Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

mayo2025 (Página 3 de 4)

Ha llegado el otoño

Ha llegado el otoño con su frío cambiante
y una alfombra de hojas despeina las aceras.
Caminamos del brazo por crujidos de ámbar
pero apenas miramos la desnudez del árbol,
las pulpas sobre el suelo o las pieles polares.
Nuestros ojos no enfocan la realidad del resto,
son arpones de luz que descienden al fondo
de las constelaciones para que no estéis solos,
para daros vigor en la vida que empieza.
Retumba en la galaxia donde flotáis dormidos
la canción muscular que os acuna en la noche.
Por su ritmo constante adquiriréis muy pronto
una nueva firmeza bajo el espacio líquido.
Nos alegra pensar que al fin habéis venido
al bosque de planetas que con pacientes dedos
colgamos en la cumbre de la ilusión más pura.
Abrid los ojos, ved: las vitrinas de estrellas
os alumbran el surco que conduce a nosotras.
Tras el último giro os aguardan dos madres
que no se cansan nunca de nombraros y hablaros;
que han encendido un fuego, con abundante leña,
que os mantenga calientes a este lado del mundo,
y que ahuyente a las bestias en las noches de invierno.

Ariadna G. García (1977, Madrid, España); Ciudad sumergida, Ed. Hiperión, 2018

Edad

Edad

Alguna gente con la edad
se ablanda.
Se agranda
la apertura de sus ojos.
No me parece que se debiliten:
yo creo que algo débil se fortalece en ellos
y los va definiendo más y más,
como si se dejaran penetrar por el cielo.
Pero los de otra gente son
mejillones o almejas, por el miedo.
Para abrirse requieren de vapor o un cuchillo.
Pueden oír el cielo, pero piensan que está hervido o quebrado.

Age

 As some people age
they kinden.
The apertures
of their eyes widen.
I do not think they weaken;
I think something weak strengthens
until they are more and more it,
like letting in heaven.
But other people are
mussels or clams, frightened.
Steam or knife blades mean open.
They hear heaven, they think boiled or broken

Kay Ryan (1945, California, Estados Unidos); Todos tus caballos, Ed. Zindo & Gafuri, 2019. Antología bilingüe; traducción de Ezequiel Zaidenwerg.

Promesas que cumplir

Promesas que cumplir

Nací en el sur de Europa, donde todos los pueblos se quedaron.
Soy hija del camino, el azar y la distancia.
Amo el decir callado de los que piensan hondo
y el tintineo feliz de quienes sueñan.
En cada surco encuentro una nueva llanura
en cada madrugada semillas del crepúsculo.

Defiendo la memoria como la patria íntima
el único dominio con vino de justicia.
Reniego del rugido de expertos bien pagados
al servicio de réditos que nunca son el nuestro.
No tengo fe en la cháchara de este tiempo de máscaras
me ocasiona urticaria la versión oficial.

Soy partidaria
del fuego que consume, pero también calienta.
He aprendido que todo en la vida tiene un precio
con dinero se paga el de la bisutería.
Me gustan las palabras cansadas del camino
ésas que a vida o muerte se empeñan en decir.

¿Soy épica o hermética?
¿Versicular o clara?
¿2.0 o mística?
Quién sabe. Nadie es buen sastre propio.
Escribo porque intuyo que mi ambición mayor
es volver a nacer.

A veces me he atrevido a asomarme a la sima
la oscura, la lejana, la misteriosa: yo
y ha llenado mi ánimo una certeza insólita
yo no existo –es verdad– pero el tiempo tampoco
sólo es ausencia limpia en un cielo de arena
indiferente a mí que día a día se ilumina.

Allí quiero que mires cuando yo ya esté lejos
para gritar con fuerza todo vuelve a empezar.

Raquel Lanseros (1973, Cádiz, España); Matria, Ed. Visor, 2018

Dicen

Dicen

Dicen que tienes que pasar
tu vida besando bocas
hasta que encuentras ‘la boca’
que da el beso que todo lo borra,
que todo lo cura,
que todo lo sabe
y todo lo dice sin hablar. 

