De niña

De niña
superaba límites
saltando los marcos de las pizarras.
Las líneas rectas se enlazaban al vacío
mientras yo
perseguía sus puntos de fuga
atravesando paredes.
Ahora
parece insustancial
el valor de la recta,
sus diagramas imposibles
recorriendo galaxias.
Una línea es lo que dibujamos
entre lo perdido y el presente;
lo que marcan tus labios
con avaricia de infinito.
Nos bastaba un minutero
marcando los Fragel Rock.
Con la espera del postre
definíamos el tiempo.
La huida del castigo o el recuerdo
de una playa quebraban el pasado.
Distinguíamos la mañana y la noche
por la luz y los pijamas,
meriendas y recreos circundaban los relojes.
Hoy los días son bisiestos;
son compromisos los cumpleaños
y los descansos jornadas vacías.
Fatigamos las semanas y advertimos
que el ciclo de la vida
usa conceptos gastados.
La definición del tiempo se marea en los minutos.

Marta Zafrilla (1982, Murcia, España); Pecios, Editora Regional de Murcia, 2006 (Premio Molajoven 2006)

Miedo al ruido

Miedo al ruido

Un trueno estalla en el cielo
su rugido embiste los oídos
de quien no olvida el eco de las bombas.

Las mujeres se tiran al suelo
cubren, asustadas, las cabezas de sus hijos
la lluvia deforma el paisaje
convirtiendo esta aldea
en un campo de círculos mal dibujados.

En tierra de azufre y sal
no crece la hierba.

La vida se detiene:

No existe techo ni piel para tanto miedo.

Paloma Camacho Arístegui (1988, Madrid, España); Cartografía de un abandono; Ed. Gato Encerrado, 2018

Transido de palabras

Transido de palabras

Pero tu intención de ir te llevó donde querías,
Lejos de aquí, donde estás diciéndome:
“aquí estoy contigo, mira”. Y me señalas la ausencia.
PEDRO SALINAS

No me queda mucho más que decirte,
pues esta nube ya arruga mis dedos
por momentos,
salvo que llegó a casa una carta a tu nombre
—fingí tu firma y el cartero, amable,
disimuló mi tristeza—,
que la comida
se acumula pero el hambre no termina,
que no sé qué hacer con tanto ruido
—recuerdo cuando partías
el silencio con tu risa y todo,
entonces, era cuestión de adelantarse—
y que las palabras me duelen,
amor.

No quisiera que pensaras
que no te pienso
porque no te escribo.

Es solo que ahora he de hacer hueco
a tu ausencia en mi refugio,
y no sé si estoy preparada para colocarla
al lado de un poema
que cuente de algún modo
que no duela tanto,
cómo desapareciste
al abrir los ojos.

Prefiero cerrarlos que ver esta puerta
cerrada
cansada ya de tantos portazos.

Elvira Sastre (1992, Segovia, España), La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida, Ed. Visor, 2014

Canciones para Isabel

Canciones para Isabel
I

Te veo allí, tumbada entre las piedras
de esa fuente que, en medio del pinar,
saciaba nuestra sed en la derrota
de ignorar que hoy no recordaríamos.
Por eso ya no sé bien a dónde íbamos
o de hacer qué camino regresábamos,
pero sí que estar allí, bebiendo agua
con las manos, era estar para siempre
hundiéndome contigo en lo infinito.
Que eso que hemos vivido y expresado
en lo que ahora sólo es una foto
revelada de pronto en la memoria,
esa escenografía que hoy habitas
igual que un figurín de cartón piedra,
es la realidad abierta y proyectada
donde siempre comienza otro poema.

Carlos Contreras Elvira (1980, Burgos, España); El eco anticipado, Ed. Pre-Textos, 2011. III Premio de Poesía Joven de RNE, 2010

Lost generation

Lost generation

Era un mundo sin protección solar.
Los sueños, las inmensas
antenas parabólicas sobre los tejados,
monos azules
tendidos en patios interiores: mapamundis
proféticos tras las manchas de aceite.
No teníamos miedo.
Fuimos a escuelas donde los maestros
habían llevado luto por nosotros,
que estábamos llamados a heredar
la transparencia.
Dicen que a la salida alguien nos daba
caramelos con droga.
Yo nunca tuve dudas. Era nuestro destino:
ser una nueva raza de gigantes,
hombres libres, mujeres que haríamos
el trabajo de cien hombres.
¿Cómo no ser valientes? Pasábamos
agosto con abuelos
que habían sudado todo el frío del país.
Fumaban y tosían
y aflojaban bombillas porque la luz
no es gratis, no. También tuvimos padres,
una nación sonámbula de padres
que venían del sur.
Por la noche, volvían tarde a casa
y exclamaban: “¡Señor,
ya me sacas al menos dos cabezas!”.
Éramos los mayores.
Crecimos un centímetro diario y
estrenamos mallas, ternura primogénita,
zapatillas Paredes
que atravesaban yonquis en la noche
para aprender francés.
Duendes únicos. Magos
de la calcomanía. Todo se nos quedó
pesquero tan deprisa:
el Colacao, los paraísos para mascotas
olímpicas, los cromos,
la fe de nuestra primera comunión.
Cuando al fin llegó el metro a nuestro barrio,
fue demasiado tarde.
Ya estaba preparado el plan de fuga.

