No me interesa lo que

No me interesa lo que
dicen los disidentes de la dictadura.
Pero confieso que me gustaban los chocolates Toblerone
que mi tía me traía en Navidad.

No creo en los presos políticos,
ni me impresionan los niños descalzos
que les muestran los dientes a las máquinas Minolta
de los turistas italianos.

No voy a pedir asilo.
Desconozco los avances
o retrocesos económicos de mi país.
Ya he hablado de Drácula lo bastante.
Ya he recogido fresas en Andalucía.
Ya he sido gitana, ya he sido puta.
No necesitan volver a preguntármelo.

Lo que me preocupa —y, eso, sí puede ser relevante
para el fin de la historia— es saber
cuándo fue que me transformé,
yo que era una loba solitaria,
en este caniche de apartamento que les habla ahora.


Não me interessa o que
dizem os dissidentes da ditadura.
Mas confesso que gostava dos chocolates Toblerone
que a minha tia me trazia no Natal.

Não acredito nos detidos políticos,
nem me impressionam os miúdos descalços
que mostram os dentes para as máquinas Minolta
dos turistas italianos.

Não vou pedir asilo.
Desconheço os avanços
ou retrocessos económicos do meu país.
Já falei de Drácula que chegue.
Já apanhei morangos na Andaluzia.
Já fui cigana, já fui puta.
Escusam de mo perguntar outra vez.

O que me preocupa – e isso, sim, pode ser relevante
para o fim da história – é saber
quando é que me transformei,
eu que era uma loba solitária,
neste caniche de apartamento que vos fala agora?

Golgona Anghel (1979, Rumanía); Vine porque me pagaban, Killer71 Ediciones, 2019. Edición bilingüe / traducción de Aníbal Cristobo

La realidad y el deseo

La realidad y el deseo

a Luis Cernuda

La realidad, sí, la realidad,
ese relámpago de lo invisible
que revela en nosotros la soledad de Dios.

Es este cielo que huye.
Es este territorio engalanado por las burbujas de la muerte.
Es esta larga mesa a la deriva
donde los comensales persisten ataviados por el prestigio de no estar.
A cada cual su copa
para medir el vino que se acaba donde empieza la sed.
A cada cual su plato
para encerrar el hambre que se extingue sin saciarse jamás.
Y cada dos la división del pan:
el milagro al revés, la comunión tan sólo en lo imposible.
Y en medio del amor,
entre uno y otro cuerpo la caída,
algo que se asemeja al latido sombrío de unas alas que vuelven desde la eternidad,
al pulso del adiós debajo de la tierra.

La realidad, sí, la realidad:
un sello de clausura sobre todas las puertas del deseo.

Olga Orozco (1920-1999, Argentina), Antología poética. Ediciones Cultura Hispánica, 1985

Gramática de la relatividad

Gramática de la relatividad

Quizá ni el tomate es tan puro
ni el tabaco tan mortal como comentan.
Me caen bien los extraños, me siento segura
en los países muy desordenados.
Protegerse está bien, pero a veces confiar
es mejor revulsivo para una vida larga.
Ni es cierto que no importe lo de lejos, ni es cierto
que no haya sitio en el mundo
para la literatura.
Pero la publicidad nunca es poesía.
Confío en mi cuerpo
más que en buena parte de los médicos,
y algunas drogas nos ayudan a dormir.
El amor existe.
Abrazarse a muchos cuerpos no es sinónimo de calma,
no hacerlo tampoco ayuda demasiado.
He tenido jefes que eran mis amigos
y compañeros que no.
El sentido común falla a menudo.
Si te cuidas demasiado, entonces eres presa fácil.
Los juicios no marcan la línea que separa el bien y el mal,
no marcan casi nada.
La verdad no tiene un solo nombre.
Cinco manzanas al día
son demasiadas manzanas.

Y la palabra es
como un juego de niños:
cuando llega a tus manos hay que abrazarla fuerte
y escaparse corriendo del enemigo.
Y,  luego, lanzarla a quien sepa
guardarla mejor.
A quien corra más.

Laura Casielles (1986, Asturias, España) Los idiomas comunes, Ed. Hiperión, 2010 (Este libro ganó el XIII Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal y el Premio de Poesía Joven Miguel Hernández en 2011)

Poeta de guardia

Poeta de guardia

…¡Otra noche más! ¡Qué aburrimiento!
¡Si al menos alguien llamase llamara o llamaría!
… ¡La portera! que si su nieta pare,
y recordase que soy puericultora…
O un borracho de amor con delirium tremendo…
o alguna señorita de aborto provocado
o alguna prostituta con navaja en la ingle
o algún quinqui fugado…
o cualquier conocido que por fin decidiera suicidarse…
o conferencia internacional…
(esto sería una bomba –pacifista–).
O que la radio dijera finamente:
«¡La guerra del Vietnam ha terminado!»
«El porqué de estar solo ya se sabe.»
O «el cáncer descubierto».
Y nadie suena, o quema, o hiela o llama
en esta noche
en la que
como en casi todas,
soy poeta de guardia.

