Literatura aplicada

Literatura aplicada

Siempre me consoló viajar a cualquier parte
con un vago pretexto literario:
la tumba de Leonor o la de Hölderlin,
la Fontana Aretusa, la noble Mitilene,
un vino delicado, las sirenas vecinas
de algún poeta vivo tan lejano
-esas rutas que nunca se repiten
porque también se gastan los poemas.

Casi gasté la vida en aplicarla
a la literatura, a sus fetiches
ilusorios e inútiles,
al extraño amuleto
que con denuedo arropan las palabras.

Aurora Luque (1962, Almería, España), Transitoria, Ed. Renacimiento, 1998

Labor atenta de hilo solo

Labor atenta de hilo solo
-sigues tejiendo tu tapiz indócil-
ese que no se ve
ni engaña su hermosura
a los reyes sedientos
una puntada aquí
en el quicio oscilante
donde ayer escondías los más frescos racimos
¿qué será de tus manos
que palpan los tesoros
en los pliegues?
-acaba ya
esta labor de sombras-
reconoce
vencida
que únicamente ofreces hilo solo
y que tu desnudez ha naufragado
sobre un océano
sin límite
pero esta voz
-¿de dónde?-
vuelve cada mañana
con su rama de olivo.

Esperanza Ortega (1953, Palencia, España), Hilo solo, Ed. Visor, 1995

De niña

De niña
superaba límites
saltando los marcos de las pizarras.
Las líneas rectas se enlazaban al vacío
mientras yo
perseguía sus puntos de fuga
atravesando paredes.
Ahora
parece insustancial
el valor de la recta,
sus diagramas imposibles
recorriendo galaxias.
Una línea es lo que dibujamos
entre lo perdido y el presente;
lo que marcan tus labios
con avaricia de infinito.
Nos bastaba un minutero
marcando los Fragel Rock.
Con la espera del postre
definíamos el tiempo.
La huida del castigo o el recuerdo
de una playa quebraban el pasado.
Distinguíamos la mañana y la noche
por la luz y los pijamas,
meriendas y recreos circundaban los relojes.
Hoy los días son bisiestos;
son compromisos los cumpleaños
y los descansos jornadas vacías.
Fatigamos las semanas y advertimos
que el ciclo de la vida
usa conceptos gastados.
La definición del tiempo se marea en los minutos.

Marta Zafrilla (1982, Murcia, España); Pecios, Editora Regional de Murcia, 2006 (Premio Molajoven 2006)

Nightingale

Nightingale

«Cada palabra es una herida mortal.
Debo tener cuidado».
Jorge Díaz

Noche, palabra mía henchida de sucesos
La aflicción, el vacío, la muerte, la tiniebla
avivan en tus sílabas sus temores y ansias.
Extenuado nombre, fatigada corola,
para caer de ti como cansino pétalo,
o hundirse en tus confines, abiertos, afilados,
beso ardiente, última sensación,
locura extrema.
Noche, noche, amor mío,
¿es que acaso me atreveré a saltar
traspasada de ti hasta la muerte?
Lengua: nupcial espada.
Apenas te mencione, convocadas estrellas
insistirán solícitas mostrando el desvarío
de tus ojos vibrátiles.
Oh noche, qué incitante, qué turbadora eres;
madre devoradora, acercas tu regazo,
y cómo quiero huir, cómo desertar quiero
de tus lágrimas ávidas, cómo intento esconderme
de tus manos, oh noche, mi tristeza.
Y quizás seas la única, la palabra final
que todo amor explique. Y el estremecimiento.
Y el magnífico instante que ni aún la memoria
más fiel y enamorada consiente en repetir.
Noche, tristeza mía, todavía es posible
que te llame, y me abreve en el láudano amargo
que destilan tus letras. Que a tu herida entregue
y a tu abismo, mi tristeza, mi noche,
todavía es posible.
Oh noche mía, acaso… acaso te amaría.

