Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

diciembre2024 (Página 1 de 4)

Leyéndote

Leyéndote

Este libro sin marcas es todo lo que poseo de ti
(yo que creí poseerte)
otra cosa no tengo
ni un papel con tu letra angulosa
ni un fetiche de veras
– un mechón de tu pelo al que pueda rezarle
o una caja de huesos donde brillen tus uñas como diez lunas muertas-
y ni siquiera una fotografía que pudiera yo hincar con alfileres
o “esa ropita tuya” olorosa de ti de la que habla Juan Gelman.
Solo este libro desnudo en sus márgenes
que leo con mis deseos que toco con mis ojos
donde te busco como si contuviera
solo lo que callaste
lo que ya no dirás a mis horas vacías
duras y lancinantes como un colchón de piedras.

Piedad Bonnett (1951, Colombia); Poesía reunida, Ed. Lumen, 2016

El ruido del mar

El ruido del mar

  Hay un tejido, una red luminosa
que tiembla en la arena, por abajo del agua.
Se ve a través del verde transparente
como una temblorosa trama.

Cuando la ola rompe su espuma
quedan burbujas sueltas, chiquitas
sobre la piel del agua:
brillan intensa, nítidamente
en seguida se apagan.
Por la suave curva de las olas
sobre su lento avance
sobre su amplio movimiento seguro
la luz resbala.
Se deslizan los resplandores
por los movedizos toboganes del agua.

Ruido del mar, qué golpe derramado
qué entreverada voz y qué sonido
tan confuso y oscuro
cuando todo en rededor está tan claro.
Todos los limites
firmes y recortados
todo con su color tan decidido
los colores tocándose
uno al lado del otro, sin mezclarse.

Y parece que cada uno: limpio
y liso azul, rojo tejado
verdor brillante
diera un sonido puro e inaudible
y todos un acorde fuerte y claro.

Pero el ruido del mar no se comprende,
se desploma continuamente, insiste
una y otra vez, con un cansancio
con una voz borrosa y desganada…

Y no se sabe
qué es qué quiere o qué pide
el turbio ruido oscuro
cuando todo en rededor está tan claro.

Circe Maia (1932, Uruguay); Transparencias. Antología poética, Ed. Visor, 2018

Paisaje con figuras

Paisaje con figuras

Para Francisco Brines

El frío va más allá de nuestra mirada.
No habla de sí. Llega. Delimita la tierra.
El frío es un cuadro de Goya
en el que nunca habrá refugio,
sobre el que siempre soplará el viento
y ni siquiera las piedras podrán cobijarse.
Es una mirada cerca de la muerte.
Es como no tener tu cuerpo,
es hacerse pedazos.
Es este abandono en el corazón,
que cae la tarde sola, sin resquicios,
y no hay palabras, ni ingenio, ni siquiera tormenta.
El frío es no amar. Acudir a tus ojos y no hallarlos.
Apenas tiene color. No sabe a nada.
Se pega a los miembros, al alma, a la corteza de Dios.
El hombre que sabe del frío intenta quitarse sus cristales.
La mujer, descalza, desnuda sobre el suelo húmedo
cuando el frío está ya dentro. No se ven.
Y cerca de la muerte, el frío es su mirada.

Esther Muntañola (1973, Madrid, España); En favor del aire, LF ediciones, El Árbol Espiral, 2003

Paisaje de invierno

Paisaje de invierno

El jardín es una extensa herida
después de la batalla
metáforas guerreras sepultan los helechos y las luciérnagas
no cesan de iluminar despojos
ahora
música es el silencio
la ausencia de tambores
liba el odio la sangre de los pájaros
en las vidrieras rotas
rosales devastados por la sombra
volcán que no
siquiera ceniza apasionada
donde posar los ojos

Soledad Medina (1954, Burgos, España), Séptimo cielo, Ed. Dossoles, 1998

Lluvia

Lluvia

La lluvia está cansada de llover
yo/cansado de verla en mi ventana
es como si lavara las promesas
y el goce de vivir y la esperanza.

La lluvia que acribilla los silencios
es un telón sin tiempo y sin colores
y a tal punto oscurece los espacios
que puede confundirse con la noche.

Ojalá que el sagrado manantial
aburrido suspenda el manso riego
y gracias a la brisa nos sequemos
a la espera del próximo aguacero.

Lo extraño es que no solo llueve afuera,
otra lluvia enigmática y sin agua
nos toma de sorpresa/y de sorpresa
llueve en el corazón/llueve en el alma.