Gloria Fuertes (1917-1998, España), Poeta de guardia, Ed. El bardo, 1968

Ellos no lo advierten

Ellos no lo advierten
pero arrastramos un rencor en los genes
heredado de cada mujer.
Su hacha clavada en el cuerpo,
integrada en él. Donde persiste.
Observadoras y observadas.
Actuando solas y ante el mundo.
Ansiando un descanso
sin saber descansar.
Acusando un odio que no se cura
por palabras que no tendrían que existir.
Sin responder tal sin comportarnos cual,
aprovechando más.
Sin enfrentarnos a.

Pilar Adón (1971, Madrid, España); Las órdenes, Ed. La Bella Varsovia, 2018. Libro de poesía del año 2018 según las librerías de Madrid.

La forja

La forja

Mi abuelo ordeñaba en añil vacas sonámbulas
—soñaba el señorito la paz del mármol—
y recibía a cambio once litros de leche.
Solo después comenzaba su jornada,
que duraba lo que la luz sobre los campos:
los frutales agradecían el agua y los fandangos,
los cochinos el azul de su desvelo.
                                          Nada era suyo.

Tras la cena y los besos, mis abuelos
salían a hurtadillas —once niños
soñaban el pan de los molinos—,
el hacha y la espuerta conocían la vereda
donde arrancar monte sin ser visto.

Pertenezco
a una raza de hombres y mujeres
que tallaron en piedra su alegría.
En mi genealogía
solo se hinca la rodilla
para sembrar la tierra.

Emilio Martín Vargas (1979, Valencia, España); Lumpen Supernova, Ed. Visor, 2019. XVII Premio Emilio Alarcos.

Defensa de la retama

Defensa de la retama

El Tajo es más hermoso que el río que corre por mi aldea
pero el Tajo no es más hermoso que el río que corre por mi aldea
porque el Tajo no es el río que corre por mi aldea.
Alberto Caeiro

Vuelvo de mis anhelos trashumantes
y se me hacen de plata todas las rutas,
de azafrán las carreteras, las retamas
custodian mi camino a casa.
Y qué importa que nadie a acompañarnos baje,
siendo tú tan recia y sencilla.
Yo puedo habitar tu soledad
con las vacas de mi abuelo: Guinda y Viboreta;
con las piernas delgadas de mamá;
con mi padre sacando al choto a los ríos;
la abuela cuidando la nogal.
Las amapolas y las lilas pueblan
estas páginas de primavera.

Esto es Castilla,
nunca fue la mejor, solo la nuestra.
Esto es Castilla, lo que somos,
mi cuerpo, preso como arbusto a este suelo,
el espacio donde habitan los abrazos
urdidos, mimbre, con empeño.

Tengo estos prados metidos en los ojos
y cuando brotan me salvan
como al paisaje. El horizonte
se nos talló en el pecho
siempre en pie para recomenzar.
Ya vamos, Castilla, ya vamos.
Seguimos avanzando campo horizontal,
campo tenaz.

Maribel Andrés Llamero (1984, Salamanca, España); Autobús de Fermoselle, Ed. Hiperión, 2019 (Galardonado ex-aequo con el XXXIV Premio Hiperión de Poesía 2019).

A 27 de marzo de 2019

A 27 de marzo de 2019

Mi compañera Trini es una señora
que ha cotizado cuarenta y siete años
a la seguridad social.
Con toda certeza se trata
de la empleada más antigua
de todo el complejo hospitalario.
Trini es, ante todo,
una señora
de sesenta y tres años a la que llevan
explotando desde los trece,
edad en la que para sobrevivir
se veía obligada a fregar de rodillas
en las casas de los señoritos
que a la hora de comer
la marginaban en una habitación aparte
con unos cubiertos aparte
y un plato aparte, frío
con las sobras de los pucheros
que ella misma preparaba para todos.
A Trini le da miedo jubilarse, ella cree
que si se queda en casa la visitará la muerte
y que la encontrará desprevenida
ordenando los armarios o quitando el polvo,
por eso Trini cada día madruga
y entre las máquinas practica los pasos
que aprende por las tardes en clases de bachata,
así la muerte, si la visita,
no tendrá más remedio que dar con ella
bailando entre las lavadoras.

Begoña M. Rueda (1992, Jaén, 1992); Servicio de lavandería. Ed. Hiperión, 2021