Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

junio2024 (Página 1 de 3)

Segundo movimiento

Segundo movimiento

Despertar de la anestesia no es como despertar del sueño.
Cada mañana la conciencia llama respetuosa
a la puerta, y espera
que lleguen poco a poco los colores, el tacto,
la memoria,
se infiltra
muy dulcemente en la respiración
y empieza a entrelazar, como ella sabe,
el pasado a la trama
del día nuevo.
Despertar de la anestesia no es como despertar del sueño.
Es un martirio de instantánea lucidez.
Llega de golpe.
Llega de golpe la vida y se te mete dentro y no pregunta.
No pregunta si quieres.
Te toma de rehén. Y lo recuerdas todo.
De golpe sabes todo lo que tanto
te has esforzado en no saber.
No quiero.
No quiero estar aquí. Frío en los huesos,
violines bien hundidos en la carne,
y yo no quiero. Cántame una canción de hilanderas,
cuéntame un cuento de brujas.
Engáñame con la ternura y sus bombillas doradas
balanceándose en la noche como en una
verbena onírica. Dime que traerás mantas
para este miedo helado
que me estremece. Engáñame,
tú que me reinventaste tantas veces,
no me sueltes así
en medio de la luz.
Porque es abrir los ojos y comprender la heridas
de samurái en el cuerpo de muchacha.
Porque es abrir los ojos y no necesitar
ya espejos. Aquí estoy, parece
que ha pasado un instante
desde que me acosté en esta cama dura
de quirófano y me extendieron el brazo para abrir.
Aquí estoy otra vez y lo recuerdo todo. […]

Ana Isabel Conejo (1970, Barcelona, España); Concierto para violín y cuerpo roto, Ed. Hiperión, 2018

Misterios

Misterios

Alguien abre una puerta
y recibe el amor
en carne viva.
Alguien dormido a ciegas,
a sordas, a sabiendas,
encuentra entre su sueño,
centelleante,
un signo rastreado en vano
en la vigilia.
Entre desconocidas calles iba,
bajo cielos de luz inesperada.
Miró, vio el mar
y tuvo a quién mostrarlo.
Esperábamos algo:
y bajó la alegría,
como una escala prevenida.

Ida Vitale (1923, Uruguay), Poesía reunida, Ed. Tusquets, 2017.

La levedad del pájaro

La levedad del pájaro

Aprender la levedad del pájaro.
Sacar los pies del nido y encontrar
que fuera el mundo es limpio
y el cielo es amplio
y no nos queda nada
por lo que valga la pena no amar.
Aprender
la levedad del pájaro. Respirar.
Sentir cómo pasa el aire
por todas las esquinas del cuerpo,
lo más parecido a volar
que puede hacer una mujer
como yo,
con el corazón
pegado a tierra.
Desafiar
la gravedad
como el que desafía
una norma, aprender
la levedad del pájaro.
Olvidar que las cosas pesan
y echarlas al aire,
quedarse quieto y ver
cómo
les nacen
alas.
Lo más parecido a volar
que puedo hacer,
yo que tengo
los pies
de plomo.
Aprender
la levedad
del pájaro.

Laura Casielles (1986, Asturias, España) Los idiomas comunes, Ed. Hiperión, 2010 (Este libro ganó el XIII Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal y el Premio de Poesía Joven Miguel Hernández en 2011)

Palabras como piedras

Palabras como piedras

Madrid (Agencias). La Policía Nacional ha encontrado finalmente este martes los cadáveres de una mujer de 32 años y de su hija de 9 años desaparecidas en verano en un pozo del municipio de San Vicente de la Cabeza (Zamora).
La Vanguardia. 25 de noviembre 2014.

Hoy no puedo escribir palabras más que como piedras,
ni tiritas voy a darles para el corte,
que cada uno se lama sus heridas
o que reviente en pus.
Aunque sea de mala educación
me niego al perdón y al olvido y señalo con el dedo,
ya está bien de machitos cabríos
dejando tras su paso arrasadas mujeres
muertas en vida,
muertas por sus hijos y por sus hijas muertas.
Muertas de asco,
muertas de miedo,
muertas de vacío,
muertas.
En mi corazón ateo no hay cabida para tanto,
y no crean que es por falta de espacio
ni por aforo limitado,
es por derecho de admisión.
Me niego a compartir bondades con cobardes asesinos.
Ya está bien de condescendencias
y pulcros discursos para evitar ampollas,
por si alguien se molesta;
que empiecen a cambiarse de zapatos, si les aprietan,
y que anden descalzos en los pavimentos
de la condena eterna.
Eso hace falta.
La condena eterna sin contemplaciones.
A esos que matan en nombre del amor
y matan a una mujer y al amor en la misma puñalada,
los condeno al desprecio, al exilio, al desierto,
y ni cantimplora para el agua les daría.
No me avergüenzo.

Patricia Olascoaga (1958, Uruguay); Tenemos la canela, Ed. Noepàtria, 2016

Estarás a la intemperie

estarás a la intemperie
que es lo que queda
lejos del poder
y de sus focos

sólo ahí se es libre
y también desgraciado
(no conozco yo aún
premio sin herida)

contigo crecerán
tus cicatrices
ámalas
cuídalas
porque serán
el mapa que te explica

en ellas florecerá la luz
de quien te quiera

Carmen Beltrán (1981, Logroño, España); La meteoróloga de sí misma (Antología personal 2004 – 2014), Ed. La cabaña del loco, 2018

Sobran las palabras

Sobran las palabras

Por traidora decidí hoy,
martes 24 de junio,
asesinar algunas palabras.
Amistad queda condenada
a la hoguera, por hereje;
la horca conviene
a Amor por ilegible;
no estaría mal el garrote vil,
por apóstata, para Solidaridad;
la guillotina como el rayo,
debe fulminar a Fraternidad;
Libertad morirá
lentamente y con dolor;
la tortura es su destino;
Igualdad merece la horca
por ser prostituta
del peor burdel;
Esperanza ha muerto ya;
Fe padecerá la cámara de gas;
el suplicio de Tántalo, por inhumana,
se lo dejo a la palabra Dios.
Fusilaré sin piedad a Civilización
por su barbarie;
cicuta beberá Felicidad.
Queda la palabra Yo. Para esa,
por triste, por su atroz soledad,
decreto la peor de las penas:
vivirá conmigo hasta
el final.

