Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

enero2025 (Página 1 de 4)

Baja así, agua del cielo

Baja así, agua del cielo,
baja a vivir tu vida de la tierra
y a unirte al hombre, a su salud, al suelo
y al trabajo del campo. ¡Haber sentido
la pureza del mundo para ahora
contribuir a esta sazón, al ruido
de estos pies! ¿Por qué siempre llega la hora
del riego? Aunque sea en el verano
y aquí, llega tan fuerte
que no calma, no nubla al sol, da al llano
otra sequía más alta aún. Qué muerte
por demasía, pasajera
nube que iba a salvar lo que ahora arrasa.
Cala, cálanos más. ¡Lo que era
polvo suba en el agua que se amasa
con la tierra, que es tierra ya y castigo
puro de lo alto! Y qué importa que impida
la trilla o queme el trigo
si nos hizo creer que era la vida.

Claudio Rodríguez (1934, Zamora – 1999, Madrid); Alto jornal. Antología poética; Ed. Renacimiento, 2005

Marina del libro

Marina del libro

Inquiero los porqués, los hasta cuándo
los cómo y dónde
y esa pregunta muda que me ahoga
y vive en el silencio.

Y entonces tú contestas
majestuoso
enorme gamo verde
país de agua
donde los soñadores se dan cita.

Me hablas
grande mar
telón del cielo

y tus olas responden como páginas
de un libro cuyo autor lo sabe todo

como páginas, mar

y como pétalos
de una rosa que nunca se deshoja.

Blanca Andreu (1959, La Coruña, España), El sueño oscuro (poesía reunida 1980-1989), Ed. Hiperión, 1994

Los hijos únicos no lloran al nacer

Los hijos únicos no lloran al nacer

Ningún lugar es aquí lo que parece.
Los hijos únicos nos lanzamos al mar–
delante de nosotros va
nuestra ceguera.

Nos desnudamos al despertar
para que no nos vean.
Los hijos únicos no somos fáciles de amar–
por eso recogemos hormiguitas y animales

que podamos llevar con nosotros
para alimentarlos así
con nuestra enfermedad.
Los hijos únicos somos fáciles

de olvidar–
donde ya no estamos, la luz
se hunde en nosotros
esperando suplantar el hueco

con calor
y la sangre
con un océano.

Los hijos únicos no lloran al morir
porque ya están solos.

Emily Roberts (1991, Ávila, España), “Estación Poesía” Nº 8, Editado por Secretariado de Publicaciones Universidad de Sevilla, 2016

La casa encima

La casa encima

Tantos siglos removiendo esta tierra
que atravesó el ganado
y alimentó al ganado y a los hombres
que regaron esta tierra
con el curso negro de su sangre
−la sangre cambia de color
cuando sale del cuerpo−.
Tantos siglos alineando ladrillos,
aquí hubo un establo
sobre el que se construyó una iglesia
sobre la que se construyó una fábrica
sobre la que se construyó un cementerio
sobre el que se construyó un edificio
de protección oficial.
Tantas mujeres fregando sus baldosas,
pariendo en sus baldosas,
escondiendo la mierda debajo de las baldosas
que pisaron sus hijos ebrios
y sus sobrios maridos
que trabajaron y fornicaron
por el bien de un país en el que no creían.
Tantos siglos para que yo,
miembro de una generación prescindible,
pierda la fe en la emancipación,
mire el techo de mi dormitorio
y se me venga la casa
encima.

Erika Martínez (1979, Jaén, España); de El falso techo, Ed. Pre-Textos, 2013. Extraído de  Centros de gravedad. Poesía española en el siglo XXI, Ed. Pre-Textos, 2018.

El beso

El beso

Por celebrar el cuerpo, tan hecho de presente
por estirar sus márgenes y unirlos
al círculo infinito de la savia
nos buscamos a tientas los contornos
para fundir la piel deshabitada

con el rumor sagrado de la vida.
Tú me miras colmado de cuanto forja el goce,
volcándome la sangre hacia el origen
y las ganas tomadas hasta el fondo.

No existe conjunción más verdadera
ni mayor claridad en la sustancia
de que estamos creados.

Esta fusión bendita hecha de entrañas,
la arteria permanente de la estirpe.
Sólo quien ha besado sabe que es inmortal.

Raquel Lanseros (1973, España), Antología del beso. Poesía última española, Ed. Mitad Doble, 2009

Labios

Labios

He pintado tantas veces mis labios
que olvidé su color.
Podrían ser azules cuando los moja el mar,
morados si hace frío,
blancos, teñidos por la gota olvidada
del primer aliento,
o acaso transparentes
y nunca han existido.

¿Te has preguntado alguna vez
si has besado tan solo la pintura?

Carmen Plaza (Burgos, España); Amor en vela, Ed. Visor, 2009

Boceto de sombras

Boceto de sombras

Hoy ha debido ser viernes en todas partes.
Varios ángeles han ido resbalando
a las aceras desde los tejados.
El viernes no es un día, sino un tiempo compuesto
subjuntivo, futuro, plural, pluscuamperfecto.
Un puesto de aduana en la frontera
que separa a los vivos de los supervivientes.
Ha debido ser viernes
y tú no estás conmigo.
Pero tu ausencia está
Avanzando viscosa como un pesado dique.

Tu alma está en todas partes, sonámbula, celeste,
decidida a vagar ingrávida en mí
emergiendo de todo, henchida de las cosas
retornando a la nada, ese sinónimo
de una noche de viernes y una cama vacía.

Raquel Lanseros (1973, Cádiz, España); Croniria, Ed. Hiperión, 2009. Extraído de Sombras Di-versas. Diecisiete poetas españolas actuales (1970-1991); Ed. Vaso Roto, 2017

Espíritu del tiempo

Espíritu del tiempo

Cobijan las noches ecos,
voces que pierden los días,
tediosos fragmentos de vida,
melancolía de gaviotas.
Se transforma la distancia
en espejismos de ceniza,
estampida de colores,
susurro de olas.
La luz se amontona.
Amalgama de incontrolables deseos;
vestíbulo de sueños,
delicada sábana de aromas.
Cada estrella guarda una voz,
fuego de las palabras,
rumores de destierros,
oquedad del pensamiento.
Tiene la noche cautivo
el suspiro de una flor.
Un gigantesco guiñol,
las sombras que perdemos.
En enjambres de cristal se apaga la luna.
Las hormigas conducen ambulancias
declamando voces de sirenas.
En púlpitos de cangrejos
croan sin cesar las ranas,
glorifican a peces disecados
que embargaron el espíritu de agua.
Ángeles de cemento
construyen moradas
con los ojos de los hambrientos.
Insignias de negra sangre
lustran los necios.
En el azar de los sueños
las amapolas olvidan su nombre,
vagan perdidas en el tiempo.

Marcos Jiménez León (1956, Torreperogil, España) Cigarras de alambre 2012

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