Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

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El sueño

El sueño

La casa tenía pocos metros y los cristales rotos
por las ventanas heridas
se colaban la noche y los insectos

las ráfagas azules de la muerte
competían con la velita mínima
aquí alumbraba tan tímida la estancia

mientras dormías te repetía siempre en un susurro débil:
no te mueras ni por dios y por la patria
(ni por dioses)
(ni por patrias)

pero tú no me oías.

Mila Ramos (1961, Córdoba, España); 8000 razones para la memoria, Ed. Torremozas, 2004

Hace tiempo

Hace tiempo

A Nati y Jorge Riechmann

Recuerdo que una vez, cuando era niña,
me pareció que el mundo era un desierto.
Los pájaros nos habían abandonado para siempre:
las estrellas no tenían sentido,
y el mar no estaba ya en su sitio,
como si todo hubiera sido un sueño equivocado.
Sé que una vez, cuando era niña,
el mundo fue una tumba, un enorme agujero,
un socavón que se tragó a la vida,
un embudo por el que huyó el futuro.
Es cierto que una vez, allá, en la infancia,
oí el silencio como un grito de arena.
Se callaron las almas, los ríos y mis sienes,
se me calló la sangre, como si de improviso,
sin entender por qué, me hubiesen apagado.
Y el mundo ya no estaba, sólo quedaba yo:
un asombro tan triste como la triste muerte,
una extrañeza rara, húmeda, pegajosa.
Y un odio lacerante, una rabia homicida
que, paciente, ascendía hasta el pecho,
llegaba hasta los dientes haciéndolos crujir.
Es verdad, fue hace tiempo, cuando todo empezaba,
cuando el mundo tenía la dimensión de un hombre,
y yo estaba segura de que un día mi padre volvería
y mientras él cantaba ante su caballete
se quedarían quietos los barcos en el puerto
y la luna saldría con su cara de nata.
Pero no volvió nunca.
Sólo quedan sus cuadros,
sus paisajes, sus barcas,
la luz mediterránea que había en sus pinceles
y una niña que espera en un muelle lejano
y una mujer que sabe que los muertos no mueren.

Francisca Aguirre (1930-2019, Alicante, España), Pavana del desasosiego (Premio “María Isabel Fernández Simal” 1998), Ediciones Torremozas, 1999

La sibila

La sibila

                                      ¿Habrá otro nombre para el lugar
                                      donde no hay recuerdo tuyo?
                                               Eugénio de Andrade

-¿Habrá otro nombre para un lugar vacío,
para la sombra cayendo en las ciudades,
para el vino derramado, para el corazón
latiendo en mi memoria?

-Será un lugar desnudo, cerrado
por el tiempo, donde el invierno
florece anónimo y mezclado
entre tus manos.

-¿Habrá otro nombre para su recuerdo,
para la nieve iluminada cada tarde?

-Será tu muerte, tu pérdida dormida sobre el frío,
la palabra esperada imitando tu alimento,
el desierto, los surcos de su voz,
su compañía.

Marta López Vilar (1978, Madrid, España); La palabra esperada, Ed. Hiperión, 2008. Premio “Arte Joven de Poesía”.

La caída de ícaro

La caída de Ícaro

Verde. Verde. Agua. Marrón.
Todo mojado, embarrado.
Es invierno. Es perceptible
en el silencio y en brillos
como del aire.
Yo soy muy pequeña.

Un cuerpo caminando.
Un cuerpo solo;
lo enfermo en la piel, en la mirada.
El asombro, la dureza absoluta
en los ojos. Lo impenetrable.
La descompensación
entre lo interno y lo externo.
Un cuerpo enfermo que avanza.

Desde un interior de cristales muy amplios
contemplo los árboles.
Hay un viento ligero, un movimiento
silencioso de hojas y ramas.
Como algo desconocido
y en suspenso. Más allá.
Como una luz
sesgada y quieta. Lo verde
que hiere o acaricia. Brisa
verde. Y si yo hubiera muerto
eso sería también así.

Olvido García Valdés (1950, España), Exposición, Ed. Esquío, 1979

Leyéndote

Leyéndote

Este libro sin marcas es todo lo que poseo de ti
(yo que creí poseerte)
otra cosa no tengo
ni un papel con tu letra angulosa
ni un fetiche de veras
– un mechón de tu pelo al que pueda rezarle
o una caja de huesos donde brillen tus uñas como diez lunas muertas-
y ni siquiera una fotografía que pudiera yo hincar con alfileres
o “esa ropita tuya” olorosa de ti de la que habla Juan Gelman.
Solo este libro desnudo en sus márgenes
que leo con mis deseos que toco con mis ojos
donde te busco como si contuviera
solo lo que callaste
lo que ya no dirás a mis horas vacías
duras y lancinantes como un colchón de piedras.

