Eso

Eso

Todos los hombres son iguales.
Todos se mueven lo mismo.
Las cosas que ves en los otros
y que te arañan el corazón como uñas de gato,
son las que luego haces tú. Las mismas cosas.

Resulta tremendo encontrarse
tantas fallas en los demás hombres.
El egoísmo, la duda, el interés y la codicia,
y el énfasis vanidoso que encontramos
están en ti también; porque lo veo
en ellos y en ti, yo lo proclamo.

A mí no me asustáis ninguno,
porque soy mucho peor que vosotros.
Pero no me disculpo, ni me niego, ni bajo
hipócritamente los ojos.

Lo triste e intolerable -¡convéncete hombre!-,
es que tú no te ves, que solo miras
enfrente de ti, desaprobándolo todo.

Hay que humillarse cada día, a cada hora,
delante del más humilde, pero por dentro.

Y enmendar y aprender a ser de otra manera
que suavice el contacto con los otros.
¡Es tan duro vivir con la condena
y la eterna repulsa en el mundo!

Carmen Conde (1907-1996, Murcia, España), En un mundo de fugitivos, Ed. Losada, 1960

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *