Quién me va a cuidar cuando sea vieja

¿Quién me va a cuidar cuando sea vieja?

No descuido la escritura,
sino a mí misma.
Ingebor Bachman

¿Quién me va a cuidar cuando sea vieja?
¿Quién me va a esperar, feliz de verme?
Cabello de nudos. Sin cepillados nocturnos.
Peines y espejos de plata.
Sola en mi sillón. Harta del cansancio y los sermones.
Sin hijos que me bañen,
me cocinen asado con puré,
me traigan jerséis de talla grande,
me laven los pies y las axilas
cuando queden ya pocos motivos para existir.
Vencida por los razonamientos
sobre aquello de recoger lo que se ha sembrado.
Celebraciones, cumpleaños y fiestas
en perspectiva de una soledad redonda.
¿Quién va a venir a verme
los fines de semana?
Si no soy madre.
Si vivo sin reconocer la devoción, el auxilio.
La ternura. Las visitas a los amigos dolientes.
Entre evasivas, papeles y libros,
alejada del sentimiento original.
Escapando de la llamada primera.
Sin saber qué es la entrega.
Qué la piedad. Qué la delicadeza
de los niños fotocopia. Su mente dulce y sencilla
como trozos de manzana asada. Como bolsas de osos Haribo.
¿Quién va a abrazarme cuando sea vieja?
Y esté sola. Y no haya quien quiera hablarme. Y las cortinas se prendan fuego
y las llamas asciendan hacia el techo. Y nadie pueda acercarse
al teléfono. Para llamar al servicio de extinción de incendios.

Pilar Adón (1971, Madrid, España); Las órdenes, Ed. La Bella Varsovia, 2018

Razones

Razones

                                                  «Bien está en otros sostenerse.
                                        Porque nadie soporta la vida solo.»
                                                                                         F. Hölderlin

Y porque estamos solos empezamos un verso.

Porque sentimos frío acercamos las manos
al calor de unos seres imposibles y bellos
que nos prestan sus ojos para observar el mundo.

Porque tenemos miedo miramos otras muertes
y en nuestra oscuridad encendemos un sol
de mediodía, inmóvil, que no se irá al ocaso.

Huyendo del dolor fatigamos el cuerpo
por calles de ciudades que nunca son la nuestra
de la mano de gentes que habitan en nosotros.

Porque tenemos prisa inventamos finales.
Porque nos falta el tiempo inventamos más tiempo.

Porque somos tan pobres no nos pesa apostar
lo poco que nos queda a este número incierto.

Porque somos humanos miramos a los dioses.
Porque no somos dioses jugamos a crear.

Irene Sánchez Carrón (1967, Cáceres, España); Porque no somos dioses, (Premio de Poesía «Hermanos Argensola» 1997), Editado por Gráficas de Barbastro, 1998

Frontera

Frontera

Yo, que llegué a la vida demasiado pronto,
que fui-que soy-la que se anticipó,
la que acudió a la cita antes de tiempo
y tuvo que esperar en la consigna
viendo pasar el equipaje de la vida
desde el banco neutral de la deshora.

Yo, que nací en el treinta, cuando es cierto
-como todos sabéis-que nunca debí hacerlo,
que hubiera yo debido meditarlo antes,
tener un poco de paciencia y tino
y no ingresar en este tiempo loco
que cobra su alquiler en monedas de espanto.

Yo, que vengo pagando mi imprudencia,
que le debo a mi prisa mi miseria,
que hube de trocear mi corazón en mil pedazos
para pagar mi puesto en el desierto,
yo, sabedlo, llegué tarde una vez a la frontera.

Yo, que tanto me había anticipado,
no supe anticiparme un poco más
(al fin y al cabo para pagar
en monedas de sangre y de desdicha
qué pueden importar algunos años).
Yo, que no supe nacer en el cuarenta y cinco,
cometí el desafuero, oídlo,
de llegar tarde a la frontera.

