Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

mar (Página 1 de 2)

Ítaca

Ítaca

¿Y quién alguna vez no estuvo en Ítaca?
¿Quién no conoce su áspero panorama,
el anillo de mar que la comprime,
la austera intimidad que nos impone,
el silencio de suma que nos traza?
Ítaca nos resume como un libro,
nos acompaña hacia nosotros mismos,
nos descubre el sonido de la espera.
Porque la espera suena:
mantiene el eco de voces que se han ido.
Ítaca nos denuncia el latido de la vida,
nos hace cómplices de la distancia,
ciegos vigías de una senda
que se va haciendo sin nosotros,
que no podremos olvidar porque
no existe olvido para la ignorancia.
Es doloroso despertar un día
y contemplar el mar que nos abraza,
que nos unge de sal y nos bautiza como nuevos hijos.
Recordamos los días del vino compartido,
las palabras, no el eco;
las manos, no el diluido gesto.
Veo el mar que me cerca,
el vago azul por el que te has perdido,
compruebo el horizonte con avidez extenuada,
dejo a los ojos un momento
cumplir su hermoso oficio;
luego, vuelvo la espalda
y encamino mis pasos hacia Ítaca.

Francisca Aguirre (1930-2019, Alicante, España), Ítaca, Ed. I. Cultura Hispánica, 1972 (Premio «Leopoldo Panero», 1971). Extraído de Mujeres de carne y verso: antología poética femenina en lengua española del siglo XX, Ed. La esfera de los libros, 2002

Escritura

Escritura

Renglones que rebosan espuma
y ahuyentan los abantos,
oraciones que humedecen las manos
y dejan la piel áspera, traspasada de signos,
rumores que ocultan la evidencia
y obligan a indagar el sentido profundo
aprisionado bajo el agua,
hipérboles saltando
en torno de los barcos que se atreven
a mellar su estructura,
multitudes que luchan y procrean
en el lecho gigante
y en desigual batalla contra el frío
blanden tiernas escamas.
Lejos, algún náufrago
se resiste a morir.
¿Quién puede descifrar, entre tantos borrones,
la escritura del mar?

Carmen Plaza, (Burgos, España);  Escuela elemental, Ed. Comte d´Aure, 2007

Indemne

Indemne

Descanso tendida a la orilla del mar.
La luz parece no cambiar nunca, atraviesa el viento
apenas sin moverse. Su mano ligera, descarnada,
se agarra al frío erizado de mi piel.
Nace en mi cuerpo la vida, y permanece.
Miro, sin embargo, lo que queda al retirarse cada ola:
pequeñas conchas rotas, algas frágiles,
un trozo de junco partido y seco.
Presencias de que algo ha terminado.
Alguna vez seré simplemente eso, me digo.

Cierro los ojos: alguna vez seré simplemente eso.

Marta López Vilar (1978, Madrid, España); Del alma a la boca. 13 poetas madrileña, Ed. Huerga & Fierro, 2018

Tiempo de mar

Tiempo de mar 

El mar me pertenece
lo hago pasar entero
entre mis manos ávidas.
Lo acaricio le doy
la única mirada
sencilla que me queda
la que aún no han manchado
ni el miedo ni la muerte.

Mar limpio entre mis dedos
goteando esperanzas
porque sostiene aún
un velamen con brisa.

Mar de todos los mares
hoy contemplo en su espuma
otros mares antiguos:
aquel de mi primer
contacto con las playas
y el de aquellas lecturas
codiciosas e incómodas
bajo algún tamarindo.
y aquel otro del trópico
sin huellas de turistas
con esa pulpa tierna
que ofrece el cocotero.
Quiero olvidar aquí
lo que sucedió anoche.
el mar no tiene culpa.
Es dócil, mío, puro,
es un lebrel que lame
mis plantas mansamente.

Ernestina de Champourcín (Vitoria, 1905 – Madrid, 1999) Primer exilio, Ed. Rialp, 1978)

El ruido del mar

El ruido del mar

  Hay un tejido, una red luminosa
que tiembla en la arena, por abajo del agua.
Se ve a través del verde transparente
como una temblorosa trama.

Cuando la ola rompe su espuma
quedan burbujas sueltas, chiquitas
sobre la piel del agua:
brillan intensa, nítidamente
en seguida se apagan.
Por la suave curva de las olas
sobre su lento avance
sobre su amplio movimiento seguro
la luz resbala.
Se deslizan los resplandores
por los movedizos toboganes del agua.

Ruido del mar, qué golpe derramado
qué entreverada voz y qué sonido
tan confuso y oscuro
cuando todo en rededor está tan claro.
Todos los limites
firmes y recortados
todo con su color tan decidido
los colores tocándose
uno al lado del otro, sin mezclarse.

Y parece que cada uno: limpio
y liso azul, rojo tejado
verdor brillante
diera un sonido puro e inaudible
y todos un acorde fuerte y claro.

