La vida

La vida

Respiraré por ti.
Atraparé todo el aire de este y otros mundos
que voy a inventar
para que caminemos juntas.
Inventaré una galaxia
para que llegues a lo alto
y extiendas tu mirada por encima de los dioses.

Respiraré por ti.
Seré tus ojos y en ellos
guardaré el mar
(con las manos de mi padre conteniendo la espuma
y todos los moluscos que se aferran a la roca).
Inventaré un mundo acuático para que flotes y te sumerjas
serás el pez más veloz.

Respiraré por ti.
Multiplicaré mis alvéolos
y miles de luciérnagas y estrellas y la luz
entrarán por tu piel como caballos que vuelan
libres e iluminados.
Un amor limpísimo disolverá la enfermedad.

Respiraré por ti.
Seré tu lengua
con todas las palabras que existen y otras
babel entre tus dientes
la historia que contaremos a tus hijas.

Respiraré por ti

hasta que ya no quede savia en este cuerpo
entonces

inventaré otra vida para seguir respirando.

María García Zambrano (1973, Alicante, España);  La hija, Ed. El Sastre de Apollinaire, 2015

Visiones I

Visiones I

Inútil perseguirte. Por las frondas
te buscas y te encuentras incesante,
exenta como torre de campanas.

Yo sólo soy testigo del hallazgo,
territorio asombrado en que se funden
las huellas y los pasos de un instante.
* * *
En el prado tendida contemplabas
esa red vegetal con que los árboles
intentan apresar las fugitivas
aves que son nubes.
* * *
No puede ser veloz la trayectoria
de tu agudo quejido acribillado
¡oh animal malherido
entre las ramas!
* * *
Luciérnagas del agua, las estrellas,
clavadas en el río simulaban
ojos de luz inmóviles negándose
a la ley inmutable del transcurso.
* * *
Cuando el espejo me tendió la imagen
mirarse fue reconocer un rostro
* * *
Cruzar la soledad de una tiniebla
sintiendo aletear entre las manos
el corazón en vuelo de la noche
* * *
Raíz. Mineral. Astros.
Negaciones del tiempo
que nos finge el espacio.
* * *
Como duros luceros condenados
a la contemplación de la negrura
dejábamos flotando nuestros rostros
sobre el agua recóndita del pozo.
* * *
Gravitando en los párpados tu cuerpo
me cerrará los ojos para el sueño.
Con la luz se abrirá mi cuerpo a ti.
* * *
Un velo arrasa solitario el cielo
arriesgada propuesta de la altura;
el mar lo copia inverso en lo profundo
convirtiéndole en par su tentativa.
* * *
Nosotros sólo somos el lugar de la cita.
El encuentro es un águila bifronte
que ha cegado el destino.
* * *
El secreto es la voz
de lo ya dicho.
El misterio, la clave
del enigma.

Amparo Amorós (1950, Valencia, España), Las diosas blancas. Antología de la joven poesía española escrita por mujeres, Ed. Hiperión, 1985

Las huellas de los osos

Las huellas de los osos

Si la belleza es verdad y la verdad belleza
para mirar de frente los espejos sin fondo,
la ausencia que perdura después de su intemperie,
los signos que descifran plenitud a su paso.

Es nuestro este momento tendido entre los siglos
y el tiempo en su trineo nos lleva mundo abajo.
En la ladera nevada el blanco nos escribe
cotillo desdibujado en nuestros ojos,
después los valles que fermentan los nombres,
la forma fértil de duda o de quimera
y el instante para ser feliz sin simulacro.

No queda vértigo en los rojos escaramujos de diciembre.
Solo en nuestras pupilas perduran los lugares,
los gestos que nos miran detrás de los deshielos.

Yo quiero ser alguna vez de la memoria
en el blanco corazón del paraíso,
las huellas de los osos que sin estar estaban,
pasos a campo abierto, sin nostalgia ni excusa.

Amalia Iglesias (1962, Palencia, España), La sed del río, Ed. Reino de Cordelia, 2016

En la sala de lectura del insomnio

En la sala de lectura del insomnio,
cuando el camión de la basura es
la única respuesta al silencio
y cada instante es un amante
que matamos en un abrir y cerrar de piernas,
acompaño en eco, hasta la estación,
los pasos apresurados de las empleadas domésticas.
Para ellas, no existe el infierno. Simplemente,
evitan soñar.
Para nosotros, el autobús 738 siempre irá al Calvario,
aunque paguemos el billete.
En el horizonte lento pero seguro de una utopía light,
paso el día vendiendo mi tercer mundo
en coloquios y conferencias internacionales.
Les muestro a todos el canino de oro,
mi piel de jirafa,
la bibliografía en francés.
Escribo la palabra vacío
después de la palabra espera.
Poso las manos sobre mis rodillas cansadas.
Limpia
pero mal vestida,
-mirad-
soy el nuevo modelo para el fracaso.