Mario Benedetti (1920-2009, Uruguay); Existir todavía; Ed. Visor, 2004

Libertad

Libertad

Escribimos sobre ella
Para no ser demolidos por el día (monótono elefante)
ni por la noche (jauría en la memoria).
Para que en esta ciudad tan fría
su nombre abrigue más que una barricada de lana.
Para que los amantes incendiarios no cesen
de brillar como meteoros cuando se apaga la noche.
Para que la oscuridad no presida
la mesa, el sueño, lo imposible, el mundo.
Escribimos sobre ella, en fin,
para no volvernos radiactivos.
Otros poetas, que la ignoran, son felices o triunfan.

Eugenio Mandrini (1936- 2021, Argentina); Revista “Extremo Sur. Cultura argentina”. Noviembre 2020.

Poema único para leer luego

Poema único para leer luego

No me desahogo hoy (aunque resulte increíble en esta mi historia de poeta de exabruptos),
no frecuento el desagüe ni la guarida ni me asomo al taller de reparación de tiempos vencidos,
no escribo para recordarme el olvido imprescindible o planificar la venganza más hermosa,
no me leo para escupir ni vomitar ni rehuir el pegajoso olor de los abandonados sin remedio,
no me regodeo en la conspiración como alivio, en la emboscada más nocturna y devastadora,
no me abro en canal (no llamo ni a urgencias ni al forense ni al carnicero de confianza)
no invoco a Dios, no reniego, no me niego ni me ignoro,
no busco remakes ni me suicido ante el pelotón de palabras brutales y definitivas,
no me mato, no me intoxico, no me pierdo, no me bajoneo ni me humillo,
no me rasgo, no me duelo, no me suplico, no me insulto, no me dejo ir, no me someto,
no me compadezco hoy, no me animo ni me hundo, ni siquiera me pienso más de lo razonable,
no me tengo en cuenta, no me desgasto, no envejezco, no me rozo, no me idolatro, no me castigo,
simplemente escribo para recordarme que una vez
(cuando sea de nuevo necesario contar los muertos)
me merecí la esperanza de creer contra toda experiencia.

Esteban Beltrán Verdes (1961, Madrid, España); La jodida intensidad de vivir; Ed. Vaso Roto, 2018

Helado de chocolate

Helado de chocolate

Hay cosas que no tienen sentido como ir
a recitales donde todo se escucha mal. Ves a los músicos
flacos y con el pelo grasoso bailando y moviendo sus pelvis.
Ir a esas cosas en vivo me parecía medio tonto pero
me llené de calor viendo al cantante este fin de semana.
Eso era lo que tendría que haber sentido a los 15
con los chicos o a los 21, también. Los deseos de besar
alguien bonito y dibujarle ochos o infinitos en la espalda.
En un cuento de terror dos fans se comen los restos
de su músico favorito. Los fanáticos me parecen
la evolución negativa de la especie humana.
Es como que toda su potencia física llega al extremo
con los gritos, saliva, sudor, el cuerpo en éxtasis
pero la mente apagada. Nunca supe
cuál cantante me gustaba o cuál era mi canción favorita.
Pero me encanta decir que el chocolate
no me gusta y que mi gusto favorito de helado
es el de chocolate. Es igual a cuando te gusta
mucho una persona y te hace daño, entonces,
consumís todo lo que la rodea tipo los amigos
y sus bares o cafés pero odias cruzártela
o que te cuenten cosas de ella. La idea es vivir
cerca pero no encima.
Conocer cuando va a llover no es lo mismo
que salir con paraguas.

Sofía de la Vega (1993, Argentina), La idea es vivir cerca, pero no encima, Ed. Liliputienses, 2019.

Depuración

Depuración

Alguien
va a pasear los ojos
por estos versos.
No sabe de mí
habrá padecimiento
confusión
destierro
porque eso es crear.
Crear a dos.
Ciegos,
sin saberse tumulto.

Pero no tengo fe
en esos ojos
si no me arranca tela
y nace lo sin límite.
Vértice más vértice
de territorio
imperfecto
mi ofrecimiento
en vilo.

Alguien
pasea sus ojos
por estos versos.
En aproximación
a la materia
de lo vivo.
Nunca se sabe
qué hacer
ni cuál es la oculta
depuración
que ilumine
el lugar inacabado
de la compañía.

En su conflicto
de conjugación
el poeta duda si acoger
a quien le lee
por haberse atrevido
a descifrar
algún acoplamiento
de conciencias.

Pureza Canelo (1946, Cáceres, España); A todo lo no amado, Ed. Plaza y Janés, 2011

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