Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

lluvia (Página 4 de 6)

Mientras llueve

Mientras llueve,
ahora mientras llueve,
ya no pienso en Machado
ni en la dimensión metafórica del agua
ni en que es plancton o fuente de la vida
ni tampoco en que a veces equivale
al semen, a la humedad del útero
donde todo comienza y se desata.
No me pongo a pensar tampoco en su sentido,
su escondido valor en el orden simbólico,
o a qué se corresponde cada pequeña gota:
si es lágrima, ojo, canto o bien melancolía.

Lo que hago mientras llueve es renegar despacio
porque el agua se queda prendida en los cristales
y trae hasta la casa el limo de otros sitios;
porque sé del trabajo de esconder el salitre,
el polvo de la arena molida hasta su hueso
o la sombra de aljibes, de estanques y de fuentes,
del mar que se deslumbra por su propia espesura.

Si, como ahora, llueve,
yo no pienso en Vallejo con su aguacero triste
y menos, casi nada, apenas, en Machado.
Solo en la obligación imperiosa, excitante,
de restaurar el orden que se había hecho añicos
y devolver al vidrio su primera función,
la de mostrar el mundo en su sola materia.

Mª Ángeles Pérez López (1967, Valladolid, España); La sola materia; Ed. Aguaclara, 1998. III Premio Tardor de Poesía. En 2022 ha ganado el Premio Nacional de la Crítica en poesía castellana por el libro Incendio mineral, Ed. Vaso Roto, 2021.

Tormenta de verano

Tormenta de verano

Para José Fernández de la Sota

Están cogidos de la mano
en silencio,
bajo los soportales.

El niño mira su columpio,
muy triste,
bajo la lluvia,
y no lo entiende.

El padre mira al niño:
es la vida, hijo
-quisiera poder decirle-,
y no ha hecho más que empezar.

Karmelo Iribarren (1959, San Sebastián, España); Seguro que esta historia te suena. Poesía Completa, 1985-2012; Ed. Renacimiento, 2012.

Lluvia en la cala

Lluvia en la cala

Llueve, entre pausas, sobre las piedras
redondas, asustadas sin razón.
Cubren toda la orilla de la cala.
Están quietas. Ahora el mar suena
a la vez que el deseo de cambiar
junta y destroza espuma en olas breves
que acaban serenísimas. El tiempo
parece una voz que nada dice.
Otro tiempo imposible lo desmiente
en cada terminarse de las olas,
más breves que la lluvia. Sorprendidas
por su propio agolparse sin sentido.

Antonio Méndez Rubio (1967, Badajoz, España); de Un lugar que no existe (1998); extraído de La otra joven poesía española, Ediciones Ígitur, 2003

La canción de las cosas perdidas

La canción de las cosas perdidas

Estoy en casa sola, escucho jazz,
una canción que me habla de la lluvia
mientras las gotas, aún lentas, caen
desconcertadas sobre este cristal
que me hace ver la noche y tu recuerdo.

Es la canción de las cosas perdidas,
que regresan en noches de verano
igual que una tormenta inesperada.

Y bailo enloquecida con tu ausencia,
y se calman la lluvia y el desgarro,
y suave es la canción, como la noche.

Los amores difíciles
están en la canción y en esta lluvia
que ahora cae fina en la ventana.

Y las gotas de nuevo se deslizan
lentas sobre el cristal con su promesa
de imposible regreso de las cosas perdidas.

La canción terminó y voy a la cama,
mientras la lluvia fuera me susurra
—no sé si es un consuelo o una advertencia
todo se alcanza al fin, pero a destiempo.

Ioana Gruia (1978, Rumanía); La luz que enciende el cuerpo, Ed. Visor, 2021. Premio Hermanos Argensola 2021

Portland

Portland

No habrá nadie aguardando mi llegar sobre el andén
alborozado de abrazos y baúles silbando bienvenidas
rozaré con fijeza los semblantes extraños esperanzada
en redescubrirte a pesar de los años, tomaré un taxi
tatuado de lluvia, visitaré a la familia, dilapidaré los días
y partiré despaciosamente hacia cualquier otro lugar.

Mar Sancho (1972. Valladolid, España); Entre trenes, Eolas Ediciones, 2019

Irene mira por primera vez la lluvia

Irene mira por primera vez la lluvia

Tiene el cielo un aspecto de libro encuadernado
como de piel oscura y sombra pensativa.
Tú no puedes saberlo.
Ni siquiera conoces todavía
su resplandor nostálgico
 de laguna que cruza por medio de la tarde
 llena de ojos inquietos, cofres y nadadores.

 Porque cualquier mirada necesita
 todo lo que duerme detrás de una pupila.
 Deja pasar mil noches:
 que tu ciudad se tienda con el gesto
 gris de las alamedas,
 que el suelo de tu casa parezca interminable,
 movedizo, igual que los desiertos,
 y que tu corazón, sombra partida
 por el cristal de la ventana,
 sepa cómo discurre la humedad
 de una presencia extraña.

 Camino de los nombres y los días
 es una ley de tribu
 que la lluvia se viva en primera persona
 con un dejo de alma trabajada
 y que el mundo respalde
 su dudoso prestigio
 en tu pequeño corazón sin mundo.

 Lo repiten mil veces los libros de poesía.
 Vive y sueña despierta
 el difícil derecho que tendrán tus deseos
 a reclamarte tiempo, a pensar por sí mismos.

Luis García Montero (1958, Granada, España); Las flores del frío, Ed. Hiperión, 1991.

Un instante de lluvia i

Un instante de lluvia (I)

but come, girl, get your raincoat,
let’s look for life in some café behind
tear-streaked windows,
perhaps the fin de siècle isnt really finished,
maybe there’s a piano playing it somewhere
Piano practice, DEREK WALCOTT

Un instante de lluvia,
¿es esto lo que quiero?
¿era lo que esperaba?
Y después la tormenta,
poemas metro cuadrado.

La fuerza incontrolable sobre el mundo
y las palabras justas para seguir nadando
por los charcos que la calle ha escondido
debajo de baldosas
que quedan despegadas de la tierra,
son el mejor lugar
para gritarle al tiempo adormecido
de cielos despejados;
empaparse de miedo,
de nuestra propia historia
llena de conjeturas, teóricas y desveladas.

Sorpréndeme buscando el amor en el frío
en el tráfico lento de los días de lluvia.
Las manchas de humedad que muestran
el camino vertical de los puentes
nada tienen que ver con la vida
que el agua arrastra por sorpresa.

Vamos a ser, al menos este instante,
anfibios de ciudad, vivir de las palabras.
El agua entre nosotros ya es inevitable.

Paula Bozalongo (1991, Granada, España) Diciembre y nos besamos, Ed. Hiperión, 2014 (XXIX Premio Hiperión de Poesía)

No quisiera que lloviera

No quisiera que lloviera

No quisiera que lloviera
te lo juro
que lloviera en esta ciudad
sin ti
y escuchar los ruidos del agua
al bajar
y pensar que allí donde estás viviendo
sin mí
llueve sobre la misma ciudad
Quizá tengas el cabello mojado
el teléfono a mano
que no usas
para llamarme
para decirme
esta noche te amo
me inundan los recuerdos de ti
discúlpame,
la literatura me mató
pero te le parecías tanto.

Cristina Peri Rossi (1941, Uruguay); Diáspora (1976); Ed. Lumen, 2001

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