La lluvia

LA LLUVIA

En un mundo anterior. En el pasado siempre.

Sobre las tejas pobres de la infancia
donde el amor tapaba las goteras.

Sobre las rosas rojas del otoño
en la lejana adolescencia.

En las estrellas ya apagadas,
en las constelaciones más pretéritas.

Sobre la tumba abierta del mañana
que es pasado también por su certeza.

La lluvia está sonando eternamente
en el patio vacío de mi escuela.

Pedro Sevilla (1959, Cádiz); Para cuando volvamos. Poesía completa (1992-2018); Ed. Renacimiento, 2018.

Cada tarde la misma canción

Cada tarde la misma canción

cuando los niños se iban a sus casas
yo me sentaba bajo el muro del rompeolas
con los brazos cruzados
esperando a que subiera la marea,
esperar era mi juego

las babosas negras brillaban para nada
los gritos de mi madre brillaban para nada

con la espalda apoyada en el muro
sentada tercamente sobre la arena negra
y sin apartar la vista del horizonte
yo esperaba detener la marea.

Isabel Bono (1964, Málaga, España); Lo seco, Bartlby Ediciones, 2017

Llueve

Llueve

En esta tarde llueve, y llueve pura
tu imagen. En mi recuerdo el día se abre. Entraste.
No oigo. La memoria me da tu imagen solo.
Solo tu beso o lluvia cae en recuerdo.
Llueve tu voz, y llueve el beso triste,
el beso hondo,
beso mojado en lluvia. El labio es húmedo.
Húmedo de recuerdo el beso llora
desde unos cielos grises
delicados.
Llueve tu amor mojando mi memoria
y cae y cae. El beso
al hondo cae. Y gris aún cae
la lluvia.

Vicente Aleixandre (1898, Sevilla- 1984, Madrid, España): Poemas de la consumación; Ed. Plaza & Janés, 1978. Con este libro ganó el Premio Nacional de la Crítica en 1969. Le concedieron el Premio Nobel de Literatura en 1977.

Un instante de lluvia ii

Un instante de lluvia (II)

Well, goodbye, then,
I’m sorry I’ve never gone
to the great city that gave Vallejo fever.
                               Piano practice, DEREK WALCOTT

Sé que nunca leerás este poema.

Soñar es acertar en el pasado.
Una vez nos cruzamos por la calle,
hemos estado juntos en París,
¿recuerdas aquel día que un poeta contó
que siempre hay en el mundo sonando algún piano?
Nos dimos cuenta entonces
de que cada momento sin mirarnos
se perdía igual que cualquier nota
lo hace con la siguiente.
Y nos dimos la mano.

No soñé tus sonrisas,
yo sé que las viví y serán mías
mientras suene en el mundo algún piano.

Si vivir va a ser siempre un buen pronóstico
es hora de contarte que también una vez,
en esta habitación, hicimos el amor.

Paula Bozalongo (1991, Granada, España) Diciembre y nos besamos, Ed. Hiperión, 2014 (XXIX Premio Hiperión de Poesía)

Raíl

Raíl

Todos tus sueños hechos ventanilla.
Cargas con lo correcto, sin defraudar a nadie.
Y para los andenes te has roto la mirada.
Un millón de caminos
perpetran en tu espalda los recuerdos
que has llevado a desguace en el futuro,
que no han sido presente.
Tu equipaje es, te dices, el que te corresponde.
El único posible.
Para aliviar la herida,
sólo sabes cerrar fuerte los ojos.

 Raquel Vázquez (1990, Lugo, España);  Lenguaje ensamblador, Ed. Renacimiento, 2019

Eau de parfum

Eau de parfum

De la infancia, el olor
del musgo en las acequias, del barro, de las moras
y la extrema violencia de aprenderse.

Del mar, la última nota
de la última ola desplegada
antes de regresar y convencernos
de que no habrá sirenas.

De la noche, las leves veladuras
de un perfume italiano
todavía de moda.

De tu cuerpo, el aroma
de libro de aventuras
vuelto a leer; pero también de adelfas
desoladas y ardiendo.

Huele a vida quemada.

