Guerrera

Guerrera

Si la vida pudiese responder
a todo aquél que le pregunta
cómo debería vivirla,
hablaría de la lucha,
de la supervivencia
y de ti.
Hablaría de declararle la guerra
a la misma noche,
de librar batallas contra la sobriedad
hasta el amanecer
y ejercitar los músculos de la risa
hasta que duelan.
Hablaría de tu manera de bailar
hasta el silencio.
De tu constancia, de tu insistencia,
de cómo sigues andando
aunque tus tobillos se tuerzan.
Hablaría de tus manos
dedicadas a cuidar,
y de cómo renuevas la idea
de que un granito de arena
puede cambiar el mundo
cuando las personas se comportan como tales.
Diría que eres la respuesta
porque eres cierta,
hundes a la duda
y enseñas que es más fácil la felicidad.
Contaría que eres verbo,
y que has sido posible en todos los tiempos
porque no dejas de suceder,
como ella.
Si la vida pudiese escoger su definición
te daría la palabra,
porque la llevas pintada,
porque luce en tus pestañas,
porque estás y eres acción.
Si la vida pudiese escoger su definición,
te elegiría.

Andrea Valbuena (1992, Barcelona, España), Mágoa, Ed. Valparaíso, 2016. I Premio Valparaíso de Poesía

Se desprendió mi sangre para formar tu cuerpo

Se desprendió mi sangre para formar tu cuerpo.
Se repartió mi alma para formar tu alma.
Y fueron nueve lunas y fue toda una angustia
de días sin reposo y noches desveladas.
Y fue en la hora de verte que te perdí sin verte.
¿De qué color tus ojos, tu cabello, tu sombra?
Mi corazón que es cuna que en secreto te guarda,
porque sabe que fuiste y te llevó en la vida,
te seguirá meciendo hasta el fin de mis horas.

Concha Méndez (1898-1986, España), Niño y sombras, Ediciones Héroe, 1936

Preguntas

Preguntas

 Ya se han puesto en camino
la muerte y sus patrullas:
la muerte, esa aliada
de la guerra más sucia,
y con ella los cómplices
duchos en imposturas.
Dejan por los caminos
una imperial basura
y sus armas contestan
a todas las preguntas.

Patrañas y rapiñas
con la paz se camuflan
mientras la vida cuenta
sus muertes una a una.
La guerra es una patria
de horrible catadura
y el dios de los ejércitos
no retrocede nunca:
con sus armas contesta
a todas las preguntas.

J.M. Caballero Bonald (1926, Cádiz – 2021, Madrid)

Stella matutina

Stella matutina

“Ad noctis hujus caliginem destruendam indeficiens
     perseveret”.
                                      Pregón pascual

Pues mañana
no se abrirá en mi puerta la mañana,
ni acudirán tus pasos al filo de mi sueño,
ni se desprenderán de los ojales dóciles
botones nacarados,
ni indagará la prisa de tus dedos
más allá del embozo, pues mañana
no habrá en mi boca labios,
ramillete de menta, buenos días.
Ni mejilla adentrándose en mi escote,
ni llamas enroscándose en mis pechos,
ni presurosos besos, en tropel, por el alba,
ni tus brazos.
Pues en vano, mañana,
el metálico brillo de la última estrella
prorrogará su aviso en el cielo aún blanco.
Tú no vendrás mañana a despertarme

Ana Rossetti (1950, Cádiz, España), Yesterday, Ed. Torremozas, 2000

La rival

La rival

Si la luna sonriese, se te parecería.
Das la misma impresión de ser algo hermoso.
Pero aniquilador. Las dos brilláis con una luz prestada.
Su boca en forma de O manifiesta su congoja
Por el mundo, la tuya, tu indiferencia.
Y tu primer don es el de trocarlo todo en piedra.
De repente me percato de que me hallo en un mausoleo:
Ahí estás tú, tamborileando con los dedos en una mesa de mármol,
Buscando cigarrillos, rencorosa como una mujer, aunque no tan nerviosa,
Muriéndote por decir algo a lo que nadie rechiste.
También la luna doblega a sus súbditos,
Pero a la luz del día resulta ridícula.
Por otro lado tus insatisfacciones llegan
A mi buzón con afectuosa regularidad,
Blancas y anodinas, expansivas como el monóxido de carbono.
No hay día en que no tenga noticias tuyas,
Mientras deambulas, quizás, por África, pero pensando en mi.

The Rival

If the moon smiled, she would resemble you.
You leave the same impression
Of something beautiful, but annihilating.
Both of you are great light borrowers.
Her O-mouth grieves at the world; yours is unaffected,
And your first gift is making stone out of everything.
I wake to a mausoleum; you are here,
Ticking your fingers on the marble table, looking for cigarettes,
Spiteful as a woman, but not so nervous,
And dying to say something unanswerable.
The moon, too, abuses her subjects,
But in the daytime she is ridiculous.
Your dissatisfactions, on the other hand,
Arrive through the mailslot with loving regularity,
White and blank, expansive as carbon monoxide.
No day is safe from news of you,
Walking about in Africa maybe, but thinking of me.

