Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

soledad (Página 1 de 3)

Exilios

Exilios

tras tanto acá y allá yendo y viniendo
(Francisco de Aldana)

Están aquí y allá: de paso,
en ningún lado.
Cada horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían ir hacia cualquier fisura.
No hay brújula ni voces. 

Cruzan desiertos que el bravo sol
o que la helada queman
y campos infinitos sin el límite
que los vuelve reales,
que los haría de solidez y pasto. 

La mirada se acuesta como un perro,
sin siquiera el recurso de mover una cola.
La mirada se acuesta o retrocede,
se pulveriza por el aire
si nadie la devuelve.
No regresa a la sangre ni alcanza
a quien debiera. 

Se disuelve, tan solo.

Ida Vitale (1923, Uruguay), Procura lo imposible, Ed. Fondo de Cultura Económica, 1998

Horizonte por venir

Horizonte por venir

Mira, los árboles están, las casas
que habitamos existen todavía. Solo nosotros pasamos
como un etéreo intercambio por delante de los seres.
Rainer María Rilke

Nadie puede retener tus ojos porque nadie existe verdaderamente.

Ellos caminan hacia ese espacio llamado hogar, donde alguien les espera con la luz encendida.

Avanzan con un fin: no quieren estar solos, no saben, no celebran la soledad del pentagrama, del libro por besar, de las uñas mordidas.

La soledad no es una asignatura que se enseñe en las escuelas; hay que memorizar la lista de las preposiciones.

Solo los niños raros permanecen solos a la hora del recreo mirando desde lejos el columpio vacío.

Nadie puede retener en sus ojos otros ojos porque tienen miedo de la piel cuando arde y es frontera.

Yo amo la extrañeza de los seres que son incendio y son delirio y cuyos pasos tropiezan, seducen al andar por su terca valentía.

Gema Palacios (1992, Zaragoza, España), “Estación Poesía” Nº 8, Editado por Secretariado de Publicaciones Universidad de Sevilla, 2016.

No hay palabras

No hay palabras

No hay palabras que calienten
la comida de la miseria.

No hay miradas que abarquen
el vacío de la infinita soledad.

No hay manos que ahoguen
el dolor de la injusticia.

No hay ríos que laven
el olor a este agotador ruido
que nos invade.

No hay nada que yo pueda dejar
de sentir para no sentirme
así de absurda.



Non hai palabras

Non hai palabras que quenten
a comida da miseria.

Non hai miradas que abrangan
o baleiro da infinida soidade.

Non hai mans que afoguen
a dor da inxustiza.

Non hai ríos que laven
o cheiro deste esgotador ruído
que nos invade.

Non hai nada que eu poida deixar
de sentir para non sentirme
así de absurda.

Montserrat Villar González (1969, Ourense, España); Sumergir el sueño – Sulagar o soño, Ed. Lastura, 2019

Había olvidado el dolor

había olvidado el dolor
había olvidado que el agua corriente existe
que los armarios con ropa limpia existen

algunas noches me tumbo
sobre la arena de mis sábanas limpias
y repito nombres, nguilla liha lala
como si eso sirviera de algo

y me pregunto si alguien se acordará de mí
en el desierto

sukút significa silencio
ergét significa duérmete

una mosca azul en su turbante
bajo la noche la arena
sobre la arena la piel

Isabel Bono (1964, Málaga, España); Sukút; Ediciones Imperdonables, 2014.

Soledad

Soledad

Podría tirar mi corazón
desde aquí, sobre un tejado:
mi corazón rodaría
sin ser visto.

Podría gritar
mi dolor
hasta partir en dos mi cuerpo:
sería disuelto
por las aguas del río.

Podría danzar
sobre la azotea
la danza negra de la muerte:
el viento se llevaría
mi danza.

Podría,
soltando la llama de mi pecho,
echarla a rodar
como los fuegos fatuos:
las lámparas eléctricas
la apagarían…

Alfonsina Storni (Suiza, 1892 – Argentina, 1938) ​​​​Las grandes mujeres, Ed. Nórdica, 2014

Sísifo

Sísifo

La ciudad desolada
hoy no susurra nada en mis oídos.
Despega los labios y permanece muda.
Se agotó la palabra.
Tengo miedo; estoy sola.
Cada calle es idéntica y todas giran
formando un laberinto.
No hay escapatoria
para mí, para nadie.

Un rayo azul, metálico, ha devastado el cielo.
Los pájaros no cantan: chirrían como puertas oxidadas,
como instrumentos desafinados e infernales.

