Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

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Inocencia

Inocencia

Se acabó la inocencia.
Era una bebida empalagosa y breve,
una comida exótica,
ahora ya lo sé.

La probé.

De esas cosas que se toman un día
y siempre las recuerdas,
de esa gente que te encuentras
y no vuelves a ver.

Nunca sabrás lo que pasaría
en el banco de la inocencia.
Con los pies colgando
allí sólo vive la gente que no recuerdas,
lo que nunca ha pasado.

Te sentaste un momento
a escuchar desde lejos la orquesta.
Era duro y solitario
el banco de la inocencia.
Demasiada prisa en volver
como para no olvidarte algo.

Ahora ya lo sabes,
la inocencia es esa gente
que se quedó tu chaqueta.

Luisa Castro (1966, Lugo, España), De mí haré una estatua ecuestre, Ed. Hiperión, 1997

La caducidad del paraíso

La caducidad del paraíso

Llega la noche.
Descuelgo la desgana de mi vida
y marco en el teléfono la matrícula de tu coche.
Aceptas dos segundos antes de mi propuesta.
Preparo la casa y tacho de golpe
esos renglones que dicen que te perdí.
Abro la puerta como si fuera seis de enero
y tus ojos al primer disparo pasan a limpio mi biografía,
ese lugar del que no debiste haber salido.

No quiero que acabe este abrazo,
No deberíamos aceptar la caducidad del paraíso.

Me cuentas que has vivido entre paréntesis
y que la soledad es algo parecido a la vida en diferido.
Yo te cuento que estoy hecho a tu medida
como otros están ya hechos a una enfermedad incurable
y te cuento que conocí a otras
pero que querer acostarse con una mujer
no es lo mismo que querer despertarse con ella
porque hay chicas que te alegran la piel
pero no el corazón.
Nos callamos, tú miras el vaso entre tus manos.
La ropa cae y arrastra consigo
una tonelada de tristeza.

Luego duermes y yo pienso
que tal vez sólo sea posible el amor
cuando no lo retienes como a un preso
porque siempre querrá escapar.
Quizá deberíamos aceptar la posibilidad
de la caducidad del paraíso,
tolerar la intermitencia de la felicidad,
no meternos más en la boca la palabra porvenir
y agradecer que estés
aquí
ahora.

Marwan (1979, Madrid, España); La triste historia de tu cuerpo sobre el mío, Ed. Noviembre, 2012

Ahora sólo tienes una vida

Ahora sólo tienes una vida

bajas las escaleras
agitas tu pregunta como un pañuelo blanco
quedan sobre el tablero
peones poco ágiles y fichas sin valor

has desmigado el pan
lias dejado que el agua te escurra entre los dedos
¿te das cuenta?
ahora sólo tienes una vida

vuelves a oír la voz del visitante
no la dejes morir
abre la puertecilla de tu jaula
permite que acompañe a la bandada de los estorninos
la belleza
asoma en las rendijas de este gesto imposible
su rastro es tortuoso y su fulgor
alumbra hasta el abismo sin lámpara ni estrella

pero toda ella cabe
en el cielo minúsculo
de tus manos vacías

Esperanza Ortega (1953, Palencia, España), Mudanza, Ed. Ave del Paraíso ,1994. Extraído de Lo que va a ser de ti, Ed. Plaza & Janés, 1999.

Estamos realizando obras en el exterior

Estamos realizando obras en el exterior
No utilizar esta puerta excepto en caso de emergencia

Madurar
era esto:
no caer al suelo, chocar contra el suelo, contemplar el pudrirse de la piel
igual que un fruto antiguo.
Colchón justo para los dos; años que chocan la lengua contra los dientes una y otra vez que
se tambalean en la boca
años
del sentido incorrecto.
Con tres hilos de cabeza he tejido mi tiempo:
piensa en vosotros a mi edad, piensa en tres hilos de cabeza, qué te falta, qué te queda;
piensa en tres hilos. Quizá
eso, madurar:
quizá Ulises boca abajo, quizá la orilla boca arriba,
eso que queréis me esperará diez años. Pensad en diez caídas; pensad en
diez hilos de cabeza. ¿Aquello? ¿La madurez? ¿Márchate, olor a lavavajillas, déjame con mi
sueño?
¿O quizá en la boca uvas para el postre del color
de la rodilla que cae al suelo,
de la rodilla que choca contra el suelo? Me tambaleo. Y era yo el zumo en la garganta, y era
yo el frío, era yo
las uñas y el estómago, quién era yo en mis años
con tres, en mi tiempo con diez hilos de cabeza. Hasta mi habitación
por la escalera de incendios un hombre
y su sentido contrario. Diez hilos de cabeza, veinte hilos de su pecho atados a mi pecho,
juro que amé
los golpes de sus piernas. Digo que
madurar era esto: que no pude negarme, digo que mis tres hilos de nada entre los dedos, y
juré chocar y el suelo
lo juré. Pensé al suelo la caída
y el choque contra el suelo. Pensé el aliento pensé dije
tres hilos de cabeza: tambaleo.
Pensé en mi edad y pensé en vosotros y pensé
que nadie me avisó de madurar así, junto a la vida y el frío en el cajón
de la fruta que se pudre.

Elena Medel (1985, Córdoba, España), Chatterton , Ed. Visor, 2014

La isla de Kirrin

La isla de Kirrin

A Herminia Luque

Los leías después del viaje a la ciudad
sobre la cama, en junio o en julio sobre todo,
echada la persiana que dejaba filtrar
olor de albaricoques y pintura caliente
y una luz laminada verde oscura
sobre las bicicletas y los páramos,
las mochilas, las granjas,
el desayuno inglés, la isla de Jorgina:
historia fabulosa de una infancia
a punto de perderse. Porque una vez leídas
todas las aventuras de los Cinco
supuse que tenía que crecer.
¿De qué sirve ser niña, si luego, en vacaciones
ningún bote te lleva a la isla de Kirrin?
Tal vez ya sospechaba que los libros
podían ser reloj o calendario
exacto y enigmático del cuerpo.

