Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

muerte (Página 3 de 4)

Niño y sombras 10

Niño y sombras. 10

El miedo es amarillo,
y la muerte ese cielo
que a todos nos confunde.
Como una luz lejana
que no queremos ver
está al fin de nosotros
y la vamos siguiendo
en el múltiple juego
de las horas inciertas.
Final, o estrella fija,
y dintel de la nada.
Yo sé que el frío es blanco
y el miedo es amarillo.

Concha Méndez (1898-1986, España), Niño y sombras, Ediciones Héroe, 1936

Gaza

Gaza

Has visto el campo cubierto de amapolas.
Has visto los olivos y su verde fruto.
Has visto las abejas danzar sobre los higos.
Has visto caer las bombas.
Como un granizo que rompe.
¿Has visto?
En la misma tierra en que nacen las flores
los niños se entierran.

Jorge Ortiz Robla (1980, Las Palmas de Gran Canaria, España); Resiliencia, Lastura Ediciones, 2019

La otra orilla

La otra orilla

Algún día, cuando el aire pese como tierra sedienta sobre los cuerpos desnudos,
tal vez alcance a ser la voz de aquel peregrino que enmudeció o el agua que,
gota a gota, resbala por su pecho. Él nunca estuvo en la otra orilla pues sabe
que allí los dioses duermen en el polvo. Y sabe que cuando un hombre por azar
se duerme en la otra orilla -ese lugar que siempre ocupó la mirada-
ellos se despiertan y se contemplan en él. Si ese hombre, entonces, se despierta,
se convierte en espejo y estalla con el sol.

(Chantal Maillard de «La otra orilla» 1990)

Homenaje I

Homenaje I

Me moriré en Madrid
un día cualquiera
 me moriré sin aguacero
me moriré
sin que suceda nada
sin que nadie me pegue
sin causa sin motivo
me moriré
de un silencio mayor que yo
mayor que el mundo.
Y se me irán quedando
marchitas las palabras
y se me irán cayendo
como las hojas de los árboles
y el silencio
como un musgo veloz
me irá invadiendo
hasta dejarme muerta
y silenciosamente.

Francisca Aguirre (1930-2019, Alicante, España); Los trescientos escalones, Bartleby Editores, 2012.

Amor

Amor

Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva ni te espere.
Te estoy llamando
amor
como al destino
como al sueño
a la paz
te estoy llamando
con la voz
con el cuerpo
con la vida
con todo lo que tengo
y que no tengo
con desesperación
con sed
con llanto
como si fueras aire
y yo me ahogara
como si fueras luz
y me muriera.
Desde una noche ciega
desde olvido
desde horas cerradas
en lo solo
sin lágrimas ni amor
te estoy llamando
como a la muerte
amor
como a la muerte.

Idea Vilariño (1920-2009, Uruguay), Poesía completa, Ed. Lumen, 2016

Y yo me iré

Y yo me iré

«y yo me iré
  y se quedarán los pájaros cantando.»
      J.R.J.

Y yo me iré,
y tú te quedarás
pensando en otra espera
tigre en celo.
Y yo me iré
con la mar en borrasca
rebuscando el camino
sin la luz de tu estrella,
y quedarán sangrantes
desgarrones de vida
en la reja del puerto.
Tu corazón y el mío
habrán bebido todas
las nuevas alegrías,
y tú te quedarás
con mi recuerdo
clavado en las pupilas
mirándolo crecer.

Marina Romero Serrano, (1908-2001, Madrid, España), Poemas de Ida y Vuelta. Ed. Torremozas, 1999

Hay ventanas que pueden habitarse

Hay ventanas que pueden habitarse…

Hay ventanas que pueden habitarse
como se habita una ciudad, durante años.
Hay escenas que encienden una vida
y vidas
que encienden una muerte mientras duran.

Tan sólo fue un instante.
Después
aquella imagen fue quedándose atrás
y tuve la certeza
de que ella misma había consentido en su muerte. 

El sacrificio es siempre una forma de venganza.
En la noche anterior
él le había prometido llevarla a ver el mar.

