Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

marzo2025 (Página 1 de 4)

Esto que ves aquí no es

Esto que ves aquí no es

Esto que ves aquí no es.
Alguien te oculta una pieza.
Es el fragmento
que da el sentido. Es la palabra
que altera el orden
del furtivo universo. El eje
oculto
sobre el que gira. Este recuerdo
que articulas
no es. Falta el espacio
que ajusta
el caos.
Alguien jala los hilos. Alguien
te incita a actuar. Cambia los escenarios,
los reacomoda. Sustrae objetos.
Cruzas de nuevo
el laberinto a oscuras. El hilo
que en él te dan
no te ayuda a salir.

Coral Bracho (1951, México), La voluntad de ámbar, Ed. ERA, 1998

Oda al amor

Oda al amor

Una tarde que ya nunca olvidarás
llega a tu casa y se sienta a la mesa.
Poco a poco tendrá un lugar en cada habitación,
en las paredes y los muebles estarán sus huellas,
destenderá tu cama y ahuecará la almohada.
Los libros de la biblioteca, precioso tejido de años,
se acomodarán a su gusto y semejanza,
cambiarán de lugar las fotos
Otros ojos mirarán tus costumbres,
tu ir y venir entre paredes y abrazos
y serán distintos los ruidos cotidianos y los olores.
Cualquier tarde que ya nunca olvidarás
el que desbarató tu casa y habitó tus cosas
saldrá por la puerta sin decir adiós.
Deberás comenzar a hacer de nuevo la casa,
reacomodar los muebles, limpiar las paredes,
cambiar las cerraduras, romper los retratos,
barrerlo todo y seguir viviendo.

Mercedes Carranza (1945-2003, Colombia); De amor y desamor y otros poemas, Editorial Norma, 2003

Temblor

Temblor

Porque todo
lo que ha llegado al final
todavía está sucediendo
friego los platos y tiemblo
cojo el teléfono y tiemblo
hago maletas y tiemblo
riego las plantas y tiemblo
me meto en la cama y tiemblo
apago la luz y tiemblo.

Porque todo
lo que ayer sucedió
es tinta que me escribe por dentro
llaman a la puerta y tiemblo
voy por las calles y tiemblo
cambia el semáforo y tiemblo
suenan canciones y tiemblo
llamo ascensores y tiemblo
me miran las fotos y tiemblo.

Porque nunca nada
se nos va del todo
porque hoy no es camino
sino estela de otro tiempo
sigo temblando mientras escribo
sigo escribiendo mientras tiemblo
sigo ayer entre tanto mañana
y te sigo buscando cuando no te encuentro.

Francisco Pérez (Granada, 1965) Inédito

El amor te protege de la noche

El amor te protege de la noche
—no lo olvides—
con el paraguas blanco abre sus alas

si despierta
y del torrente bebe esa frescura

la más triste cosecha la anega
su caudal
detenido

no hay camino más cierto

—estás ausente
debajo de aquel manto—

aunque marches a tientas en la niebla
por senderos oscuros

Esperanza Ortega (1953, Palencia, España), Mudanza, Ed. Ave del Paraíso ,1994. Extraído de Lo que va a ser de ti, Ed. Plaza & Janés, 1999

Wilderness

Wilderness

Mi apología del desierto sólo puede tener
lugar en otra lengua. La extranjera soy yo:
esta no es mi lengua. Ella dice ese verbo
que en los labios se vuelve fuego azul
y como beso nuevo es olvidado
(la punta de la lengua no toca el paladar).
Soy apenas la sombra de un caballo que pasa,
una raíz que baila hacia la hierba.
Después, la emperatriz se dirige
a las fieras: «¿cómo decís vosotras
la palabra silencio?» Con las garras, la pantera
señala hacia el pan, señala hacia los árboles
que arrojan las manzanas: cómo tanta miseria en fuente
de oro. Hay ciegos en la arena.
El sol impide el trigo y se hace la luz
pero sin obediencia. Como si el metal fuese
la última cualidad no visible del aire.
«Si no matas al rey, serás matado.
Que me has visto desnuda, y yo era tu desierto.
No puedes escapar: o esperas en el suelo, sin comida,
o resistes en mí, contra mi cuerpo».
Los santos ven a Dios en la marea baja.
Ven la corriente seca, resbalando deprisa
como línea brillante que en el mármol
escribiese su luto. «Ven a mí, que esta hambre
ya no me deja ver. Mi mente va curvando
lo que teme la vista. La razón quiere ser mi único fin.
Dios coge mi cabeza entre sus manos.
Me hace callar y sopla en el vacío. El vacío se esfuma.
Le divierten las fieras. Es feroz. Alguien pasó gritando
que no existe. También yo quise creerlo. Tenía hambre.
Los que ven tienen hambre. El desierto es el hambre.