Mercedes Carranza (1945 -2003, Colombia), El canto de las moscas (versión de los acontecimientos), Arango editores, 1998. Poema extraído de Poesía soy yo. Poetas en español del siglo XX (1886-1960), Ed. Visor, 2016

Rebelión

Rebelión

Serán las madres las que digan: Basta.
Esas mujeres que acarrean siglos
de laboreo dócil, de paciencia,
igual que vacas mansas y seguras
que tristemente alumbran y consienten
con un mugido largo y quejumbroso
el robo y sacrificio de su cría.

Serán las madres todas rehusando
ceder sus vientres al trabajo inútil
de concebir tan sólo hacia la fosa.
De dar fruto a la vida cuando saben
que no ha de madurar entre sus ramas.

No más parir abeles y caínes.
Ninguna querrá dar pasto sumiso
al odio que supura incoercible
desde los cuatro puntos cardinales.

Cuando el amor con su rotundo mando
nos pone actividad en las entrañas
y una secreta pleamar gozosa
nos rompe la esbeltez de la cintura,
sabemos y aceptamos para el hijo
un áspero destino de herramienta,
un péndulo del júbilo a la lágrima.
Que así la vida trenza sus caminos
en plenitud de días y de pasos
hacia la muerte lícita y auténtica,
no al golpe anticipado de la ira.

¿Por qué lograr espigas que maduren
para una siega de ametralladoras?
¿Por qué llenar prisiones y cuarteles?
¿Por qué suministrar carne con nervios
al agrio espino de alambradas,
bocas al hambre y ojos al espanto?

¿Es necesario continuar un mundo
en que la sangre más fragante y pura
no vale lo que un litro de petróleo,
y el oro pesa más que la belleza,
y un corazón, un pájaro, una rosa
no tienen la importancia del uranio?

Ángela Figuera Aymerich (1902, Bilbao- 1984, Madrid, España); El grito inútil (1952). Extraído de Obras completas, Ed. Hiperión, 1999.

Descentralizaciones

Descentralizaciones (IV)

Reivindico mi mitad mora, la parte goda
de mi genoma,
basta ya
de dioses griegos que no riegan mi sangre.

Reivindico
un viejo primate casi en las costas de África,
un pueblo que vivía aquí antes.
Amo
a Ariadna y Helena, sí,
pero ya basta:
¿qué ha pasado
con las tres mil mujeres sabias de la corte andalusí?

No reivindico a Pelayo, no reivindico a Isabel,
no vencí
en ninguno de los Triunfos De La Historia.
No sé si habrá héroes en mi estirpe, mi memoria instintiva se detiene
en un loco y una hereje que llenaron los huecos de mi genealogía
en el tramo que se pierde en los siglos oscuros.

Reinvindico
los obreros que pueblan mi escudo de armas
y las lenguas que mataron antes de que yo las pudiera aprender.
Basta ya de vírgenes de óleo y de rosa y de rosae,
ya hemos tenido bastante
derecho romano.
No fueron mis antepasados los culpables
del saqueo de El Dorado, de las casas
quemadas en Brunei.

Reivindico
a quienes emigraron hasta aquí
y a quienes al desertar por amor me salvaron del limbo. 

Dejad ya de pintarme
un pasado de grandes avenidas
(inconfundibles, rectas, limpias),
dejad ya de decidirme
apellidos ilustres.

Mi memoria rastreará mi linaje
enredando callejas.
Rehilará cien recuerdos escogidos
para un futuro justo.

Laura Casielles (1986, Asturias, España) Los idiomas comunes, Ed. Hiperión, 2010 (Este libro ganó el XIII Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal y el Premio de Poesía Joven Miguel Hernández en 2011)

Visitantes de fuera

Visitors from Abroad
I
Sometime after I had entered
that time of   life
people prefer to allude to in others
but not in themselves, in the middle of the night
the phone rang. It rang and rang
as though the world needed me,
though really it was the reverse.

I lay in bed, trying to analyze
the ring. It had
my mother’s persistence and my father’s
pained embarrassment.

When I picked it up, the line was dead.
Or was the phone working and the caller dead?
Or was it not the phone, but the door perhaps?


Visitantes de fuera

I
Algún tiempo después de haber entrado
en esa época de la vida
que la gente prefiere mencionar en los demás
pero no en ellos mismos, en mitad de la noche
sonó el teléfono. Sonó y sonó
como si el mundo me necesitara,
aunque en realidad fuera a la inversa.

Me quedé en la cama, tratando de analizar
el sonido. Tenía algo
de la persistencia de mi madre y de la turbación
dolida de mi padre.

Cuando descolgué, no había nadie al otro lado.
¿O es que el teléfono funcionaba y al otro lado había un muerto?
¿O es que no era el teléfono, sino quizás la puerta?

Louise Glück (1943, New York, EE UU); Noche fiel y virtuosa, Ed. Visor, 2021. Traducción de Andrés Catalán

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