Golgona Anghel (1979, Rumanía); Vine porque me pagaban, Killer71 ediciones, 2019

Desde dónde hablar

¿Desde dónde hablar?

Es inútil ocultarse tras la piel de un poema,
calzarse la incertidumbre de alguien
que siendo tú es otra a la vez.

¿Cómo decir que esa que no eres tú
-porque no lo eres- también eres tú?

¿Cómo conjugar ficción y realidad
para que mentira y verdad, sueño
y deseo, -sueño y sueño-, coincidan?

¿Cómo decir para que otra piel,
otra boca, otra mente, otras manos
encuentren en un verso el lugar anhelado?

¿Cómo pasar del poema
a la vibración del cuerpo?

¿Al suspiro contenido?

¿Al grito varado en el silencio?

¿Cómo?

¿Cómo hablar cuando toda tú
entras y sales del verso sin saber
si el poema te acoge o te expulsa?

¿Cómo hablar?

¿Cómo decir que escribes
porque no puedes resolver tanta contradicción,
tanto desencanto, tanto amor encadenado,
tanto tiempo prisionero en un bolsillo?

¿Cómo decir sí o no
sin sentir un pellizco en el alma?

¿Cómo conciliar los contrarios
sin un poso de culpa?

¿Desde dónde hablar?

Ángela Serna (1957, Salamanca, España); Solitudine, AA ediciones, Colección Menhir Poesía, 2015

Por qué hoy la poesía

Por qué hoy la poesía

por qué hoy la poesía
para qué
para mantener una luz encendida
porque bebés siguen naciendo
cachorros flores
hermosas
dignas
posibilidades
y nadie sabe qué los llama
porque en algún momento todos
extendemos los brazos
necesitamos agarrar
personas calor cosas
algo
y ese algo
bien puede ser un poema

Carmen Beltrán (1981, Logroño, España); La meteoróloga de sí misma (Antología personal 2004 – 2014), Ed. La cabaña del loco, 2018

Treinta años

Treinta años
y todavía no he escrito aquel poema

con sus relojes
con sus calendarios
con los hijos que crecen
y el olvido

algún día…

(recuerda a la jovencita sin paraguas
está aquí
aguardando)

treinta años
—ya han crecido las rosas—
y aún espero
que suceda el prodigio
que florezca tu nombre

Esperanza Ortega (1953, Palencia, España), Algún día, Ediciones Portuguesas, 1988. Extraído de Lo que va a ser de ti, Ed. Plaza & Janés, 1999

Un cielo empeñado en hacer de nosotros su último milagro

Un cielo empeñado en hacer de nosotros su último milagro

Quisiera escribir un poema de amor que no sea torpe,
que se mantenga erguido hasta el amanecer,
y al que no le importe
la vergüenza del desnudo.

Que nombre la exactitud de mi ingravidez
con el empeño con el que se cree en dios
antes de que la cordura toque a rebato.

Pero probablemente no lo haré,
porque al igual que tú,
mis párpados viven exiliados
y la voz se refugia en la trinchera
justo a dos interrogantes del suicidio.

Y pensar que me resulta tan fácil
amarte con los ojos,
quedarme recostada en el incendio de una nube
y no perder detalle
de todas las promesas que se le escapan a un cielo
empeñado en hacer de nosotros su último milagro.

Aunque la mayoría de veces,
la palabra se limita
a reflejar por cada uno de sus octaedros,
un facetado diferente del náufrago,
y descubro de repente,
que no es tu lengua si no arena
lo que me llena la boca.

 Marian Raméntol (1966, Barcelona, España); La escritura plural. 33 poetas entre la dispersión y la continuidad de una cultura. Antología actual de poesía española, Ed. Ars poetica, 2019

Nunca es tarde para empezar de cero

Nunca es tarde para empezar de cero,
para quemar los barcos,
para que alguien te diga:
-Yo sólo puedo estar contigo o contra mí.

Nunca es tarde para cortar la cuerda,
para volver a echar las campanas al vuelo,
para beber de ese agua que no ibas a beber.

Nunca es tarde para romper con todo,
para dejar de ser un hombre que no pueda
permitirse un pasado.

Y además
es tan fácil:
llega María, acaba el invierno, sale el sol,
la nieve llora lágrimas de gigante vencido
y de pronto la puerta no es un error del muro
y la calma no es cal viva en el alma
y mis llaves no cierran y abren una prisión.

Es así, tan sencillo de explicar: -Ya no es tarde,
y si antes escribía para poder vivir,
ahora
quiero vivir
para contarlo. 

Benjamín Prado, (Madrid, 13 de julio de 1961) Ya no es tarde, Ed. Visor, 2014