Pero el ruido del mar no se comprende,
se desploma continuamente, insiste
una y otra vez, con un cansancio
con una voz borrosa y desganada…

Y no se sabe
qué es qué quiere o qué pide
el turbio ruido oscuro
cuando todo en rededor está tan claro.

Circe Maia (1932, Uruguay); Transparencias. Antología poética, Ed. Visor, 2018

Soledad

Soledad
(1 de febrero)

En ti estás todo, mar, y sin embargo,
¡qué sin ti estás, qué solo,
qué lejos, siempre, de ti mismo!
Abierto en mil heridas, cada instante,
cual mi frente,
tus olas van, como mis pensamientos,
y vienen, van y vienen,
besándose, apartándose,
en un eterno conocerse,
mar, y desconocerse.
Eres tú, y no lo sabes,
tu corazón te late, y no lo siente…
¡Qué plenitud de soledad, mar solo!

Juan Ramón Jiménez (1881, Moguer, Huelva – 1958, Puerto Rico), Diario de un poeta recién casado, extraído de Antolojía poética (sic), Ed. Cátedra, 1983

Recuerdas la playa

¿Recuerdas la playa?

¿Recuerdas la playa
Revestida de cristales amargos
Sobre los que
No podíamos caminar descalzos?
¿El modo en que
Mirabas el mar
Y decías que me escuchabas?
¿Recuerdas
Las gaviotas histéricas
Girando en el tañido
De campanas de iglesias invisibles
Y los peces como santos patrones,
El modo en que
Corriendo, te alejabas
Hacia el mar
Y me gritabas que te hacía falta
Distancia
Para contemplarme?
La nieve
Se apagaba
Enredada entre las aves
En el mar;
Con una desesperanza casi alegre
Yo miraba
Tus huellas en el mar
Y el mar se cerraba como un párpado
Sobre el ojo, dentro del cual yo esperaba.

Ana Blandiana (1942, Rumanía); Octubre, noviembre, diciembre (1972), Ed. Pre-Textos, 2017

Encuentro con poseidón

Encuentro con Poseidón

Enflaquece la tarde y los bañistas
abandonan despacio las hamacas
dejan atrás la orilla lánguida de espuma.

Sola sobre la arena como un fantasma de oro
mi cuerpo hipnotizado por el viejo clamor del oleaje
que susurra todos los secretos del mundo.

Cabalgando las olas sobre caballos blancos,
emerge sobre el agua la belleza.
En su torso desnudo viven rayos de tiempo.
No dice nada, mientras cada recodo de mi piel se aviva.
No digo nada, es inútil fingir o enaltecerse frente a un dios.
Tras el tridente, sus ojos de ascua me impulsan a besarlo.
Se ahogan los destellos mortecinos del día, yo lo beso.

Luego lo veo alejarse
como siempre se aleja todo lo que brilla.

Los dioses son más antiguos que el océano.
Más antiguos que el genio y que la muerte.
Yo no soy más que tierra y me quedo en la tierra.
Así de irremediable: ni la vista concibe ni el lenguaje captura.
Pero hay algo sin sombra ni adjetivos
que arde dentro de mí como un beso del mar.

Raquel Lanseros (1973, Cádiz, España); Matria, Ed. Visor, 2018

El tacto de esta ola

El tacto de esta ola
en otra orilla
posible de añoranza…
Tan ignorado
ese segundo roce,
esa incógnita caricia
caldeada de soles meridianos
acunada de noches
inquietas de sal,
enlazada en anillos
latentes de distancia.
Esa ola,
monótona de ires
y venires,
huyéndose,
encontrándose,
esa ola exacta
me besará los labios
algún día.

Marina Romero Serrano, (1908-2001, España), Poemas de Ida y Vuelta. Ed. Torremozas, 1999

Y qué decir de la poesía

Y qué decir de la poesía…

Y qué decir de la poesía
de la que eras grumete,
timonel y capitán a la vez,
siempre avanzando cara al sol
o contra el viento,
siempre izadas en medio de la lluvia
o trepando por la primavera de los mástiles
las velas de nieve de su corazón,
las rojas azaleas de su bandera.
Entonces el tiempo pasaba rápido como una bandada de delfines
limpiando la cubierta de inútiles aparejos,
sorteando los escollos de falso coral,
evitando el transitado cabotaje;
de los piratas amabas la magia
de convertir en propio el oro ajeno,
de los marinos oficiales odiabas el engaño
de trocarlo en galonada baratija de nadie.
Y al atardecer,
subida al palo mayor catalejo en mano,
sentías que todo aquello que no era tierra a la vista
era tuyo.

Almudena Guzmán (1964, Madrid, España); El jardín y la noche. Poesía reunida (1981-2011), Ed. Visor, 2012

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