Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

enero2024 (Página 1 de 4)

Después de que los hijos

Después de que los hijos
nos despierten por las noches
nosotras nos quedamos
más solas que a la luz del sol.
Entre sábanas revueltas buscamos
referentes: ¿pero quién, quienes?
¿Nuestras madres abnegadas?
¿Las satisfechas de las películas
las diligentes de los anuncios
las despreocupadas amigas sin hijos?
Espiamos a las madres que murieron
a las madres que no fuimos
a las madres que soñamos ser.
Pero al mirar a las otras solo vemos
sus ojeras acolchadas
como camas de catálogo.
Al resto lo oculta un pudor milenario
la higiénica sonrisa que proclama:
toma este lazo de terciopelo
y amordázate. Ofrece tu mejor perfil
y cuenta con él la misma historia.
No existes en ninguna mitología.
No nos traiciones.

Ana Pérez Cañamares (1968, Santa Cruz de Tenerife, España); Será ser mujer, Ediciones del 4 de agosto, 2019.

Homenaje I

Homenaje I

Me moriré en Madrid
un día cualquiera
 me moriré sin aguacero
me moriré
sin que suceda nada
sin que nadie me pegue
sin causa sin motivo
me moriré
de un silencio mayor que yo
mayor que el mundo.
Y se me irán quedando
marchitas las palabras
y se me irán cayendo
como las hojas de los árboles
y el silencio
como un musgo veloz
me irá invadiendo
hasta dejarme muerta
y silenciosamente.

Francisca Aguirre (1930-2019, Alicante, España); Los trescientos escalones, Bartleby Editores, 2012.

Desde la orilla solo me llega

Desde la orilla solo me llega
la voz de un viejo sauce llorando
la pérdida, eterna ya,
de esa palabra que te nombre.
Una a una, el aire mece
Las letras primigenias
Los sones de un lenguaje olvidado.
 Y alguien, sentado en el umbral de los días,
recoge el canto entonado por sus ramas.
 De eternidad en eternidad,
solo las raíces
de este viejo sauce
recuerdan en silencio
la última palabra.
 Solo su frágil apariencia
afirmará, desde su languidez,
el paso de tu nombre
por mi ausencia

Ángela Serna (1957, Salamanca, España); De eternidad en eternidad, Ediciones La Palma, 2006

No perdamos el tiempo

No perdamos el tiempo

Si el mar es infinito y tiene redes,
si su música sale de la ola,
si el alba es roja y el ocaso verde,
si la selva es lujuria y la luna caricia,
si la rosa se abre y perfuma la casa,
si la niña se ríe y perfuma la vida,
si el amor va y me besa y me deja temblando.
¿Qué importancia tiene todo esto,
mientras haya en mi barrio una mesa sin patas,
un niño sin zapatos o un contable tosiendo,
un banquete de cáscaras,
un concierto de perros,
una ópera de sarna…
Debemos inquietarnos por curar las simientes,
por vendar corazones y escribir el poema
que a todos nos contagie.
Y crear esa frase que abrace todo el mundo;
los poetas debiéramos arrancar las espadas,
inventar más colores y escribir padrenuestros.
Ir dejando las risas en la boca del túnel,
y no decir lo íntimo, sino cantar al corro;
no cantar a la luna, no cantar a la novia,
no escribir unas décimas, no fabricar sonetos.
Debemos, pues sabemos, gritar al poderoso,
gritar eso que digo, que hay bastantes viviendo
debajo de las latas con lo puesto y aullando,
y madres que a sus hijos no peinan a diario,
y padres que madrugan y no van al teatro.
Adornar al humilde poniéndole en el hombro nuestro verso;
cantar al que no canta y ayudarle es lo sano.
Asediar usureros y con rara paciencia convencerles sin asco.
Trillar en la labranza, bajar a alguna mina;
ser buzo una semana, visitar los asilos,
las cárceles, las ruinas; jugar con los párvulos,
danzar en las leproserías.
Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos,
que al corazón le llega poca sangre.

Gloria Fuertes (1917-1998, España), Obras incompletas, Ed. Cátedra, 2000

Aclaración

Aclaración

La poesía dice: tú o yo. Pero no habla de ti o de mí.
Dice tú o yo, pero es tú y yo y él y ella
y todos y cada uno nosotros,
pues en cada pronombre hay una suma.

Multitud de identidades se comprenden
en la aparente y apaciguadora singularidad.

La poesía dice yo, tú, él, ella…
y a todos y a cada uno de nosotros nos designa
borrando los contornos de las almas.

Todos y cada uno
somos incluidos y explicados.

Todos somos a la vez ella, él, tú y yo.