Llegué con los ojos cegados de la infancia
y el corazón en blanco, sin historia.
Llegué (Señor, qué imperdonable)
con nueve años solamente.
Llegué, tal vez al mismo tiempo que él
pero en distinto tiempo.
                         No lo supe.
(Oh tiempo miserable e injusto.)
Estuve allí-quizá lo vi-
Pero era tarde.
                  Yo era pequeña
y tenía sueño.
                  Don Antonio era viejo
Y también tenía sueño.
(Señor, qué imperdonable:
haber nacido demasiado pronto
y haber llegado demasiado tarde.)

Francisca Aguirre (1930, Madrid, España); Los trescientos escalones, Bartleby Editores, 2012

Antes

Antes (poema a la manera de mi padre para mi padre)


Antes
de la música vino tu risa.
Antes
de los sueños vinieron tus cuentos,
las noches sin dormir,
la historia de tu vida
que terminó acunando la mía.

Antes
de la calma vino tu voz,
antesala del descanso,
arrulladora como la espuma del mar,
justa como las divisiones exactas,
pacífica como quien camina abrazado
–bandera blanca entre batalla de gruñidos–.

Antes
del miedo vino tu verdad,
tu empujón tranquilo sin ruedines,
tu experiencia de vida sin edulcorar
que te llevó a tener esa dulzura tan propia
y única que envuelve tu alma.

Antes
de la pena vinieron tus ojos tristes
a enseñarme la belleza del sufrimiento,
a mostrarme que el silencio puede ser un ruido aterrador
o la composición más delicada,
a señalarme que en la ausencia
se encuentra el recuerdo
–y eso es a menudo
la mayor presencia de alguien–.

Antes
de la poesía vinieron tus manos,
tu rostro en mi espejo,
tu letra en mi mesilla de noche,
tus libros en mis ojos,
tu conocimiento sobre mi almohada.

Antes
de la felicidad vino tu caricia
tu orgullo hecho nudo en la garganta,
tus brazos gigantes y pequeños
que protegen sin querer
y salvan queriendo
a cualquiera que se cruce en tu cariño.

Antes
del amor viniste tú con mamá,
con la abuela, con tu hermana, con tu hija,
y con esa manera de tratar a todo lo que amas
como si cada persona fuera un latido
y tú el corazón más inmenso de la familia.
Antes
de mí, del mundo que conozco,
de la vida que he escogido,
de la gente que amo y olvido
en pasado, presente y futuro,
del camino en que me pararé a descansar
y aquel del cual me saldré,
de las dudas, los miedos, mis sueños;

antes
de todo lo venga durante y después de mí
estás tú
porque empapas mis virtudes
y nunca has disimulado mis defectos,
porque la admiración y el amor se han hecho uno
cuando alguien me pregunta por ti,
porque tu mérito no es haberme dado la vida
sino haberme enseñado a vivir.

Porque quiero amar de la manera que tú amas.
Porque te amo de la manera que tú me amas.

Elvira Sastre (1991, Segovia, España; Ya nadie baila, Valparaíso Ediciones, 2015

Auschwitz 2012

Auschwitz 2012

Cada día nos despojan de algo.
Nos quitan las casas que tenemos que seguir pagando,
nos quitan el trabajo sin derecho alguno,
nos recortan la sanidad para hacer
aeropuertos sin aviones,
nos quitan maestros que nos enseñen a pensar
a exigir nuestros derechos,
nos quitan el derecho a protestar en las calles,
nos quitan a los jóvenes
que han de buscarse el futuro lejos.
Lo siguiente será arrancarnos los brazos
porque saben que abrazarnos nos da fuerza.

Begoña Abad (1952, Villanasur del Río Oca, Burgos, España); Diez años de sol y edad (Antología 2006-2016), PREGUNTA Ediciones, 2016

No es verdad

No es verdad

No es verdad Blancanieves, los bosques de esperar
lenguas azules que nos despierten
al dolor de los pezones.
No somos elegidas
de los dioses para la transparencia:
ellos también son cuentos.
Porque la poesía,
igual que los sepulcros de cristal o ser mujer,
no será nunca un don.
No nos hace más nubes, ni más madres,
ni ha de encontrarnos siempre
trabajando.
A menudo, nos halla
menstruando, acariciando gatos sucios.
Sacando la basura.

