Lugares que se inventan de camino

Lugares que se inventan de camino

Nos gustaba impulsarnos de la mano
y salpicarnos todo el eros de política.
Como en aquella foto movida y entusiasta
que nos hicieron saltando en multitud.
Sólo después supimos adónde:
cada salto inventaba su lugar.

¿Y si rompemos esto –nos decíamos–
y luego lo volvemos dulcemente a construir?
Estábamos desnudos, estábamos furiosos
y queríamos llevarnos las sobras a casa.

Con el paso del tiempo
nuestros cuerpos detenidos
transparentaron el paisaje,
o nos caímos de la fotografía
por un agujero que nadie esperaba.

De lo que hicimos
queda el lugar, un aire eufórico
y algo hecho añicos que aún respira.
La historia cruje. Y la hostigamos.
Amor es una escala de violencia.

Erika Martínez (1979, Granada, España); Chocar con algo, Ed. Pre-Textos, 2017

Imprevisible materia

Imprevisible materia

Es siempre la memoria amarga copa
que promete consuelo y todo quema
tan pronto como roza nuestros labios.
Amor, verdad, locura. Imprevisible
materia de la vida y de los sueños
que levanta castillos en el aire
y traza laberintos infinitos
sobre el mapa de nuestro corazón.
En la insaciable sed de la nostalgia,
Todos los fuegos son el primer fuego.

Victoria León (1981, Sevilla, España); Secreta Luz, Ed. Fundación José Manuel Lara, 2019 (Premio Iberoamericano Hermanos Machado)

Y yo me iré

Y yo me iré

«y yo me iré
  y se quedarán los pájaros cantando.»
      J.R.J.

Y yo me iré,
y tú te quedarás
pensando en otra espera
tigre en celo.
Y yo me iré
con la mar en borrasca
rebuscando el camino
sin la luz de tu estrella,
y quedarán sangrantes
desgarrones de vida
en la reja del puerto.
Tu corazón y el mío
habrán bebido todas
las nuevas alegrías,
y tú te quedarás
con mi recuerdo
clavado en las pupilas
mirándolo crecer.

Marina Romero Serrano, (1908-2001, Madrid, España), Poemas de Ida y Vuelta. Ed. Torremozas, 1999

No quiero

No quiero
que los besos se paguen
ni la sangre se venda
ni se compre la brisa
ni se alquile el aliento.

No quiero
que el trigo se queme y el pan se escatime.

No quiero
que haya frío en las casas,
que haya miedo en las calles,
que haya rabia en los ojos.

No quiero
que en los labios se encierren mentiras,
que en las arcas se encierren millones,
que en la cárcel se encierre a los buenos.

No quiero
que el labriego trabaje sin agua,
que el marino navegue sin brújula,
que en la fábrica no haya azucenas,
que en la mina no vean la aurora,
que en la escuela no ría el maestro.

No quiero
que las madres no tengan perfumes,
que las mozas no tengan amores,
que los padres no tengan tabaco,
que a los niños les pongan los Reyes
camisetas de punto y cuadernos.

No quiero
que la tierra se parta en porciones,
que en el mar se establezcan dominios,
que en el aire se agiten banderas,
que en los trajes se pongan señales.

No quiero
que mi hijo desfile,
que los hijos de madre desfilen
con fusil y con muerte en el hombro;
que jamás se disparen fusiles,
que jamás se fabriquen fusiles.

No quiero
que me manden Fulano y Mengano,
que me fisgue el vecino de enfrente,
que me pongan carteles y sellos,
que decreten lo que es poesía.

No quiero
amar en secreto,
llorar en secreto,
cantar en secreto.

No quiero
que me tapen la boca
cuando digo NO QUIERO.

Ángela Figuera Aymerich (1902, Bilbao- 1984, Madrid); Obras completas; Ed. Hiperión, 2009

Tienda en casa

Tienda en casa

Reciba, sin gastos de envío,
su sonrisa restaurada y blanqueada,
fácil de montar,
sin baterías,
biodegradable,
autoadhesiva,
inodora,
a prueba de bombas,
retransmisiones bélicas en directo,
genocidios,
intervenciones aliadas y ataques a objetivos no civiles
que al final resultan ser un puente, una fábrica,
quién sabe si algún parque,
eso sí, no civil.

Pruebe sin compromisos
nuestra sonrisa
sometida a los mejores controles de calidad
y vuelva a brillar con luz propia
en todo tipo de acontecimientos.

                Si no queda conforme,
                le devolvemos su tristeza.

Irene Sánchez Carrón (1967, Cáceres, España); Escenas principales de un actor secundario, (Premio Adonáis, 1999) Ed. Rialp, 2000

Advertencia

Advertencia

Si alguna vez sufres -y lo harás-
por alguien que te amó y que te abandona,
no le guardes rencor ni le perdones:
deforma su memoria el rencoroso
y en amor el perdón es sólo una palabra
que no se aviene nunca a un sentimiento.
Soporta tu dolor en soledad,
porque el merecimiento aun de la adversidad mayor
está justificado si fuiste
desleal a tu conciencia, no apostando
solo por el amor que te entregaba
su esplendor inocente, sus intocados mundos.
Así que cuando sufras -y lo harás-
por alguien que te amó, procura siempre
acusarte a ti mismo de su olvido
porque fuiste cobarde o quizá fuiste ingrato.
Y aprende que la vida tiene un precio
que no puedes pagar continuamente.
Y aprende dignidad en tu derrota,
agradeciendo a quien te quiso
el regalo fugaz de su hermosura.