Aurora Luque (1962, Almería, España), Problemas de doblaje, Ed. Rialp, 1990

Recuento

Recuento

Hoy tengo
veinticinco años.
Mi juventud se va
con mis mejores deseos.
La quiero, la veo marchar
sin una rozadura,
sin reproches espero a que esté lejos
para llorar su falta.
Nunca sabrá nada de mí.
Cambiaré de amistades, de lugares,
frecuentaré otros sitios
donde todo sea nuevo
y ella no pueda decirme te quiero nunca más
y yo nunca más pueda dejar de obedecerla.
Me esperan hombres que saben decir no,
mujeres que saben programar sus vacaciones
y soy feliz,
el futuro se descubre ante mí
lleno de hombres que saben decir no,
mujeres que saben decir no
me esperan en sus increíbles fiestas
con sus mejores deseos.

Luisa Castro (1966, Lugo, España), De mí haré una estatua ecuestre, Ed. Hiperión, 1997

700 poemas van ya en este blog. Y no están ni la mitad de los que me gustaría poner...

Instrucciones para salir a la luz

Instrucciones para salir a la luz

«Ya no tengo dónde esconderme:
acabo de dar el primer paso.»
Antonio J Sánchez

No te escondas detrás de tus excusas
ni a la sombra del dato y la estadística
No salgas a la calle con bozal
ni con ropa que no te llegue al cuerpo.
No gastes argumentos en los bares
ni en esos foros donde todos visten
tu misma ideología y tu bandera.
No seas militante de pantalla,
de firma telemática y presencia virtual,
o de redes sociales donde borras
todo aquello que huele diferente.

No admitas que se rían esos lobos
que solo te permiten pacer tras tu pancarta
siempre que luego vuelvas al redil
y pagues tu hipoteca y tus facturas,
tus caprichos de falsa clase media,
con tus horas de más
y el dolor de tu espalda.

No les hagas el juego,
no les rías las gracias desde abajo,
no te des una tregua
ni admitas una carta o un billete
que compren tu silencio.

Y, sobre todo, nunca olvides
quién eras cuando diste el primer paso,
pues si un día antepones tu interés
a lo que antaño fueron tus principios,
accederás tal vez a un lujo de hojalata
pero no dejarás de lamer sus zapatos.

J. M. Barbot (1976, Burgos, España); Agua será y lo olvidaste, Lastura Ediciones, 2019

Te soñé siendo enorme árbol blanco

Te soñé siendo enorme árbol blanco
del tamaño de un elefante
y con ojos de cierva

te soñé dentro de un vientre que es un barco
y recordé tu voz, tu huesuda voz llamándome
brillando regada con la calidez del panadero

y vino un viento y te desenvolvió
dejó tu cuerpo desnudo, tu cuerpo de vieja
áspero, estrujado como un trapo empapado en lejía

y yo me desenvolví contigo para fingir
que todo es fácil
los gritos la ceguera de las manos,
la historia de muchas mujeres
el silencio del adoquín que se resquebraja de
tanto árbol tuyo

¿cuál es la canción que más tarareabas?

porque el tocadiscos está gastado
como los perros después del aguacero

María Sotomayor (1982, Madrid, España); La paciencia de los árboles, Ed. La Bella Varsovia, 2018

Mi primer biquini

Mi primer bikini  

Solo yo sé cuándo sobrevivimos.
Lo sé porque mis dedos
se transforman en lápices de colores.
Lo sé porque con ellos
dibujo en las paredes de tu casa
mujeres con rostro de epitafio.
Porque, a la caricia de la punta,
comienza el derrame de los cimientos
formando arco iris en la noche.
Porque, al escribir testamentos
en el suelo, se remueven las vísceras
de azúcar, y trepan tus raíces.

Grabo versos de colores fríos
en tu piel, de arquitrabe a basa,
y les llueve y los diluye, y compruebo
que la lluvia suena como hacen al caer
las canicas brillantes y naranjas
que cambiaba en el patio del recreo,
poco antes de calzar mi primer bikini.

Hoy guardo las canicas, como un apagado
tesoro, en los huecos de otras espaldas. 

Pinto también en la terraza de enfrente
un jardín de lápidas cálidas y hermosas.
Trazo como una medusa de bronce,
un paraíso de cadenas hendiendo en mantillo
el valle diminuto que proclama que es frágil
y sin embargo, dirás tú, sobrevive.

Elena Medel (1985, Córdoba, España), Mi primer bikini, Ediciones DVD, 2001 (Premio Andalucía Joven de Poesía)

Cuando éramos eternos

Cuando éramos eternos

Para Álvaro Álvarez Villamartín


Cuando éramos eternos
y los días no parecían tener un fin,
nos gustaba gastar las horas
sentados en la calle
charlando sobre el paso del tiempo y sus efectos.
Envejecer solo era el argumento romántico
de esta trama que llaman existencia.
Nombrábamos la vida
como si aún no hubiera nacido
ni tampoco fuéramos a morir.
Por alguna razón que no sabría explicar
sentíamos que estábamos a salvo.

Nos engañábamos, era obvio.
Sin embargo, jamás nuestra mirada
fue más franca que entonces.

José Gutiérrez Román (1977, Burgos, España); Material de contrabando, Ed. Difácil, 2020

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