Martha Asunción Alonso (1986, Madrid, España), Skinny Cap, Ed. Libros de la Herida, 2014. Su poesía ha recibido los siguientes premios: el Premio de Poesía Joven RNE (2015), el Adonáis (2012), el Nacional de Poesía Joven (otorgado por el Ministerio de Cultura, 2011) y el Premio Carmen Conde de Poesía Joven (2018).

Qué tarde fue siempre para todo

qué tarde fue siempre para todo

pasado era los restos del desayuno
sobre la mesa del patio a merced de las hormigas
presente no había
la vida era flotar,
el murmullo sólido del agua
rozando las púas moradas de los erizos
futuro era la ducha en el jardín
antes de la merienda
el agua nunca volvió a ser más limpia
ni mi cabeza tan hueca
con el tiempo, aprendimos
a guardar las distancias
a guardar la ropa, a no nadar
a hundirnos con prudencia
sin sobresaltos sin drama
sin tiempo para tomar aire
a partir de ahora
cada uno será responsable de su dolor,
oímos decir

Isabel Bono (1964, Málaga, España); Lo seco, Bartleby editores, 2017

Sé que poseo

Sé que poseo algunas cosas,
¡ay mi pequeño afán coleccionista!,
la caja desatada de los truenos,
un oscuro baúl para las lágrimas,
alicates y un dedo de agua de algún sitio,
la precisión exhaustiva de los ríos que no cantan,
un demonio pequeño sin poder contra la muerte,
fotos de amigos perdidos y no sé cómo,
recodos del camino,
indecencia del camino,
su color, su dolor,
más fotos de amigos,
una torre de aire para los relámpagos,
el peso innoble de las palabras que no se dicen,
las nubes de Morón y su sombra temprana,
hasta el ojo huracanado del que se termina hablando siempre,
y total para qué,
si yo lo que quería,
en el fondo, e interminablemente,
era la voz hondísima de Julio.

Mª Ángeles Pérez López (1967, Valladolid, España); Tratado sobre la geografía del desastre,  Ed. Verdehalago, 1997

Árbol genealógico

Árbol genealógico

Yo pertenezco a una raza de mujeres con el corazón biodegradable.
Cuando una de nosotras muere
exhiben su cadáver en los parques públicos, los niños se acercan para curiosear en su garganta de hojalata, se celebran festines con moscas y  gusanos, me cae mal porque me hizo sonreír a mí, que soy tan triste.
A los treinta días exactos de su muerte el cuerpo de esta extraordinaria raza
se autodestruye, y a las puertas de vuestras casas llaman los restos del alma de las mujeres sobrenaturales,
chocan contra vuestras paredes, sus empastes y sus uñas agujerean  vuestras ventanas
hasta que sangran nuestras aortas clavadas en la tierra, igual que las raíces.
Al morir nos abren el estómago, examinan con los dedos su interior,  rebuscan entre las vísceras el mapa del tesoro,
sacan sus dedos negros de todos los poemas que se nos han quedado dentro con los años.

Un espectáculo.

Pertenezco a una raza desarrollada más allá de los púlpitos. Soy una de  ellas porque mi corazón mancha al tomarlo entre las manos, porque  coincide en tamaño con el hueco de un nicho;
fresco y dulce como el de un animal, chupad mi corazón para que, al morir,  sepan que hemos estado juntos.
Soy una de ellas porque mi corazón será abono. Porque mi sangre, que es la suya, sube y baja por mi cadáver como por escaleras mecánicas;
porque el fundamento de mi carácter, al descomponerse, se incorpora a una especie salvaje
que ladra y que hiere y que te lleva a su terreno, que ignora las afrentas, que jamás se extinguirá.

Elena Medel (1985, Córdoba, España); de Tara, Ed. DVD, 2006. Extraído de  Centros de gravedad. Poesía española en el siglo XXI, Ed. Pre-Textos, 2018.