Sylvia Plath (1932, Estados Unidos), Poesía Completa, Bartleby Editores, 2009 (Edición bilingüe, Traducción de Xoán Abeleira)

No comprendo

No comprendo. La sed del agua fría…

No comprendo. La sed del agua fría
se calma al tercer trago; la del vino,
otro tanto, y el paladar más fino
se cansa del manjar que requería.

El sueño acaba al empezar el día,
y la pereza al verse en el camino;
todo anhelo se va tal como vino
apenas toma lo que pretendía.

Y sin embargo hay una sed extraña
que mantiene sin fin toda su saña…
Quizá sean cosas de la adolescencia,

pero devoré anoche la manzana
y de nuevo me hallaba esta mañana
trémula toda de concupiscencia.

Carmen Jodra (1980, Madrid); Las moras agraces, Ed. Hiperión, 1999 (XIV Premio Hiperión)

El buitre

El buitre

[Sobre una foto de Kevin Carter]

Si fuese un cuento de hadas
para niños,
posiblemente el buitre
del sueño vigilase
al famélico niño
o quizás a la niña
abandonada.
No se distingue bien.
Pero la foto
trata de la vida
y de las consecuencias
del capitalismo:
del hambre y la pobreza
en un país lejano.
El buitre solo espera
la muerte que no llega
y el botín, los despojos.
Hay que saber leer
los símbolos:
el niño simboliza
el problema del hambre,
se llamaba Kong Nyong
y murió de fiebre
unos años después;
el buitre es el capitalismo
y el fotógrafo
somos todos nosotros:
los indiferentes,
los que miran,
pero nunca hacen nada.

Ramón Bascuñana (1963, Valencia, España); Artículos de primera necesidad; Boria ediciones, 2020.

El don maldito

El don maldito

Quise escribir el poema de las cosas sencillas,
pero nunca fue fácil hablar del sol de octubre
y el insidioso don de la melancolía.

Al despertar de pronto en el otoño,
castañas son las calles.
Inquilinas desahuciadas,
las hojas anticipan el invierno.

Quise escribir el poema de las cosas sencillas,
captar el pausado abandono del viento,
la tensión hacia el blanco,
el fugaz amarillo…

En el cristal ahumado del asfalto
ensimismado crece el don maldito,
el insidioso don de la melancolía.

Ioana Gruia (1978, Rumanía); El sol en la fruta, Ed. Renacimiento, 2011 (Premio Andalucía Joven 2011)

Baja así, agua del cielo

Baja así, agua del cielo,
baja a vivir tu vida de la tierra
y a unirte al hombre, a su salud, al suelo
y al trabajo del campo. ¡Haber sentido
la pureza del mundo para ahora
contribuir a esta sazón, al ruido
de estos pies! ¿Por qué siempre llega la hora
del riego? Aunque sea en el verano
y aquí, llega tan fuerte
que no calma, no nubla al sol, da al llano
otra sequía más alta aún. Qué muerte
por demasía, pasajera
nube que iba a salvar lo que ahora arrasa.
Cala, cálanos más. ¡Lo que era
polvo suba en el agua que se amasa
con la tierra, que es tierra ya y castigo
puro de lo alto! Y qué importa que impida
la trilla o queme el trigo
si nos hizo creer que era la vida.

Claudio Rodríguez (1934, Zamora – 1999, Madrid); Alto jornal. Antología poética; Ed. Renacimiento, 2005

La casa encima

La casa encima

Tantos siglos removiendo esta tierra
que atravesó el ganado
y alimentó al ganado y a los hombres
que regaron esta tierra
con el curso negro de su sangre
−la sangre cambia de color
cuando sale del cuerpo−.
Tantos siglos alineando ladrillos,
aquí hubo un establo
sobre el que se construyó una iglesia
sobre la que se construyó una fábrica
sobre la que se construyó un cementerio
sobre el que se construyó un edificio
de protección oficial.
Tantas mujeres fregando sus baldosas,
pariendo en sus baldosas,
escondiendo la mierda debajo de las baldosas
que pisaron sus hijos ebrios
y sus sobrios maridos
que trabajaron y fornicaron
por el bien de un país en el que no creían.
Tantos siglos para que yo,
miembro de una generación prescindible,
pierda la fe en la emancipación,
mire el techo de mi dormitorio
y se me venga la casa
encima.

Erika Martínez (1979, Jaén, España); de El falso techo, Ed. Pre-Textos, 2013. Extraído de  Centros de gravedad. Poesía española en el siglo XXI, Ed. Pre-Textos, 2018.