Aurora Luque (1962, Almería, España), Problemas de doblaje, Ed. Rialp, 1990

Anecdotario

Anecdotario

Tengo muy pocas cosas claras
pero una de esas pocas cosas
es que sin la música yo habría sido otra,
y esa otra habría sido peor.
Todo cuanto recuerdo
está relacionado con la música
desde mi padre que siempre cantaba
mi madre que siempre cantaba
(hasta que dejó de cantar durante mucho tiempo)
mis tías mis tíos mi abuela.
En casa todos cantaban
y después del desastre
pasado un tiempo todos volvieron a cantar.
Mi madre y la abuela
de manera distinta como con sordina
pero los tíos y las tías
como siempre.
Y nosotras con ellos.
Veo a mi abuelo en 1934
oyendo tangos de Gardel junto a mi padre.
En 1939 los tíos en Barcelona cantaban
«Junto al Puente de la Peña una tarde la encontré».
¡Qué bonita era Barcelona!
Y qué alegre estaba mi padre
mientras cantaba «No era calle que era un río».
Fui al Ateneo en 1958 para oír a un poeta joven
que leyó un poema titulado
«Largo para clavecín solo».
Me gustó el poema y me gustó el poeta. Me enamoré.
Nació mi hija en 1965:
el poeta argentino José Alberto Santiago
la dormía cantándole vidalitas.
Y la voz arrolladora del cantor Jaime Dávalos
también argentino la despertaba.
Mis hermanas y yo vivíamos para la música
y gracias a la música creíamos en el futuro.
Llegó el amor y con él llegó el flamenco.
Llegó mi hija y con ella llegó Keit Jarret
y llegó también la alegría y la felicidad.
Todo estaba bien.
El mundo tenía sentido.
¿Cómo hubiera sido ese mundo nuestro sin la música?
¿Cómo habría sido sin oír a mi niña cantando:
«Pasaba por aquí…»

Francisca Aguirre (1930- 2019, Alicante, España); Historia de una anatomía, Ed. Hiperión, 2010

La historia de una niña

Imagen de freestocks-photos en Pixabay

La historia de una niña

I
De niña, yo recuerdo
a mi madre,
corriendo despacio
hacia el balcón.
Amenazaba volar desde el séptimo.
Mi padre corría detrás,
más deprisa,
para verla planear.
O acompañarla en el
vuelo.
Para no manchar
de rojo
el jardín.
 

II
De niña, yo recuerdo
las excursiones de los domingos:
viajábamos a un hospital con vallas y jardines,
íbamos a ver al abuelo
de segunda categoría.
Me decían que el abuelo
no llevaba mi sangre
y yo me alegraba porque
estaba malo
bebía mucho
y estuvo en la guerra
con los que ganaron.
Un domingo fuimos al parque.
Mi madre me dijo que
el abuelo se había muerto
de un calambre.
No me entraron ganas
de llorar.
 

III
De niña, yo recuerdo
a mi abuela.
Olía a ropa planchada
y sus ojos miopes eran
casi blancos de lo claros.
Luego comenzó a repetir
las mismas preguntas.
Me decía que yo era su
niño muerto
o su madre.
Preciosa y estética,
la abuela
llegó a olvidarse
de respirar.
Y yo no pude…
debió ser el cadáver
más lindo
que nunca hubiese.
 

IV
De niña, yo recuerdo
a un hombre educado,
me llevó adonde los buzones.
Buscaba un señor.
Aquel hombre se acercaba
mucho, por detrás.
Parecía que no sabía leer.
Me hizo llorar mucho
y no se lo conté a nadie.
 

V
De niña, yo recuerdo
que mis padres
me decían
que yo era
una niña
muy rara.
Que no era una buena
hija,
cada vez que intentaba
abrirme
las venas.
Y les manchaba
la alfombra
de sangre.
 

VI
Ahora, de mujer,
soy capaz de escribir
todo esto.
Y hacerlo bello.
Y hacer de mis tripas
un corazón precioso
de material sintético.
Y reservar el corazón
auténtico
para las grandes
ocasiones:
para mi niña.
Ahora,
de niña.

Eva Vaz (1972, Huelva, España); La otra mujer, Ed. Celya, 2003.