Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

noviembre2023 (Página 1 de 4)

En tiempo y forma

En tiempo y forma

A solas con el tiempo
se quedan tus palabras.
No las maldices, sabes
que viven por encima
de muchos sacrificios,
que olvidan cuanto llevan
de ti sobre sus hombros.
A solas con el tiempo,
igual que tú, sin nadie,
deshojan cada noche
el final de tu vida
en forma de poema.

María Sanz (1956, Sevilla, España); Tanto vales, Ed. Asociación de escritores y artistas españoles, 1996.

El amor es sencillo a veces

El amor es sencillo a veces

Algo tan sencillo como ponerse de puntillas para alcanzar una
manzana,
mirar el patio de una casa por encima de un muro,
dar un beso, hacer menos
ruido
al caminar.

El amor es preguntar
¿vienes conmigo hasta la boya amarilla?,
apuntar con un dedo el horizonte
y no tener que nadar en soledad nunca más.
El amor es no querer que te quemes,
quitarte polen de gramínea del pelo,
preguntar
con suavidad
si tienes frío.

El amor puede ser estar mucho rato bajo el sol con los ojos cerrados
y ser tan feliz que consigues no pensar en la muerte.

El amor puede ser también
oír una bicicleta que frena delante de tu puerta.
Pelar pipas en un banco, señalar
una trucha que salta a lo lejos
o un meteoro
que cae.

Escuchar una canción que no te gusta
y aun así pensar
la vida es buena.

El amor podríamos ser fácilmente nosotros dos
pegándonos porque nos parece divertido,
manchándonos porque nos parece divertido,
despidiéndonos porque despedirse
es siempre divertido.

El amor es apartar
un cigarrillo de tu boca.
El amor es acariciar
los dos al mismo perro.
El amor es echar una carrera,
llorar de risa, dar una patada
por debajo de la mesa,
no avergonzarme,
ante ti,
de mi ropa vieja.

Alba Flores Robla (Madrid, 1992, España); AZCA; Ediciones Venera, 2021. (Este poema está incluido en Antología de las mejores poesías de amor en lengua española; Ed. La Esfera de los Libros, 2020. Recopilador: Luis María Anson).

En esta página web se puede escuchar el poema recitado por la poeta

Fantasmas o pretextos

Fantasmas o pretextos

yo era una adolescente con talle de estilete
y la noche encendida sujeta en el cabello
en aquel tiempo solía encaramarme al lomo de tersura de los amaneceres
el envés de la brisa me ceñía
los gallos elevaban al cielo sus plegarias

yo era resuelta y nueva
el futuro era entonces
una extensión sin límite ni fondo ni custodios

no había sentido aún temor del propio miedo
ignoraba
la coacción del dolor
no sospechaba la desolación que acecha en la ternura
ni las brasas que nacen de la intrepidez
ni el fraude prematuro de la inmortalidad

aún los estambres de mi corazón
ese pobre inocente metido a profeta
mantenían intacto el carmín sobre el alma

yo no sé en qué momento la oportunidad
se va volviendo una nube de escombros
ni cuándo lo ligero empieza a ganar peso

solo puedo decir que llega un día
inesperado y áspero
en que las viejas fuentes ya no sirven
para saciar la sed

Raquel Lanseros (1973, Cádiz, España); Matria, Ed. Visor, 2018

Mutaciones poéticas

Mutaciones poéticas

En mi familia no hay poetas.

Pero mi abuelo Gregorio,
cuando regaba el huerto en Belinchón,
se quedó tantas tardes
velando las acequias, murmurando:
No bebemos
el agua: es ella quien nos bebe.
El agua
es
la mujer.

No, en mi familia no hay poetas.

Pero una vez, muy niña, encontré cáscaras
de huevo azul
a los pies del almendruco.
Se las mostré a mi padre y mi padre, silencioso,
me enseñó a hacerles un nido
con ramaje;
y me enseñó por qué: hay pedazos de vida
que son
sueños enteros.

En mi familia, os digo, no hay poetas.

Pero cuando mi bisabuela
Asunción
contempló por vez primera el mar
-la primera y la única-,
me cuentan que se quedó muy seria, muy callada,
durante un ancho rato, hasta que dijo:
Gracias
por
los ojos.

No sé de dónde salgo. En mi familia
no hay poetas
malos.

Martha Asunción Alonso (1986, Madrid, España), Wendy, Ed. Pre-Textos, 2015. Este poemario ganó el Premio de Poesía Joven RNE (2015). Además, la poeta tiene el Nacional de Poesía Joven (otorgado por el Ministerio de Cultura, 2011), el Adonáis (2012), y el Premio Carmen Conde de Poesía Joven (2018)

Currículum vitae

Currículum vitae

Lo que el hombre no dice
son las noches en vela,
las batallas perdidas y las puertas cerradas

Lo que el hombre no cuenta
son sus sucias costumbres,
su mal genio los lunes,
sus manías, sus tristes
cicatrices antiguas.