No encuentro el sol.
Una gaviota sucia busca entre la basura
algún despojo útil, residuos de provecho;
así yo miro atrás a ver que me he dejado
si hay algo de valor
y si es preciso quizá recuperarlo.
Pero la basura es basura,
la nada es negra, o blanca, pero es nada.
La ciudad ya no me ofrece cosa alguna
no me dice ni una sola palabra.
Estiro mis brazos y giro
como un molino en una encrucijada.
Podrían atropellarme
pero también el tráfico parece detenido.

Me siento.
Me pregunto: dónde está la belleza, dónde el bien.
Yo sé que existen.
Los he besado con mis propios labios.
He pasado mis dedos azulados
por sus suavísimos contornos.
Yo misma he sostenido sus pilares
y pinté sus colores
y pronuncié sus nombres.
Dónde afluyó entonces todo eso,
dónde ha parado.

La ciudad no responde a mis preguntas.
Me mira con su ojo impasible, despiadado.
Estoy sola entre escombros.
Otra vez estoy sola
y he de empezar de nuevo a levantar mi piedra
con paciencia infinita
como mi condena.

Sara Mesa (1976, Madrid, España), Este jilguero agenda, Ed. Devenir, 2007

La realidad y el deseo

La realidad y el deseo

a Luis Cernuda

La realidad, sí, la realidad,
ese relámpago de lo invisible
que revela en nosotros la soledad de Dios.

Es este cielo que huye.
Es este territorio engalanado por las burbujas de la muerte.
Es esta larga mesa a la deriva
donde los comensales persisten ataviados por el prestigio de no estar.
A cada cual su copa
para medir el vino que se acaba donde empieza la sed.
A cada cual su plato
para encerrar el hambre que se extingue sin saciarse jamás.
Y cada dos la división del pan:
el milagro al revés, la comunión tan sólo en lo imposible.
Y en medio del amor,
entre uno y otro cuerpo la caída,
algo que se asemeja al latido sombrío de unas alas que vuelven desde la eternidad,
al pulso del adiós debajo de la tierra.

La realidad, sí, la realidad:
un sello de clausura sobre todas las puertas del deseo.

Olga Orozco (1920-1999, Argentina), Antología poética. Ediciones Cultura Hispánica, 1985

Amo lo que se hace lentamente

AMO lo que se hace lentamente,
lo que exige atención,
lo que demanda esfuerzo.

 Amo la austeridad de los que escriben
como el que excava en un pozo
o repara el esmalte de una taza. 

Mi habla es un murmullo,
una simple presencia que en la noche,
en las proximidades del vacío,
se impone por sí sola contra el miedo,
contra la soledad que nos revela
lo pequeños que somos. 

El poeta no ha elegido el futuro.
El poeta ha elegido descalzarse en el umbral del desierto.

Basilio Sánchez (1958, Cáceres, España); He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes, Ed. Visor, 2019. XXXI Premio Loewe.

Soledad

Soledad
(1 de febrero)

En ti estás todo, mar, y sin embargo,
¡qué sin ti estás, qué solo,
qué lejos, siempre, de ti mismo!
Abierto en mil heridas, cada instante,
cual mi frente,
tus olas van, como mis pensamientos,
y vienen, van y vienen,
besándose, apartándose,
en un eterno conocerse,
mar, y desconocerse.
Eres tú, y no lo sabes,
tu corazón te late, y no lo siente…
¡Qué plenitud de soledad, mar solo!

Juan Ramón Jiménez (1881, Moguer, Huelva – 1958, Puerto Rico), Diario de un poeta recién casado, extraído de Antolojía poética (sic), Ed. Cátedra, 1983

Te busco en la fuerza del futuro

Te busco en la fuerza del futuro

Sola yo, amor,
y vos quién sabe dónde;
tu recuerdo me mece como al maíz el viento
y te traigo en el tiempo,
recorro los caminos,
me río a carcajadas
y somos los dos juntos
otra vez,
junto al agua.
Y somos los dos juntos
otra vez,
bajo el cielo estrellado
en el monte,
de noche.
Yo, amor, he aprendido a coser con tu nombre,
voy juntando mis días, mis minutos, mis horas
con tu hilo de letras.
Me he vuelto alfarera
y he creado vasijas para guardar momentos.
Me he soltado en tormenta
y trueno y lloro de rabia por no tenerte cerca,
en viento me he cambiado,
en brisa, en agua fresca
y azoto, mojo, salto
buscándote en el tiempo
de un futuro que tiene
la fuerza de tu fuerza.

Gioconda Belli (1948, Nicaragua); Línea de fuego, Editado por Casa de las Américas, 1978

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