Ana Rossetti (1950, Cádiz, España), Llenar tu nombre, Bartleby Editores, 2008

La oración de la rosa

La oración de la rosa

Padre nuestro que estás en la tierra;
en la fuerte
y hermosa tierra;
en la tierra buena;

santificado sea el nombre tuyo
que nadie sabe; que en ninguna forma
se atrevió a pronunciar este silencio
pequeño y delicado…, este
silencio que en el mundo
somos nosotras,
las rosas…

Venga también a nos, las pequeñitas
y dulces flores de la tierra,
el tu Reino prometido…,

hágase en nos tu voluntad, aunque ella
sea que nuestra vida sólo dure
lo que dura una tarde…

El sol nuestro de cada día, dánoslo
para el único día nuestro…

Perdona nuestras deudas
-la de la espina,
la del perfume cada vez más débil,
la de la miel que no alcanzó
para la sed de dos abejas…-,
así como nosotras perdonamos
a nuestros deudores los hombres,
que nos cortan, nos venden y nos llevan
a sus mentiras fúnebres,
a sus torpes o insulsas fiestas…

No nos dejes caer
nunca en la tentación de desear
la palabra vacía – ¡el cascabel
de las palabras!…-,
ni el moverse de pies
apresurados,
ni el corazón oscuro de
los anímales que se pudre…
Mas líbranos de todo mal.
Amen.

(Dulce Ma Loynaz, Versos (1920-1938), 1950)

Transmuta en campos y hermosura

Transmuta en campos y hermosura
lo que no se expresa, mira
las mieses, nota el viento, siente
la luz, respira la médula
del mundo, rehaz lo podre
en enjambre y avanza, escucha
su zumbido, toma miel. Di
nombres compañeros, invoca
compañeras. No cejes. Girasoles
y cuervos velan tu corazón. Ablanda
el entrecejo, nutre lo magro. Dispón
vigas de cedro y tablazones
de haya, apacienta entre lirios, mas no olvides
que ira hay en la sabiduría, resplandor
de candela. Llama, di
al viento: ven viento, limpia
esos cielos. Reposa en él los ojos.

Olvida García Valdés (1950, España), Locus oculus solus, Ed. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía,  1998

Mujercitas

Mujercitas

Nosotras que buscamos el amor
en las metáforas que suspiran,
que hemos aprendido a recorrer nuestro cuerpo
con las yemas finísimas,
deseamos,
en el espejo de nuestra boca
que nuestra lengua se transforme en otro paladar, en otros labios
y los recorran unos dedos inmensos
que sepan penetrarnos
abrir todas las grietas,
y nos hagan temblar como a los árboles de tronco diminuto
que se mecen con el viento.

Nosotras, vestidas o desnudas
florecemos con el agua de los besos
que humedecen las promesas,
florecemos con el susurro efímero
de la felicidad.

Pero también nosotras, las que buscamos el amor
en los versos sin alas de todos los ángeles caídos
nos vamos quedando solas,
y la geografía de nuestra piel se desdibuja,
en todas las esquinas, sobre las sábanas,
en los abrazos de la añoranza,
en el deseo de una nostalgia a la que rendimos tributo
bebiendo su semilla.

Ana Merino (1971, Madrid, España), Juegos de niños, Ed. Visor, 2003. (I Premio Fray Luis de León)

Amor

Amor

Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva ni te espere.
Te estoy llamando
amor
como al destino
como al sueño
a la paz
te estoy llamando
con la voz
con el cuerpo
con la vida
con todo lo que tengo
y que no tengo
con desesperación
con sed
con llanto
como si fueras aire
y yo me ahogara
como si fueras luz
y me muriera.
Desde una noche ciega
desde olvido
desde horas cerradas
en lo solo
sin lágrimas ni amor
te estoy llamando
como a la muerte
amor
como a la muerte.

Idea Vilariño (1920-2009, Uruguay), Poesía completa, Ed. Lumen, 2016

El poeta aguarda

El poeta aguarda, impaciente, la llegada de alguna musa
(Estudio de escritor. Mesa de gran tamaño. Estanterías llenas de libros. Puerta al fondo entreabierta. El personaje camina de un lado a otro del escenario).
Que alguien recomponga los jarrones
rebosantes de rosas.
Necesito más luz
sobre el brazo desnudo que ahora escribe.
Los libros, que se vean desde todos los ángulos.
Unas hojas tiradas por el suelo pueden
crear ambiente.
Si es posible,
que caiga por completo la noche.
Una luna entre nubes
podría sugerir un halo de misterio.
En la calle
que parezca que la lluvia ha caído.

Ella entrará por la puerta del fondo.
Traerá el cabello húmedo —podría haber un fuego
donde secarlo lenta, muy lentamente—.
No hablará.
No hablaré.
El silencio es lo más apropiado.
No elevaré los ojos para verla
hasta pasado un rato.

Ella irá hacia las rosas con aire ensimismado
y mirará la luna caminar por mi cielo.

Necesito más luz sobre mi mano.
Necesito más luz sobre las rosas
y un fuego y una luna y un cielo
antes de que ella llegue.

Y que haya llovido.

Irene Sánchez Carrón (1967, Cáceres, España); Atracciones de feria, Ed. Institución Cultural El Brocense, 2002

« Entradas anteriores

© 2025 Poemancia

Tema por Anders NorenArriba ↑