Piedad Bonnett (1951, Colombia); Poesía reunida, Ed. Lumen, 2016

Epitafio

Epitafio

Si de algún modo muero,
en las crudas heladas del olvido
o de muerte oficial,
reléeme esta nota, por favor,
y quémala conmigo.
La vida no iba en serio ni siquiera más tarde.
Y no se tarda mucho en comprender
que se trataba sólo de unos juegos
para aparcar la muerte.
Ni siquiera fue un río
pues me tocaron tiempos muy duros de sequía
aunque el mar esperaba, siempre radiante, al fondo.
He creído en los mitos y he creído en el mar.
Me gustaron la Garbo y los rosales de Pestum,
amé a Gregory Peck todo un verano
y preferí Estrabón a Marco Aurelio

Aurora Luque (1962, Almería, España), Transitoria, Ed. Renacimiento, 1998

Parecían buenas personas

Sirenas nadando en el limo
burbujeando en el anverso
de títeres de celofán movidos
por tendones de pollo desechados.

Al fondo del paisaje, borroso,
un hombre lanza discursos
sobre un perímetro acordonado
con laca de uñas.

Sube el volumen del llanto
de la mujer que tiembla bajo el cuchillo
y se le apagan los ojos desencajados
mientras sube al marcador otro gol de Ronaldo,
mientras se anuncia ácido hialurónico en la pancarta,
mientras alguien se enguaja los dientes
con un licor de hierbas.

El equipo forense toma café en una terraza
después de haber firmado la autopsia.

A los ojos redondos y entrevistados
de los vecinos,
todos los asesinos
siempre les parecían buenas personas.

Francisco Pérez (inédito)

1936

1936

Para Agustín, mi padre

Lámina de septiembre:
un aire de membrillos y manzanas
circulaba entre almiares,
y en el ciprés un pájaro despierto
alertó con ternura la descarga.

Tus ojos, ya estrellados y dormidos,
olvidaron las últimas
heridas de la pólvora en el aire.
La mariposa de la madrugada
aproximó el olvido en un instante
cuando mármol tu sangre,
ya cereza en tu boca.

Mariluz Escribano Pueo (1935-2019, Granada, España); Umbrales de otoño, Ed. Hiperión, 2014. Premio Andalucía de la crítica en 2014

La luvia en el entierro golpeaba

La lluvia, en el entierro, golpeaba
el ataúd en balde, redoblaba
el vacío de Dios y, en la distancia,
las campanas. Con lo que fue. No hay dolor
de verdad por el otro, en el aire, el dolor
está en el vínculo. Noviembre
solo, sin él, la tarde en los caminos.
En cambio, la tierra, que habían sacado
para cavar la sepultura, era negra,
mollar, agradecida, acogía
con placidez el chaparrón. Y quién
puede quitarse el susto ante la muerte, hace
mucho que entiendo la ceniza,
bien sé que, a la definitiva, solo
una vez hemos de morir. Y que he vivido
más y mejor de lo que nunca pensé,
como el difunto. Y qué. Como puerta
tapiada para siempre jamás, aunque
la lluvia llame y mulla y sea plegaría.
E ignore, qué bochorno, al muerto, me preocupe
por mí, me regodee en metafísicas.

Fermín Herrero (1963, Soria, España); Sin ir más lejos, Ed. Hiperión, 2016.

A 27 de marzo de 2019

A 27 de marzo de 2019

Mi compañera Trini es una señora
que ha cotizado cuarenta y siete años
a la seguridad social.
Con toda certeza se trata
de la empleada más antigua
de todo el complejo hospitalario.
Trini es, ante todo,
una señora
de sesenta y tres años a la que llevan
explotando desde los trece,
edad en la que para sobrevivir
se veía obligada a fregar de rodillas
en las casas de los señoritos
que a la hora de comer
la marginaban en una habitación aparte
con unos cubiertos aparte
y un plato aparte, frío
con las sobras de los pucheros
que ella misma preparaba para todos.
A Trini le da miedo jubilarse, ella cree
que si se queda en casa la visitará la muerte
y que la encontrará desprevenida
ordenando los armarios o quitando el polvo,
por eso Trini cada día madruga
y entre las máquinas practica los pasos
que aprende por las tardes en clases de bachata,
así la muerte, si la visita,
no tendrá más remedio que dar con ella
bailando entre las lavadoras.

Begoña M. Rueda (1992, Jaén, 1992); Servicio de lavandería. Ed. Hiperión, 2021

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