No sé si cuando leas esto
habrás pensado en la mía,
ni siquiera yo sé si he besado
suficiente o demasiado
como para encontrar respuesta
a estas preguntas,
pero como siempre que hablamos
del futuro es desde el presente,
hoy sé que tu boca
es ‘la boca’ que yo buscaba
en este texto,
y en lo que queda de mi corazón
desde que lo hiciste tuyo,
desde que besaste esta boca
que ahora y
para lo que queda de mi vida,
te pertenece.

Lena Carrilero (1994, Córdoba, España); Amores cronofóbicos, Ed. Valparaíso, 2016

La palabra infinito

La palabra infinito

La palabra infinito es infinita,
la palabra misterio es misteriosa.
Ambas son infinitas, misteriosas.
Sílaba a sílaba intentas convocarlas
sin que una luz anuncie su dominio,
una sombra señale a qué distancia de ellas
está la opacidad en que te mueves.
Van a algún punto del resplandor y anidan,
cuando las dejas libres en el aire,
esperando que un ala inexplicable
te lleve hasta su vuelo.

¿Es más que su sabor el gusto de la vida?

Ida Vitale, de Procura de lo imposible, 1998

Nombres borrados

Nombres borrados

La mente no es un lápiz para tomar apuntes,
es una goma de borrar.
(Marko Vesovič)

Mi padre fue perdiendo poco a poco el lenguaje.
Y empezó por los nombres. Lo primero
que olvidó su cerebro no fueron los adverbios
ni los pronombres ni los adjetivos,
como uno estaría tentado de creer,
ni las motas de polvo de las preposiciones,
sino los sustantivos.
La manzana dejó de ser manzana,
el vaso pasó a ser eso,
y quienes se acercaban dejaban de llamarse.
La muerte comenzó su labor minuciosa
robándole los nombres,
borrándolos, poniendo
en su lugar un esto o un aquello,
un dame, un balbuceo, un gesto de la mano.
Lo último que se pierde son los verbos,
los verbos que se mueven en la sangre
como si fuesen peces
hasta que acaba el mundo,
hasta que ya no puede el cuerpo con su alma.
Los adjetivos son afectuosos,
visten de amor lo que miran
y por eso perviven.
Pero los nombres se esfuman.
Y la sustancia de los sustantivos
es agua de borrajas, niebla, torres de humo.
La manzana deja de ser manzana.
Yo dejo de llamarme
La palabra dolor no significa nada.

Juan Vicente Piqueras (1960, Valencia, España); Qué hago yo aquí (Poemas, 1999-2017); Ed. Renacimiento, 2019

Vendrá el placer a ratos

Vendrá el placer a ratos
en forma de bruma ensortijada
que nos llene los párpados de nubes.

También vendrá el dolor
y su cumplida nostalgia y su calambre.
Pero serán otros días
aquellos que recuerden las proezas.

La esperanza puede hoy abrir la boca
y negar toda palabra
que pretenda romper con el ensueño.

La vida se parece más a ella
que el dolor que la guarda y la desmiente.

María Alcantarilla (1983, Sevilla, España); Introducción al límite, Ed. Fundación José Manuel Lara, 2019

El milagro

El milagro

Si me quieres mirar
mírame,
pero así:

tocando
mi piel del revés
con las manos abiertas
como si no existiera obstáculo alguno.

Como si fuera un fantasma
y no pudiera sacar ni un verso
de mis ojos.

Como quien ya no cree
en nada
porque lo ha visto todo.

Mírame así,
y sólo entonces hinca las rodillas
y vuelve a suplicar el milagro.

Elvira Sastre (1992, Segovia, España), La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida, Ed. Visor, 2014

Te soñé siendo enorme árbol blanco

Te soñé siendo enorme árbol blanco
del tamaño de un elefante
y con ojos de cierva

te soñé dentro de un vientre que es un barco
y recordé tu voz, tu huesuda voz llamándome
brillando regada con la calidez del panadero

y vino un viento y te desenvolvió
dejó tu cuerpo desnudo, tu cuerpo de vieja
áspero, estrujado como un trapo empapado en lejía

y yo me desenvolví contigo para fingir
que todo es fácil
los gritos la ceguera de las manos,
la historia de muchas mujeres
el silencio del adoquín que se resquebraja de
tanto árbol tuyo

¿cuál es la canción que más tarareabas?

porque el tocadiscos está gastado
como los perros después del aguacero

María Sotomayor (1982, Madrid, España); La paciencia de los árboles, Ed. La Bella Varsovia, 2018

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