Como un roce en sus labios

Como un roce en sus labios

Que alguien pase mis páginas, pues que debo perderme
en la oscura raíz de mi arboleda. Puedo
escuchar cómo gime el silencio, y ya soy
solo un roce en sus labios, aunque el escribidor
de versos solo sea alguien que habla de cosas que no entiende.
Que me recorra un soplo, y pueda yo alcanzar
—sin que quizás me entienda— a escribir cada día
una línea distinta para inventar la vida que me falta,
y me aprenda, y me olvide, pues me sé de memoria después de tantos años.
No deteriora el tiempo la belleza:
la perfecciona en otra manera de hermosura.

Mª Victoria Atencia (1931, Málaga); De pérdidas y adioses, Ed. Pre-Textos, 2005.

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