Aprendiendo a leer el pasado y el futuro en las líneas de un poema

sueño (Página 3 de 4)

Aunque tú no lo sepas

Aunque tú no lo sepas

Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo
iluminando
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos…

Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.

También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuanto te marchas.

Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.

Luis García Montero (1958, Granada, España), Habitaciones separadas, Ed. Visor 1994

No quiero

No quiero
que los besos se paguen
ni la sangre se venda
ni se compre la brisa
ni se alquile el aliento.

No quiero
que el trigo se queme y el pan se escatime.

No quiero
que haya frío en las casas,
que haya miedo en las calles,
que haya rabia en los ojos.

No quiero
que en los labios se encierren mentiras,
que en las arcas se encierren millones,
que en la cárcel se encierre a los buenos.

No quiero
que el labriego trabaje sin agua,
que el marino navegue sin brújula,
que en la fábrica no haya azucenas,
que en la mina no vean la aurora,
que en la escuela no ría el maestro.

No quiero
que las madres no tengan perfumes,
que las mozas no tengan amores,
que los padres no tengan tabaco,
que a los niños les pongan los Reyes
camisetas de punto y cuadernos.

No quiero
que la tierra se parta en porciones,
que en el mar se establezcan dominios,
que en el aire se agiten banderas,
que en los trajes se pongan señales.

No quiero
que mi hijo desfile,
que los hijos de madre desfilen
con fusil y con muerte en el hombro;
que jamás se disparen fusiles,
que jamás se fabriquen fusiles.

No quiero
que me manden Fulano y Mengano,
que me fisgue el vecino de enfrente,
que me pongan carteles y sellos,
que decreten lo que es poesía.

No quiero
amar en secreto,
llorar en secreto,
cantar en secreto.

No quiero
que me tapen la boca
cuando digo NO QUIERO.

Ángela Figuera Aymerich (1902, Bilbao- 1984, Madrid); Obras completas; Ed. Hiperión, 2009

Sin lenguaje

Sin lenguaje

Hay cosas que suceden.
En un cristal de noche
aun desde el día, desde alguna parte;
en medio de una luz
pensada lejos, emulada triste,
luz breve que no colma ninguna madrugada.
Y hasta los sueños suelen dejar huellas más sólidas.
Pero en cambio sucede.
A pesar de que no
quede registro, no haya resplandor, no haya piel.
Hay cosas que suceden
sin lenguaje siquiera para poder tocarlas.

 Raquel Vázquez (1990, Lugo, España);  Lenguaje ensamblador, Ed. Renacimiento, 2019

Irene mira por primera vez la lluvia

Irene mira por primera vez la lluvia

Tiene el cielo un aspecto de libro encuadernado
como de piel oscura y sombra pensativa.
Tú no puedes saberlo.
Ni siquiera conoces todavía
su resplandor nostálgico
 de laguna que cruza por medio de la tarde
 llena de ojos inquietos, cofres y nadadores.

 Porque cualquier mirada necesita
 todo lo que duerme detrás de una pupila.
 Deja pasar mil noches:
 que tu ciudad se tienda con el gesto
 gris de las alamedas,
 que el suelo de tu casa parezca interminable,
 movedizo, igual que los desiertos,
 y que tu corazón, sombra partida
 por el cristal de la ventana,
 sepa cómo discurre la humedad
 de una presencia extraña.

 Camino de los nombres y los días
 es una ley de tribu
 que la lluvia se viva en primera persona
 con un dejo de alma trabajada
 y que el mundo respalde
 su dudoso prestigio
 en tu pequeño corazón sin mundo.

 Lo repiten mil veces los libros de poesía.
 Vive y sueña despierta
 el difícil derecho que tendrán tus deseos
 a reclamarte tiempo, a pensar por sí mismos.

Luis García Montero (1958, Granada, España); Las flores del frío, Ed. Hiperión, 1991.

Así sea

Así sea

El día queda atrás,
apenas consumido y ya inútil.
Comienza la gran luz,
todas las puertas ceden ante un hombre
dormido,
el tiempo es un árbol que no cesa de crecer.
El tiempo,
la gran puerta entreabierta,
el astro que ciega.

No es con los ojos que se ve nacer
esa gota de luz que será,
que fue un día.
Canta abeja, sin prisa,
recorre el laberinto iluminado,
de fiesta.
Respira y canta.
Donde todo se termina abre las alas.
Eres el sol,
el aguijón del alba,
el mar que besa las montañas,
la claridad total,
el sueño.

Blanca Varela (1926- 2009, Perú),  Luz de día, Ediciones La Rama Florida, 1963

Tenso el puño para dormirme

Tenso el puño para dormirme
un acto reflejo, casi mecánico
me preparo para bucear en las profundidades
durante las próximas ocho horas. Allí aparece
todo lo que esquivo con éxito durante el día:
el miedo a estar sola, el dolor de haberte perdido
el deseo de que regreses y la esperanza también
de que a la larga como me dicen
todo sea para mejor.
Me despierto, el puño sigue tenso
igual como lo dejé al dormirme, abro la mano
por las dudas, pero no hay en ella ningún tesoro
no hay tesoros en el fondo del mar
solo nosotros mismos y un espejo gigante
que al igual que los del circo
deforma nuestras dimensiones
y se lee en clave.

Luciana Reif (1990, Argentina), Entrada en calor, Ed. El Ojo del Mármol, 2016

Un instante de lluvia ii

Un instante de lluvia (II)

Well, goodbye, then,
I’m sorry I’ve never gone
to the great city that gave Vallejo fever.
                               Piano practice, DEREK WALCOTT

Sé que nunca leerás este poema.

Soñar es acertar en el pasado.
Una vez nos cruzamos por la calle,
hemos estado juntos en París,
¿recuerdas aquel día que un poeta contó
que siempre hay en el mundo sonando algún piano?
Nos dimos cuenta entonces
de que cada momento sin mirarnos
se perdía igual que cualquier nota
lo hace con la siguiente.
Y nos dimos la mano.

No soñé tus sonrisas,
yo sé que las viví y serán mías
mientras suene en el mundo algún piano.

Si vivir va a ser siempre un buen pronóstico
es hora de contarte que también una vez,
en esta habitación, hicimos el amor.

Paula Bozalongo (1991, Granada, España) Diciembre y nos besamos, Ed. Hiperión, 2014 (XXIX Premio Hiperión de Poesía)

Hay

HAY días en que sueño con escribir un libro
sobre cómo desprenderse de las cosas
y evitar el recuerdo del abridor de cartas
mellado por el golpe de una mala noticia,
también el del separador de poemas de tela
que vino por el mar y cruzó medio mundo
para asfixiarse en el exceso
o en el delirio.
Porque por la casa se congregan
las cosas más extrañas,
impensables,
que fueron poblando los cajones
y perdiendo sus señas,
la silueta inviolable
de ser uno y distinto, diferente
al alfiler, la piedra o la entrevista
en papel cartoné que amarillea
mientras nuevos objetos,
imprudentes,
aguardan en el soplo translúcido, voraz,
y se queda sonando en la memoria
la misma melodía para el frío,
para la sal oculta de la escarcha.
Podría ser tan útil
enseñar a evitar los montones de cosas
con su infinita historia inquebrantable
con su furor privado
con su cólera también
con su soberbia.
Y así hasta emborronar los nombres, los colores,
el tiento, la consistencia o la vibración del aire
cuando ruedan hacia el suelo, se desmigan,
deshacen su epopeya sin honor
y sin gloria.

María Ángeles Pérez López (1967, Valladolid, España); La sola materia, Ed. Aguaclara, 1998

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