Wilderness

A miña apoloxía do deserto só pode ter lugar nunha lingua estranxeira. A estranxeira son eu:
a lingua non é miña. Ela di esa palabra
que nos beizos se volve lume azul
e como bico dado cae no esquenzo
(a lingua e o padal non chegan a tocarse).
Son a penas a sombra dos cabalos que pasan,
unha raíz que baila contra a herba.
A emperatriz pregúntalles
ás feras: «como dicides vós
a palabra silencio?» Coas poutas, a panteira
sinala cara o pan, sinala cara ás árbores
que deitan as mazás: cómo tanta miseria en fonte
de ouro. Só hai cegos, no deserto.
O sol impide o trigo e a luz faise,
pero sen obediencia. Como se o metal fose
a última cualidade non visible do aire.
«Se non matas o rei, serás matado.
Que me viches espida, e eu era o teu deserto.
Non podes escapar: ou resistes na area, sen comida
ou resistes en min, contra o meu corpo».
Os santos ven a Deus ñas augas baixas.
Ven o río na seca, esvarando lixeiro
como as liñas brillantes que no mármore
escriben o seu loito. «Ven a min, que esta fame
xa non me deixa ver. A miña mente curva
o que temen os olios. A razón quere ser a miña fin.
Deus cólleme a cabeza entre as súas mans.
Faime calar e sopra no baleiro. O baleiro esvaécese.
Entretense coas feras. É feroz. Alguén pasou herrando:
«non existe». Tamén eu quixen crelo. Tiña fame.
Os que ven teñen fame. O deserto é a fame.

María do Cebreiro (1976, A Coruña, España); La cuarta persona del plural. Antología de poesía española contemporánea (1978-2015), Ed. Vaso Roto, 2016

A destiempo

A destiempo

Nací una noche vieja
del frío de diciembre.
Nervios, carreras en la casa,
vapor de agua caliente,
prisas, lágrimas, gritos,
susurros y pañales.
Las luces de aquel cuarto
se fueron apagando con mi llanto
mientras crecía
el bullir de la gente por las calles.
Calma adentro y afuera algarabía,
recordaba mi madre como un sueño.

En aquel desajuste
–todo un presagio-
he vivido por siempre.
Fuera del mundo yo,
aquella habitación, aquellos brazos,
aquella cuna.

Llegué muy tarde al año que se iba
y el que llegaba me encontró dormida.

Ángeles Mora (1952, Córdoba, España), Ficciones para una autobiografía; Bartleby Editores, 2015

Vivirás en mi verso

Vivirás en mi verso

Vivirás en mi verso cuando la luz se acabe,
por eso yo te canto germinal y sencillo,
descubriéndote el alma cuando el cielo está quieto
y el silencio se puebla de planetas sin nombre.
Mientras los otros duermen mi luz está encendida,
voy siguiendo el camino que iniciamos entonces,
desde aquel viejo mar, primitivo y solemne,
tan fresco y tan azul, tan blanco de veleros,
desde aquella esbeltez que tenían los chopos
aleteando leves en la luz de la tarde,
desde aquel mirador cubierto por la yedra,
abierto a la esperanza de otros mundos distintos.
No puedo alzar la voz para alegrar la brisa.
Mi mano está escribiendo el color del recuerdo.
Perdona que te escriba mientras los otros duermen.
También yo estoy llorando con los ojos abiertos.

Mariluz Escribano Pueo (1935-2019, Granada, España); Umbrales de otoño, Ed. Hiperión, 2014. Premio Andalucía de la crítica en 2014.

Mapas

Mapas

Los mapas de la escuela,
todos tenían mar,
todos tenían tierra.

¡Yo sentía un afán
por ir a recorrerla!…

Soñaba el corazón
con mares y fronteras,
con islas de coral
y misteriosas selvas…

Soñaba el corazón…
¡Oh, sueños de la escuela!

Concha Méndez (1898, Madrid – 1986, México); Surtidor (1928), Ed. Cuadernos del Vigía, 2018

Exilios

Exilios

tras tanto acá y allá yendo y viniendo
(Francisco de Aldana)

Están aquí y allá: de paso,
en ningún lado.
Cada horizonte: donde un ascua atrae.
Podrían ir hacia cualquier fisura.
No hay brújula ni voces. 

Cruzan desiertos que el bravo sol
o que la helada queman
y campos infinitos sin el límite
que los vuelve reales,
que los haría de solidez y pasto. 

La mirada se acuesta como un perro,
sin siquiera el recurso de mover una cola.
La mirada se acuesta o retrocede,
se pulveriza por el aire
si nadie la devuelve.
No regresa a la sangre ni alcanza
a quien debiera. 

Se disuelve, tan solo.

Ida Vitale (1923, Uruguay), Procura lo imposible, Ed. Fondo de Cultura Económica, 1998

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