber la sombra, cuando escucha
el croar de las ranas en su charco.
La primera verdad que siempre vuelve
a quien ya entiende que es la verdadera.

Raquel Lanseros (1973, Cádiz, España); Matria, Ed. Visor, 2018

Baile de máscaras

Baile de máscaras:
tú y yo danzando
entre palabras.
 * * *
 Sonámbula luna,
¿desde allá arriba,
todo esto de abajo
no te parece mentira?
* * *
La tierra helada:
la escarcha ha escrito
lo que yo pensaba.
 * * *
 Mariposa en el almendro:
yo no sé
si voy o si vengo.
 * * *
Nieva que nieva,
se borró el camino
de la escuela.
 * * *
 Vuelves.
Sobre el monte quemado
llueve.

Isabel Escudero (1944-2017, Badajoz, España); Cifra y aroma, Ed. Hiperión, 2002

A las órdenes del viento

A las órdenes del viento
Para todos los que sienten que no están al mando

Me habría gustado ser discípula de Ícaro.
Hubiera sido hermoso festejar
las bodas de Calixto y Melibea.
Me habría gustado ser
un hitita ante la reina Nefertari
el joven Werther en Río de Janeiro
la deslumbrante dama sevillana
por la que Don José rechazó a Carmen.
Yo quisiera haber sido el huerto del poeta
con su verde árbol y su pozo blanco
el inspector fiscal
con el que conversara Maiakovski.
Me habría gustado amarte. Te lo juro.
Sólo que muchas veces la voluntad no basta.

Raquel Lanseros (1973, España), A las órdenes del viento. Antología poética ampliada (2005-2015), Ed. Valparaíso, 2015

El reino del revés

El Reino del Revés

Me dijeron que en el Reino del Revés
nada el pájaro y vuela el pez,
que los gatos no hacen miau y dicen yes,
porque estudian mucho inglés.

Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés
nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez,
y que dos y dos son tres.

Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés
cabe un oso en una nuez,
que usan barbas y bigotes los bebés,
y que un año dura un mes.

Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés
hay un perro pekinés,
que se cae para arriba y una vez…
no pudo bajar después.

Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés
un señor llamado Andrés
tiene 1530 chimpancés
que si miras no los ves.

Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.

Me dijeron que en el Reino del Revés
una araña y un ciempiés
van montados al palacio del Marqués
en caballos de ajedrez.

Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.

Mª Elena Walsh (1930-2011, Argentina), El reino del revés, Ed. Alfaguara, 2001