La caída de ícaro

La caída de Ícaro

Verde. Verde. Agua. Marrón.
Todo mojado, embarrado.
Es invierno. Es perceptible
en el silencio y en brillos
como del aire.
Yo soy muy pequeña.

Un cuerpo caminando.
Un cuerpo solo;
lo enfermo en la piel, en la mirada.
El asombro, la dureza absoluta
en los ojos. Lo impenetrable.
La descompensación
entre lo interno y lo externo.
Un cuerpo enfermo que avanza.

Desde un interior de cristales muy amplios
contemplo los árboles.
Hay un viento ligero, un movimiento
silencioso de hojas y ramas.
Como algo desconocido
y en suspenso. Más allá.
Como una luz
sesgada y quieta. Lo verde
que hiere o acaricia. Brisa
verde. Y si yo hubiera muerto
eso sería también así.

Olvido García Valdés (1950, España), Exposición, Ed. Esquío, 1979

Transmuta en campos y hermosura

Transmuta en campos y hermosura
lo que no se expresa, mira
las mieses, nota el viento, siente
la luz, respira la médula
del mundo, rehaz lo podre
en enjambre y avanza, escucha
su zumbido, toma miel. Di
nombres compañeros, invoca
compañeras. No cejes. Girasoles
y cuervos velan tu corazón. Ablanda
el entrecejo, nutre lo magro. Dispón
vigas de cedro y tablazones
de haya, apacienta entre lirios, mas no olvides
que ira hay en la sabiduría, resplandor
de candela. Llama, di
al viento: ven viento, limpia
esos cielos. Reposa en él los ojos.

Olvida García Valdés (1950, España), Locus oculus solus, Ed. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía,  1998

Juntas en la cocina sin apenas

Juntas en la cocina sin apenas
hablar, un lugar no exclusivo
de mujeres, que sigue al parecer siendo
exclusivo. Casi nada en común,
salvo contradicciones que sujetan
y asemejan, nos enmarca este espacio
al que creemos ya no pertenecer. De ellos
el mundo y la sala grande, conversación
de lengua reductora, el chiste sexual,
la perspectiva hollada, cierto
poder, risas, el mundo. Al mundo
salgo que es único consuelo, campos
y árboles hoy que es mayo, y la savia
estalla verde y varón según la lengua,
el mundo que consuela y el que no,
ajenos ambos hoy a mí, que camino
con daño en lo ajeno que la vida deja.

Olvido García Valdés (1950, Asturias, España); Y todos estábamos vivos, Ed. Tusquets, 2006

Sólo lo que hagas y digas

Sólo lo que hagas y digas


Sólo lo que hagas y digas
eres, incierto lo que piensas, invisible
lo que sientes dentro de ti.
¿Qué significa
dentro de ti? Nada eres si, como dicen,
no es intersubjetivamente comprobado
(al menos comprobable). Juan de la Cruz no es
más que unos poemas, Emily
Dickinson, Edgar Allan Poe, sólo palabras.
¿Qué significa
intersubjetivamente? ¿Cuántos sujetos
hacen falta? ¿Cuántos que digan
a la vez: Juan de la Cruz, Emily
Dickinson, Edgar Allan Poe son cimas
de la vida humana, cimas
de la miseria humana en este hermoso
mundo?

Olvida García Valdés (1950, España), Caza nocturna, Ed. Ave del paraíso,  1997

La hora pastoral

Foto de Skitterphoto

La hora pastoral
de los animales en hilera. Atardece
vaca y ternero y vaca y vaca.
Muge, no porque lo oiga, sino porque la veo
la  precisa línea de la testa levantada
la del morro al mugir, los campos pastorales
caballos y potrillos cerca de la ciudad.
Be calm, decía en una lengua no
suya, animal ser de la calma.
2
brillo
verde amarillo sin alimento
solo humedad
                                        (no densos
                                         no los profundos
                                         no luz alegre del verde)
viene de abajo
lo enciende el agua
llega de fuera, casi sin humus

3
cabeza
de gato se llama la canción
la cantaba ensamblando tablas
de la caja, la cantaba y eran
las vetas de madera notas
de la canción, cabeza de gato
el tarareo, viruta dulce
ya sin letra la madre

Olvido García Valdés, (1950, Asturias, España), Hacia la democracia. La nueva poesía (1968-2000). Tomo 10 de Poesía española. Antología crítica dirigida por Francisco Rico. Edición, prólogo, notas e introducciones críticas de Araceli Iravedra, Ed. Visor, 2016

Este conocido temblor

Este conocido temblor
de las hojas con la brisa y este verde
de abril como un vómito
en la luz. Suficientes
aún las antiguas palabras:
no percibe el cadáver
dulzura ni calor y sí, en cambio,
el silencio y el frío,
puesto que se percibe lo que se es.
Discontinua vivencia, porque todas
aquí somos iguales
. Como mirlos
y mirlos esbeltos en el canto y en el negro
intercambian sonidos:
acepta la vida, el acorchamiento
de la vida, desecha
la vieja hybris, nada
pierde quien muere, nada gana
tampoco. Es nítido
el sonido tras la lluvia,
se percibe ahora el tren
con violencia veloz, el obsesivo
zureo de palomas.

Olvido García Valdés (1950, España), Caza nocturna, Ed. Ave del paraíso, 1997