Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

Esperanza Ortega (Página 1 de 2)

Recuerdo el primer día que me separé de ti

Recuerdo el primer día que me separé de ti
estaba el puerto lleno de marineros blancos como estrellas
mientras hacían bailar sus peonzas los niños gritaban tu nombre
de pronto
la ciudad cambió de rumbo como si fuera un barco a la deriva
aún no sé cómo pude salvarme
ni qué ángeles ciegos condujeron mi huida
anoche
soñé que me volvía a perder en el túnel solitario
al despertar sentí tu mano suave
recordé que la dicha es un tesoro que poseo

Esperanza Ortega (1953, Palencia, España), Algún día, Ediciones Portuguesas, 1988. Extraído de Lo que va a ser de ti, Ed. Plaza & Janés, 1999

Ahora sólo tienes una vida

Ahora sólo tienes una vida

bajas las escaleras
agitas tu pregunta como un pañuelo blanco
quedan sobre el tablero
peones poco ágiles y fichas sin valor

has desmigado el pan
lias dejado que el agua te escurra entre los dedos
¿te das cuenta?
ahora sólo tienes una vida

vuelves a oír la voz del visitante
no la dejes morir
abre la puertecilla de tu jaula
permite que acompañe a la bandada de los estorninos
la belleza
asoma en las rendijas de este gesto imposible
su rastro es tortuoso y su fulgor
alumbra hasta el abismo sin lámpara ni estrella

pero toda ella cabe
en el cielo minúsculo
de tus manos vacías

Esperanza Ortega (1953, Palencia, España), Mudanza, Ed. Ave del Paraíso ,1994. Extraído de Lo que va a ser de ti, Ed. Plaza & Janés, 1999.

El amor te protege de la noche

El amor te protege de la noche
—no lo olvides—
con el paraguas blanco abre sus alas

si despierta
y del torrente bebe esa frescura

la más triste cosecha la anega
su caudal
detenido

no hay camino más cierto

—estás ausente
debajo de aquel manto—

aunque marches a tientas en la niebla
por senderos oscuros

Esperanza Ortega (1953, Palencia, España), Mudanza, Ed. Ave del Paraíso ,1994. Extraído de Lo que va a ser de ti, Ed. Plaza & Janés, 1999

Me pregunto

Me pregunto

Me pregunto
por qué ya no destapa
su perfume
las palabras dichosas
por qué ya no las dice

o por qué no despierta de su sueño sin nombres
a la hora en que acuden los recuerdos

por qué elige la sombra
agazapada
como una pordiosera en el último piso

la alegría
por qué ya no se asoma al mirador

camina lentamente
con esos pies
tan sucios

Esperanza Ortega (1953, Palencia, España), Hilo solo, Ed. Visor, 1995

Labor atenta de hilo solo

Labor atenta de hilo solo
-sigues tejiendo tu tapiz indócil-
ese que no se ve
ni engaña su hermosura
a los reyes sedientos
una puntada aquí
en el quicio oscilante
donde ayer escondías los más frescos racimos
¿qué será de tus manos
que palpan los tesoros
en los pliegues?
-acaba ya
esta labor de sombras-
reconoce
vencida
que únicamente ofreces hilo solo
y que tu desnudez ha naufragado
sobre un océano
sin límite
pero esta voz
-¿de dónde?-
vuelve cada mañana
con su rama de olivo.

Esperanza Ortega (1953, Palencia, España), Hilo solo, Ed. Visor, 1995

Treinta años

Treinta años
y todavía no he escrito aquel poema

con sus relojes
con sus calendarios
con los hijos que crecen
y el olvido

algún día…

(recuerda a la jovencita sin paraguas
está aquí
aguardando)

treinta años
—ya han crecido las rosas—
y aún espero
que suceda el prodigio
que florezca tu nombre

Esperanza Ortega (1953, Palencia, España), Algún día, Ediciones Portuguesas, 1988. Extraído de Lo que va a ser de ti, Ed. Plaza & Janés, 1999

Todas las mañanas

Todas las mañanas
me voy y dejo la alegría

está durmiendo aún
plácidamente

vengo hacia el abandono de las frases sin alma
en las que nadie paladea
ni el contento de hablar el mismo idioma
ni de comer de un mismo pan

adonde a nadie le parezco hermosa

os dejo en la penumbra
con mi sombra solícita que vela vuestro sueño

Esperanza Ortega (1953, Palencia, España), Algún día, Ediciones Portuguesas, 1988. Extraído de Lo que va a ser de ti, Ed. Plaza & Janés, 1999

En un árbol escrito

En un árbol escrito

Nunca nada de ellos te había conmovido,
ni siquiera sus nombres.
Recogías del suelo
a veces una hoja desprendida a tu paso,
la mirabas ausente
con tosca indiferencia,
segura de su verdor, que iba a responder
con el silencio suyo a tus preguntas, ¿cuándo?

Debajo de sus copas pasó el amor contigo
y aspiraste el perfume
de su hospitalidad ensombrecida,
mas no leíste nunca
su caduca escritura,
los trazos del reflejo inestable del sol
en la sombra que era de tus sueños cobijo.

Ahora no responde, ahora te interroga:
¿desde dónde ha caído esta hoja amarilla
sobre el papel en el que escribes?

Y mientras se deshace
en tus manos su escuálido esqueleto,
le contestas que has visto esta mañana
al mirar a tu hijo
-que de repente es alto, tan alto como ellos-
la esbeltez de sus troncos,
que en su vello incipiente hay restos de resina
e intuyes en sus labios un sabor de raíces.

¿Lo recuerdas ahora? Ése era el mensaje
perenne, de aquella escritura:
en ti había un árbol,
de su copa ha caído esta hoja amarilla.
El árbol que ha brotado de la alfombra invisible
de las horas de espera,
aquél en el que añoras llegar a cobijarte,
bajo la sombra tuya,
junto al tronco soñado
en cuyo cerne estaba escrito este poema.

Esperanza Ortega (1953, Palencia, España), Lo que va a ser de ti, Ed. Plaza & Janés, 1995

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