Lo que el hombre se calla
cuando eleva su copa
son los besos no dados,
los poemas no escritos,
las preguntas dobladas
en oscuros cajones.

Son las tres de la tarde
y los ángeles llenan
estas calles de octubre
y, extrañados, contemplan
lo que el hombre señala:
todo cuanto ha logrado.
Y los ángeles lloran
y bostezan y ríen
y se miran sabiendo
lo que el hombre no sabe.
Son las tres de la tarde
y hace frío en sus alas.

Lo que el hombre aún ignora,
lo que el hombre no sabe
es que todos los hombres
y mujeres que miran
su callar silencioso,
su nombrar bagatelas,
todos ellos a un tiempo
también tapan sus rotos,
también callan su historia.

David Hernández Sevillano (1977, Segovia, España); El reloj de Mallory, Ed. Visor, 2020. XVIII Premio Emilio Alarcos

Habitación vacía

Habitación vacía

¿Alguien podrá verme, ahora, bajo el agua?
Oigo un murmullo que sale de los estantes. No un sonido de voces sino más bien un rumor como de fuente que salpicara tras las baldas.
 Abro un libro y gotean letras.
Del canto de los diccionarios brota un torrente de palabras disueltas. Mayúsculas y minúsculas, interrogaciones, tildes y vocales  se enganchan a mi ropa y van cayendo después hasta acabar formando un charco de signos sobre el suelo.
 Me empeño en recoger estos trazos negros enmarañados,
me empeño en distinguir una línea de otra línea,
me empeño en colocarlas con cuidado sobre el papel, como si fueran las piezas  numeradas de un mecano y creyera que han de levantar sobre la página la maqueta precisa del mundo.
Pero cuando escribo no hago sino anotar mi propia transparente telaraña, una ilegible red de espirales vacías, agua de alcantarilla.
Mis manos son de agua y, cuando trato de escribir con ellas, las páginas quedan en blanco.
 ¿Alguien podrá verme, ahora, bajo el agua?

Trinidad Gan (1960, Granada, España); Papel ceniza, Valparaíso ediciones, 2014

Anochecer

Anochecer

A Antonina Rodrigo

Se está haciendo de noche en mis ventanas.
Los cristales aceptan subyugados
el ritmo de la sombra,
su vengativa dentadura
de marfil apagado que se extiende
hacia las cosas. Las devora.

Todo va entrando
con lentitud y orden en sus fauces:
muebles, retratos, libros…
Y esas rosas
de madera tranquila
que Lucía me trajo una mañana
para ponerme a salvo del invierno.

No impediré el paso
de tanta opacidad, del barniz derramado
donde se apaga el día.
Quiero un manjar suyo, ofrendarme
con un temblor de novia a su deseo.

Aunque, después de todo,
yo ya le pertenezco.

Angelina Gatell (1926, Barcelona- 2017, Madrid); La oscura voz del cisne, Bartleby Editores, 2015

No quisiera que lloviera

No quisiera que lloviera

No quisiera que lloviera
te lo juro
que lloviera en esta ciudad
sin ti
y escuchar los ruidos del agua
al bajar
y pensar que allí donde estás viviendo
sin mí
llueve sobre la misma ciudad
Quizá tengas el cabello mojado
el teléfono a mano
que no usas
para llamarme
para decirme
esta noche te amo
me inundan los recuerdos de ti
discúlpame,
la literatura me mató
pero te le parecías tanto.

Cristina Peri Rossi (1941, Uruguay); Diáspora (1976); Ed. Lumen, 2001

Me basta así

Me basta así

Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
– de esto sí estoy seguro:
pongo
tanta atención cuando te beso-;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;

ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando -luego- callas…
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.)

Ángel González (Oviedo, 1925 – Madrid, 2008) Palabra sobre palabra, 1965

Fortuna

Fortuna

Por años, disfrutar del error
y de su enmienda,
haber podido hablar, caminar libre,
no existir mutilada,
no entrar o sí en iglesias,
leer, oír la música querida,
ser en la noche un ser como en el día.

No ser casada en un negocio,
medida en cabras,
sufrir gobierno de parientes
o legal lapidación.
No desfilar ya nunca
y no admitir palabras
que pongan en la sangre
limaduras de hierro.
Descubrir por ti misma
otro ser no previsto
en el puente de la mirada.
Ser humano y mujer, ni más ni menos.

Ida Vitale (1923, Uruguay), Trema, Ed. Pre-Textos, 2005

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