Canciones para Isabel

Canciones para Isabel
I

Te veo allí, tumbada entre las piedras
de esa fuente que, en medio del pinar,
saciaba nuestra sed en la derrota
de ignorar que hoy no recordaríamos.
Por eso ya no sé bien a dónde íbamos
o de hacer qué camino regresábamos,
pero sí que estar allí, bebiendo agua
con las manos, era estar para siempre
hundiéndome contigo en lo infinito.
Que eso que hemos vivido y expresado
en lo que ahora sólo es una foto
revelada de pronto en la memoria,
esa escenografía que hoy habitas
igual que un figurín de cartón piedra,
es la realidad abierta y proyectada
donde siempre comienza otro poema.

Carlos Contreras Elvira (1980, Burgos, España); El eco anticipado, Ed. Pre-Textos, 2011. III Premio de Poesía Joven de RNE, 2010

El eco anticipado

El eco anticipado

El silencio que se asoma al balcón
figurativo del espacio en blanco
que mantiene un poema inacabado.
El silencio que, abierto el balcón, grita
contra las cuatro paredes del papel
para oírse en el espejo de su eco.
El silencio que cierra las ventanas.
El eco del silencio que regresa
y las empaña haciéndose palabra.

Carlos Contreras Elvira (1980, Burgos, España); El eco anticipado, Ed. Pre-Textos, 2011. III Premio Poesía Joven de RNE, 2010

Lost generation

Lost generation

Era un mundo sin protección solar.
Los sueños, las inmensas
antenas parabólicas sobre los tejados,
monos azules
tendidos en patios interiores: mapamundis
proféticos tras las manchas de aceite.
No teníamos miedo.
Fuimos a escuelas donde los maestros
habían llevado luto por nosotros,
que estábamos llamados a heredar
la transparencia.
Dicen que a la salida alguien nos daba
caramelos con droga.
Yo nunca tuve dudas. Era nuestro destino:
ser una nueva raza de gigantes,
hombres libres, mujeres que haríamos
el trabajo de cien hombres.
¿Cómo no ser valientes? Pasábamos
agosto con abuelos
que habían sudado todo el frío del país.
Fumaban y tosían
y aflojaban bombillas porque la luz
no es gratis, no. También tuvimos padres,
una nación sonámbula de padres
que venían del sur.
Por la noche, volvían tarde a casa
y exclamaban: “¡Señor,
ya me sacas al menos dos cabezas!”.
Éramos los mayores.
Crecimos un centímetro diario y
estrenamos mallas, ternura primogénita,
zapatillas Paredes
que atravesaban yonquis en la noche
para aprender francés.
Duendes únicos. Magos
de la calcomanía. Todo se nos quedó
pesquero tan deprisa:
el Colacao, los paraísos para mascotas
olímpicas, los cromos,
la fe de nuestra primera comunión.
Cuando al fin llegó el metro a nuestro barrio,
fue demasiado tarde.
Ya estaba preparado el plan de fuga.

Martha Asunción Alonso (1986, Madrid, España), La soledad criolla, Ed. Rialp 2013. Premio Adonáis  2013

Interior

Interior

A menudo converso con mis sueños.
Los invito a salirse de la noche
y se sientan, con trajes neblinosos,
junto a mi mesa sucia de papeles.
y les pregunto sobre su sintaxis
porque se ofenden si hablo de semántica.
Hoy he recuperado de sus manos
un fragmento de ti tan exquisito.
como una noche de junio en Gil de Biedma,
un otoño de Keats o aquel sabor a polo de naranja
de las viejas mañanas de domingo.

Aurora Luque (1962, Almería, España), Problemas de doblaje, Ed. Rialp, 1990

Mechas

Mechas

 Estoy sentada
con las piernas abiertas,
la cabeza entre ellas.

La peluquera esponja
mis rizos húmedos,
con delicadeza y ternura.

Sus manos ásperas y largas
son las manos redondas
y suaves de mi madre
peinando mis coletas
para ir al cole.

Recuerdo a Safo
trenzando flores
en el cabello
de su pequeña Cleide.
Y lo que dijo
mi esteticién
cuando posó sus dedos en mis cejas:
“qué poco acostumbradas
a que nos toquen”.

Miro mis uñas rojas,
uñas de gata,
que recorto intentando
que se vuelvan retráctiles
y duelen de tan afiladas.

El miedo, la distancia
con la que nos tocamos.
Sacudo
mi nuca estremecida
por la ternura de la peluquera.

Gracia Aguilar (1982, Albacete, España); Libérame domine, Ed. Pre-Textos, 2018

Historia gramática

Historia Gramática

Al principio el papel estaba en blanco.
Sobre él fueron escribiendo palabras
que eran gestos, adverbios que cambiaban
la duración y el modo de los verbos.
Pero un día llegó el primer tachón
y a este le fueron sucediendo
otros epítetos furiosos, el palimpsesto
en que habita el borrón ilegible de la vida.
Tarde como un remiendo descubrieron
que la escritura justifica el papel,
pero que un papel sin espacio en blanco
es suficiente para justificarlo todo.

Carlos Contreras Elvira (1980, Burgos, España); El eco anticipado, Ed. Pre-Textos, 2011. III Premio de Poesía Joven de RNE, 2010

Siempre llegamos a destiempo

Siempre llegamos a destiempo

Siempre llegamos a destiempo.
Cada llegada es un fracaso. Parte
ya el tren y conseguimos
subir en marcha. Todo en vano.
Nos lleva, es cierto. Pero ya se ha ido.
A través del cristal nos asomamos,
pero la vida ya se ha ido; todo
se ha ido inacabado.
Estamos viendo rostros, árboles,
de otras personas y otros campos.
Estamos contemplando una montaña
que ya no es esta misma que miramos.
Oímos voces, gritos, carcajadas
que hace ya tiempo que sonaron.
Difícilmente pretendemos
hallar una respuesta por el tacto;
y cuando al fin tocamos algo vivo
ya no está allí lo que tocamos.
Cada momento que nos lleva
es un presente ya pasado.
Nos lleva, es cierto. Pero ya se ha ido;
se había ido al alcanzarlo.

Rafael Guillén (Granada, 1933 – 2023)

Canción Verlaine

Canción Verlaine

Esta lluvia no tiene corazón,
noche donde caerse.

Se la ve caminar destituida,
como la solitaria sombra del extranjero,
con las ventanas de perfil, pisando
arena de su propia lejanía.

No tiene corazón donde caerse.
Sólo palabras ciegas
que disuelven los nombres y no sirven
para contar la inútil fundación de sus viajes.

La lluvia sin relatos no comprende
que viene del pasado. Yo la veo
caminar el silencio de la piedra,
deslizarse buscando
el eco de una luz almacenada
en un bar que esté abierto.

A nadie le pregunta. No se atreve.
Perdida en el enigma de sus pasos,
es verdad que parece un extranjero.
Ni amor ni hostilidad. Y sin embargo
esta lluvia que cae
tiene la sensación de haber estado
otras veces aquí,
de que conoce
horas inexistentes
ciudades que no tienen corazón,
noche donde caerse.

Luis García Montero (1958, Granada, España); Las flores del frío, Ed. Hiperión, 1991.