A James Forestal, que se arrojó al
vacío antes de terminar de escribir
la palabra “ruiseñor”, es decir,”NIGHTingale”

Ana Rossetti (1950, Cádiz, España), Indicios vehementes (Poesía 1979-1984), Ed. Hiperión, 1998

El lenguaje

El lenguaje
te obliga a decir bien lo que has oído
de la brizna de hierba,
lo que intuyes de la gota de ámbar,
lo que no has comprendido de la vida.
Escribir un poema
supone, de algún modo, regresar
otra vez al principio,
al hervor silencioso de la nada,
al caldo primigenio
y a los cielos sin luna, a la inminencia
de las casualidades y los astros.
De la fricción continua
de una rama con otra brota el fuego
que ilumina la gruta
y hace brillar los ojos de los hombres
congregados en su noche perpetua.
El sonido de la página en blanco
es el de un hueso golpeado contra una piedra.

Basilio Sánchez (1958, Cáceres, España); He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes, Ed. Visor, 2019. XXXI Premio Loewe.

La caída

La caída

Las montañas cristalizan en mil años
y el mar gana un centímetro a la tierra
cada dos milenios,
horada el viento la roca
en cuatro siglos
y la lluvia,
también la lluvia se toma su tiempo para caer.

Se paciente, con mi corazón
que suspira por una obra duradera.
Como el viento,
como la lluvia,
también mi corazón
se toma su tiempo para caer.

Luisa Castro (1966, Lugo, España), De mí haré una estatua ecuestre, Ed. Hiperión, 1997

Robaría

Robaría

Robaría:
Una pareja de cobayas. Un gorila.
Un kimono nupcial.
Un molino (con molinero).
La planta de pachulí
que he visto en una finca.
Entraría a robar un petigrís
para noches de amor bajo la luna.

Robaría:
Una potente licuadora
para beber el jugo de los árboles.
Un imán gigantesco
para desmantelar los campos de batalla.

Robaría:
Inútiles diamantes y esmeraldas
y una apisonadora
que los pulverizase
para cubrir las huellas
que va dejando un bueno.

Robaría:
las cuartillas de un sabio.
Un telescopio. Una columna.
Una gárgola artística.
Dinero y tiempo al tiempo,
para que me enseñaran
a manejar el radar que luego robaría.

Robaría:
Los sagrarios que quieren ser cerrados.
Los cálices que van a profanarse.
La luminosidad de los relámpagos
para hacer mis bombillas.
Un bosque para los cachorrillos
de los parques zoológicos.

Robaría:
el candor a los niños.

!Ah, y el sueño a un envidioso!

Sagrario Torres (1922-2006, España); Hormigón traslúcido, Ed. Calatrava, 1970

A mano alzada

A mano alzada

Busco el trazo preciso, la imagen más nítida,
el dócil pincel que dé vida a la idea
y limite con ímpetu mi irreductible abismo.
Busco atrapar la luz que contiene el tiempo;
busco el lienzo sagrado donde toma forma
la verdad policromática
y busco, ante todo y ante ti,
las áureas proporciones del amor…
Pero yo solo tengo la soledad del verbo primero
frente al misterio de lo no expresado.
Solo tengo un idioma heredado y vivo,
a veces enemigo, a veces cómplice.
Solo tengo mi voz.
Nunca fue recta mi línea, ni firme el pulso,
pero mi palabra es un lápiz afilado
con el que dibujo siempre,
indómitamente,
a mano alzada.

Esther Garboni (1973, Sevilla, España);  A mano alzada,  Ed. Libros de la herida, Col. Poesía en resistencia, 2018

Marina del libro

Marina del libro

Inquiero los porqués, los hasta cuándo
los cómo y dónde
y esa pregunta muda que me ahoga
y vive en el silencio.

Y entonces tú contestas
majestuoso
enorme gamo verde
país de agua
donde los soñadores se dan cita.

Me hablas
grande mar
telón del cielo

y tus olas responden como páginas
de un libro cuyo autor lo sabe todo

como páginas, mar

y como pétalos
de una rosa que nunca se deshoja.

Blanca Andreu (1959, La Coruña, España), El sueño oscuro (poesía reunida 1980-1989), Ed. Hiperión, 1994