Felipe Benítez Reyes (1960, Cádiz, España), Los vanos mundos, Ed. Maillot Amarillo, 1985. Extraído de Poesía para los que leen prosa; Edición de Miguel Munárriz, Ed. Visor, 2004

Vanidades banales

Vanidades banales

Soy un arlequín, un trapecista saltando al vacío,
la lluvia de abril huyendo de amores y mares baldíos.
Soy la mitad de las mitades que llevan tu nombre,
la escasa piedad que guardan los tristes
cuando recuerdan tiempos mejores.

Tú el pentagrama borrando las líneas,
en Clave de Sol provocando mi arritmia,
si hubiera tenido las luces de haber aprendido solfeo,
Morfeo estaría aturdiendo a otro reo en la noche.

Pero qué hacer ahora si esconden tus mangas
pinceles cual ases, pintando bocetos
de mi caricatura en lienzos feroces,
no toda luna nace sabiendo
cómo atraer en silencio a las fieras.

Tengo ganas de llorar espinas,
a ver si así crecen flores,
crucificar en mis labios tu iris,
descifrar los enigmas que invento en tus sueños.

Quizás ha llegado la hora
de enterrar el cadáver que habita estas páginas,
y hacerle justicia a cada palabra de odio o de amor
que pisó por nosotros los suburbios del infierno.

A veces me pregunto cómo pude resumirte en un poema,
el secreto está en utilizar metáforas
comparándote con la soledad, la muerte y la vida,
que vienen a ser lo mismo que tus ojos.

Lena Carrilero (1994, Córdoba, España); Amores cronofóbicos, Ed. Valparaíso, 2016

Irene mira por primera vez la lluvia

Irene mira por primera vez la lluvia

Tiene el cielo un aspecto de libro encuadernado
como de piel oscura y sombra pensativa.
Tú no puedes saberlo.
Ni siquiera conoces todavía
su resplandor nostálgico
 de laguna que cruza por medio de la tarde
 llena de ojos inquietos, cofres y nadadores.

 Porque cualquier mirada necesita
 todo lo que duerme detrás de una pupila.
 Deja pasar mil noches:
 que tu ciudad se tienda con el gesto
 gris de las alamedas,
 que el suelo de tu casa parezca interminable,
 movedizo, igual que los desiertos,
 y que tu corazón, sombra partida
 por el cristal de la ventana,
 sepa cómo discurre la humedad
 de una presencia extraña.

 Camino de los nombres y los días
 es una ley de tribu
 que la lluvia se viva en primera persona
 con un dejo de alma trabajada
 y que el mundo respalde
 su dudoso prestigio
 en tu pequeño corazón sin mundo.

 Lo repiten mil veces los libros de poesía.
 Vive y sueña despierta
 el difícil derecho que tendrán tus deseos
 a reclamarte tiempo, a pensar por sí mismos.

Luis García Montero (1958, Granada, España); Las flores del frío, Ed. Hiperión, 1991.

Poema

Poema

Y ahora, abundante de ensueños y de grises,
con esa eterna impotencia que no limpia el lenguaje,
el miedo que se hace palabra para no ser miedo,
todo lo que enciende luces y no se nombra por si muere,
el resquicio de libertad que terco asoma;
brazo roto, abril marchito, luna falsa,
también falso el dolor que se vuelve costumbre;
los labios en dudosas fuentes,
los ojos todavía sedientos de estrellas, calandrias, mitos
y otras delgadas inutilidades que los dioses derraman,
la sonrisa en ayuno para que no traicione
y una mentirosa amnesia de rechazos y deseos;
con ruiseñores y congojas,
o sea con nada, sólo con uno mismo dentro y fuera,
dispuesto a que cada cosa recupere su alcurnia,
su medida y su precio,
se emprende la huida adonde aún no ha llegado el futuro.

Ana María Navales (1942, Zaragoza, España), extraído de Mujeres de carne y verso. Antología poética femenina en lengua española del siglo XX, Ed. La esfera literaria. 2002

Qué poco hemos cambiado

qué poco hemos cambiado
y agosto era invierno
Fernando Fernández Freijo

ya no te acuerdas
pero siempre hacía frío
se nos helaban las rodillas de esperar
se nos helaban las palabras en la punta de la lengua
porque a nadie interesaba nuestro miedo
crecíamos a lo loco, en silencio
éramos zarzas en los descampados
éramos zarzas en los escalones
el mármol nos alimentaba
éramos zarzas entre las zarzas
y las palabras ahí, detenidas
y el frío ahí, para siempre

Isabel Bono (1964, Málaga, España); Lo seco, Bartleby editores, 2017