La ventanilla de un tren
puede llegar a contener el mundo en un instante. 

Después de golpearla
ella cayó de rodillas ante él,
mientras él la miraba
y su mano homicida se abría sin querer
y la piedra sangraba,
se dejaba caer,
se despeñaba talud abajo. 

Me pregunto cómo se conocieron.
En dónde enamoraron.
Si ella sabía coser.
Si habría criaturas esperándola. 

No pude decir nada.
Asistir al fragmento de la vida de otros.
Sentir la medianía de un cuerpo malogrado.
Ver cómo me alejaba
y mis ojos sin tiempo
querían estirarse, detenerse,
comprender.

El tren seguía su curso. 

(Un hombre solo que planea una muerte en campo abierto.
Alguien que casualmente miraba en ese instante por la ventanilla de un tren
y lo contempla. Eso es todo.)

Rosana Acquaroni (1964, Madrid, España); Lámparas de arena, Editado por la Comunidad de Madrid y la Fundación Gerardo Diego, 2000

Vanidades banales

Vanidades banales

Soy un arlequín, un trapecista saltando al vacío,
la lluvia de abril huyendo de amores y mares baldíos.
Soy la mitad de las mitades que llevan tu nombre,
la escasa piedad que guardan los tristes
cuando recuerdan tiempos mejores.

Tú el pentagrama borrando las líneas,
en Clave de Sol provocando mi arritmia,
si hubiera tenido las luces de haber aprendido solfeo,
Morfeo estaría aturdiendo a otro reo en la noche.

Pero qué hacer ahora si esconden tus mangas
pinceles cual ases, pintando bocetos
de mi caricatura en lienzos feroces,
no toda luna nace sabiendo
cómo atraer en silencio a las fieras.

Tengo ganas de llorar espinas,
a ver si así crecen flores,
crucificar en mis labios tu iris,
descifrar los enigmas que invento en tus sueños.

Quizás ha llegado la hora
de enterrar el cadáver que habita estas páginas,
y hacerle justicia a cada palabra de odio o de amor
que pisó por nosotros los suburbios del infierno.

A veces me pregunto cómo pude resumirte en un poema,
el secreto está en utilizar metáforas
comparándote con la soledad, la muerte y la vida,
que vienen a ser lo mismo que tus ojos.

Lena Carrilero (1994, Córdoba, España); Amores cronofóbicos, Ed. Valparaíso, 2016

Epitafio para una muchacha

Poema recitado por la poeta Ángela Serna

Epitafio para una muchacha

Porque te fue negado
el tiempo de la dicha
tu corazón descansa
tan ajeno a las rosas.
Tu sangre y carne fueron
tu vestido más rico
y la tierra no supo
lo firme de tu paso.

Aquí empieza tu siembra
y acaba juntamente
ꟷtal se entierra a un vencido
al final del combateꟷ,
donde el agua en noviembre
calará tu ternura
y el ladrido de un perro
tenga voz de presagio.

Quieta tu vida toda
al tacto de la muerte,
que a las semillas puede
y cercena los brotes,
te quedaste en capullo
sin abrir, y ya nunca
sabrás el estallido
floral de primavera.

Mª Victoria Atencia (1931, Málaga, España); Arte y parte (1961). Extraído de Una luz imprevista. Poesía completa; Ed. Cátedra, 2021.

Noviembre

Noviembre
                                                                A Juan Bernier

Oigo crujir tus hojas y vuelvo a estremecerme,
memoria de noviembre con la fruta en los labios,
pervertido jardín que hollé una vez, descalza,
y en el que, de rodillas, llevé mi frente al suelo.
Tengo el leve recuerdo de un sollozo y mi nombre,
y fielmente el del hueso, áspero, cautivo.

Mª Victoria Atencia (1931, Málaga, España); La llama en que arde, 1988. Recogido en la antología: Como las cosas claman (Antología poética 1955-2010), Ed. Renacimiento, 2011.

« Entradas anteriores Entradas siguientes »

© 2025 Poemancia

Tema por Anders NorenArriba ↑