Martha Asunción Alonso (1986, Madrid, España), La soledad criolla, Ed. Rialp 2013. Premio Adonáis  2013

Canción Verlaine

Canción Verlaine

Esta lluvia no tiene corazón,
noche donde caerse.

Se la ve caminar destituida,
como la solitaria sombra del extranjero,
con las ventanas de perfil, pisando
arena de su propia lejanía.

No tiene corazón donde caerse.
Sólo palabras ciegas
que disuelven los nombres y no sirven
para contar la inútil fundación de sus viajes.

La lluvia sin relatos no comprende
que viene del pasado. Yo la veo
caminar el silencio de la piedra,
deslizarse buscando
el eco de una luz almacenada
en un bar que esté abierto.

A nadie le pregunta. No se atreve.
Perdida en el enigma de sus pasos,
es verdad que parece un extranjero.
Ni amor ni hostilidad. Y sin embargo
esta lluvia que cae
tiene la sensación de haber estado
otras veces aquí,
de que conoce
horas inexistentes
ciudades que no tienen corazón,
noche donde caerse.

Luis García Montero (1958, Granada, España); Las flores del frío, Ed. Hiperión, 1991.

Un caballo joven

Un caballo joven

Nunca he llegado a entender en qué
mundo vivo.
Cabalgaba sobre un caballo tan joven y feliz
como yo
Y al galope sentía su corazón batir
Contra mis piernas
Y el mío, latiendo incansable en el galope,
Todo lo atravesaba, sin que yo advirtiera
Que mi montura descansaba
Sobre el esqueleto de un caballo
Haciéndose pedazos en segundos
Mientras yo seguía cabalgando;
Sobre un joven caballo de aire
En un siglo que ya no era el mío.

Ana Blandiana (1942, Rumanía); El sol del más allá y El reflujo de los sentidos, Ed. Pre-Textos, 2016

La mariposa blanca

La mariposa blanca

En el velador de la residencia,
la mariposa blanca
y los cabellos blancos de mi abuela.

Mi abuela.

Con sus 91 años recién cumplidos,
apoyada en su bastón,
se queja porque esto está lleno de viejos
con bastón.

Y se mira los ríos de las manos
y no le teme al mar.

¿Quién se ha posado sobre quién?

Martha Asunción Alonso (1986, Madrid, España), Balkánica, Ed. Torremozas, 2018 (Premio Carmen Conde de Poesía Joven 2018). Además, su poesía ha recibido los siguientes premios: el Premio de Poesía Joven RNE (2015), el Adonáis (2012) y el Nacional de Poesía Joven (otorgado por el Ministerio de Cultura, 2011).

Un viejo poema para un año nuevo

Un viejo poema para un año nuevo

Otro año que se va. Los tantos que se fueron
nos dejaron un verbo repetido
con significados diferentes
y el mapa de un tesoro que no está en ningún mapa,
conversaciones lentas y el silencio,
y luces que se apagan y sombras que se encienden,
y el vagar de alma en pena por el alma
de lo que no supimos expresar.

Otro año, mi vida. Y nosotros buscando
la llave que nos cierre la puerta del pasado
para estar en el tiempo,
que nunca es el ayer sino el enigma,
que nunca es regresar sino perderse.

Felipe Benítez Reyes (Rota, Cádiz, 25 de febrero de 1960), La misma luna, 2006

Helado de chocolate

Helado de chocolate

Hay cosas que no tienen sentido como ir
a recitales donde todo se escucha mal. Ves a los músicos
flacos y con el pelo grasoso bailando y moviendo sus pelvis.
Ir a esas cosas en vivo me parecía medio tonto pero
me llené de calor viendo al cantante este fin de semana.
Eso era lo que tendría que haber sentido a los 15
con los chicos o a los 21, también. Los deseos de besar
alguien bonito y dibujarle ochos o infinitos en la espalda.
En un cuento de terror dos fans se comen los restos
de su músico favorito. Los fanáticos me parecen
la evolución negativa de la especie humana.
Es como que toda su potencia física llega al extremo
con los gritos, saliva, sudor, el cuerpo en éxtasis
pero la mente apagada. Nunca supe
cuál cantante me gustaba o cuál era mi canción favorita.
Pero me encanta decir que el chocolate
no me gusta y que mi gusto favorito de helado
es el de chocolate. Es igual a cuando te gusta
mucho una persona y te hace daño, entonces,
consumís todo lo que la rodea tipo los amigos
y sus bares o cafés pero odias cruzártela
o que te cuenten cosas de ella. La idea es vivir
cerca pero no encima.
Conocer cuando va a llover no es lo mismo
que salir con paraguas.

Sofía de la Vega (1993, Argentina), La idea es vivir cerca, pero no encima, Ed. Liliputienses, 2019.